La comparación entre el triunfo de De Narváez en 2009 y el de ayer de Sergio Massa es injusta pero no improcedente. Hace cuatro años, el candidato opositor ganó por apenas dos puntos y Massa ayer obtuvo unos once puntos de diferencia, pero también es cierto que Massa le ganó al casi desconocido Martín Insaurralde mientras que De Narváez había superado a Néstor Kirchner, Scioli y el propio Massa juntos.
La gran diferencia no se mide en porcentajes sino en que De Narváez no podía ser presidente por ser extranjero, mientras que Massa es argentino, tiene experiencia de gobierno como Jefe de Gabinete de Cristina Kirchner y como intendente de Tigre; y lo más importante de todo: tiene sólo 41 años. Aún si no alcanzara la presidencia en 2015, tiene muchas posibilidades de surgir electo para ese cargo en varios futuras comicios porque tiene 15 años menos que Scioli y 13 menos que Macri, los otros dos candidatos presidenciales que ya anunciaron su postulación para 2015.
Hace muchos años que la Argentina no contaba con tres claros candidatos a presidente dos años antes del fin de un mandato, y los tres con serias posibilidades de ganar. Se puede agregar un cuarto, en el caso de que UNEN logre procesar satisfactoriamente una interna entre Cobos, Binner y Carrió.
Ayer, entonces, no comenzó el fin del kirchnerismo como quieren ver quienes no sólo discrepan con el Gobierno sino que también los irrita. Lo que ayer se oficializó fue el fin de la hegemonía no sólo del kirchnerismo sino del PJ, y no porque se vuelva a generar el bipartidismo radical-peronista y su alternancia, sino por la creación de un sistema de balances y equilibrios en algo que podría definirse como tetrapartidismo, con cuatro sectores que pueden aspirar a entre el 15 y el 30% del total de los votos, lo que hará imprescindibles los ballottages y una gobernabilidad basada en alianzas o concesiones recíprocas.
El futuro de UNEN tiene su lógica propia de evolución. Pero Massa, Scioli y Macri tienen su destino interrelacionado. A Laclau le gustaba hablar del “significante Kirchner” en la política argentina. El “significante Cristina” será el que defina el futuro de Scioli, Massa y Macri.
La Presidenta puede llegar a 2015 bien de salud y con la economía bajo control o descontrolada. O puede llegar al 2015 mal de salud e, igual, con la economía bajo control o descontrolada. Si la economía llega mal, Macri y Massa, –en ese orden– aumentan sus posibilidades, mientras que la evolución de la salud de la Presidenta no tiene consecuencias unívocas: sentirse muy bien físicamente puede tanto incitar a Cristina Kirchner a pensar en volver en 2019 dejando pa- sar un período –como lo estarían logrando Michelle Bachelet en Chile este año y Tabaré Vázquez en Uruguay el próximo– y en ese caso preferir que gane la oposición en 2015 y no elegir a Scioli como candidato, debilitando sus posibilidades. Si Cristina Kirchner llegara con su salud deteriorada, su apoyo a Scioli podría no alcanzarle a éste para salir ungido como el candidato indiscutido del PJ, porque el futuro del kirchnerismo se debilitaría con el debilitamiento de la jefa de Estado.
Tampoco es seguro que la economía vaya a empeorar, aunque eso pueda ser lo más probable. Puede paradójicamente hasta mejorar, porque la cercanía a 2015 acaso haga que muchos inversores extranjeros anticipen el cambio y se produzca un empuje externo inesperado.
Si la economía mejorara y Cristina Kirchner eligiera a Scioli como su sucesor, las posibilidades de Massa y Macri se reducirían y uno de los dos correría el riesgo de no ingresar al ballottage. Inclusive, dependiendo de cómo UNEN resuelva su interna, también existe la posibilidad de que el pasaje a la segunda vuelta pudiera no ser de ninguno de ellos dos.
Ayer ganaron todos. Ganó Massa, obviamente. Pero también ganó Macri, que salió fortalecido porque a pesar de no haber podido encontrar solución a su talón de Aquiles que es la provincia de Buenos Aires, sumó votos en distintos distritos y su imagen personal está en el mejor momento porque se comienzan a valorar sus obras en la ciudad de Buenos Aires.
También ganó UNEN, que recuperó su condición de segunda fuerza nacional, no tan lejos del kirchnerismo. Y también pudo haber ganado Scioli, porque la derrota de Insaurralde quizás sea el precio a pagar para convertirse en el candidato de un PJ que incluya al kirchnerismo.
No están las cartas echadas. La política argentina recupera un equilibrio después de la crisis de 2001, un equilibrio diferente, mejor, que permite ser optimista respecto del futuro.
Ayer ganó la Argentina. Ganamos todos.