Todos coinciden en un punto: Scioli tuvo conversaciones con Massa para tratar de conciliar estrategias electorales antes del cierre de las listas. A partir de esos hechos hay tres interpretaciones.
1) Scioli conversó con Massa para amenazar a la Presidenta y conseguir –a cambio de continuar fiel– que el kirchnerismo le permitiera introducir sus candidatos sciolistas en las listas del Frente para la Victoria. Y fracasó porque Cristina Kirchner no es presionable.
2) Scioli conversó con Massa porque realmente quería independizarse del Gobierno nacional integrando ya una alianza poskirchnerista. Y fracasó porque al momento de concretar pudo más el miedo que la ambición.
3) Scioli nunca pensó romper con el kirchnerismo ni forzar el cobro de una cuota anticipada por mantenerse fiel, sino que le hizo creer a Massa que podrían sumársele en una alianza para aumentar la autoestima del intendente de Tigre y así alentarlo a que avanzara con su candidatura, hasta un punto en que Massa ya no pudiera volverse atrás teniendo que enfrentar al kirchnerismo ahora y solo. Y Scioli triunfó porque, tras el desafío de Massa a la Presidenta, el kirchnerismo lo precisa más que nunca, aumentando sus posibilidades de ser oficialmente su heredero para 2015, único premio al que Scioli aspira y no a tener más legisladores en 2013.
Pero al momento del cierre de las listas, muchos se inclinaron por las hipótesis que daban a Scioli perdedor, por eso el gobernador hizo salir a su esposa a decir que el proyecto 2015 seguía igual que siempre. Como la historia se reescribe retrospectivamente y más allá de lo que los actores creen que de verdad piensan (también ellos son seres divididos y habitados por un inconsciente que les constituye un saber que no saben que saben pero que los hace actuar), la interpretación uno, la dos o la tres terminará siendo la correcta después del resultado de las elecciones.
Si Massa triunfase por más de diez puntos y fuera el golpe de gracia electoral que se sume a la acumulación de derrotas del kirchnerismo en otros distritos, y en diciembre la oposición con la fuerza de más legisladores asumiera la presidencia de la Cámara de Diputados, modificara para siempre la hegemonía K en el Congreso y el propio Massa fuera el actor emergente de todas esas movidas, las posibilidades futuras de Scioli quedarían muy reducidas. Ese escenario significaría un aceleramiento vertiginoso de la pérdida de poder de la Presidenta, y la herencia que podría legarle a Scioli en 2015 sería un caudal electoral tan pobre que su ansiado premio no valdría casi nada.
Pero si Massa terminase ganándole a la lista kirchnerista por alrededor de sólo dos puntos, como el triunfo de De Narváez en 2009, pero sin siquiera haber competido contra Néstor Kirchner, y si la cosecha electoral del kirchnerismo en el resto de los distritos fuera magra, pero la necesaria para que, junto con las mañas y la voluntad inescrupulosa que los caracteriza, les permita maniobrar en el Congreso para anular o reducir sustancialmente los daños que pudiera producirle una oposición unida y fortificada, en ese caso sería probable que muchos de quienes incluso hayan votado por Massa se preguntasen: “¿Y este Massa, al final, no pudo cambiar nada?”. En ese escenario, Scioli seguiría siendo el candidato preferido de la mayoría para conducir el poskirchnerismo, pero agregando al apoyo de siempre de quienes no simpatizan con el Gobierno nacional, la simpatía que nunca ha recibido del propio kirchnerismo y de la Presidenta, trofeo que siempre persiguió y siempre le fue muy esquivo a pesar de haber hecho todo tipo de esfuerzos.
¿Podrá Massa ganar por diez o más puntos? Ese resultado significaría mantener o aumentar la diferencia con que arrancó en la primera encuesta posterior a la presentación de listas difundida por PERFIL el domingo pasado.
Una hipótesis es que Massa tendría más para perder que el kirchnerismo, porque en la medida en que tenga que definirse irá perdiendo el apoyo de quienes lo valoran porque depositan en él deseos propios que no coinciden con las ideas del verdadero Massa, mientras que a Martín Insaurralde, el candidato del Frente para la Victoria, lo registra tan poca gente que con el paso de las semanas por lo menos tendría para mejorar en reconocimiento.
Una ventaja para Massa es que esta campaña será muy corta porque quedan sólo cinco semanas hasta el domingo 11 de agosto, cuando se deberían realizar las Primarias Abiertas Simultáneas y Obligatorias, que no son lo mismo que las elecciones verdaderas de octubre, pero resultan un anticipo bastante real más un potenciador de las tendencias (cada vez menos, pero todavía hay quienes sospechan que el Gobierno podría anular las PASO si viera que pierde por mucho).
Otra hipótesis es que, definiéndose, Massa amplíe su caudal electoral cuando vaya viendo que las encuestas muestren que hay muchos más votantes que lo prefieren más del lado opositor que del kirchnerista crítico.
El sábado pasado, ante el discurso de presentación formal de los candidatos del Frente para la Victoria, se especulaba con que la Presidenta afirmase taxativamente que no intentará presentarse a ninguna forma de reelección. Pero aunque no esté oficializado, indirectamente surge que, además de la pelea Massa versus Cristina 2013, lo que verdaderamente emerge es la disputa Massa versus Scioli 2015. Y ese resultado también comenzará a conocerse dentro de pocas semanas.