La crónica podría sintetizarse de modo escueto: Cristina Kirchner realizó una gira por el Vaticano y Nueva York cuyos tramos más salientes fueron su entrevista con el papa Francisco y su discurso en las Naciones Unidas, donde denunció a los fondos buitre, a quienes consideró como formas de terrorismo económico y financiero.
Por cierto, en un nivel de mayor detalle habría que decir que Cristina Kirchner también señaló que Argentina es un triple “leading case” en materia de reestructuración de deuda, atentados terroristas y colonialismo.
También debería mencionarse la referencia a las amenazas a su persona por parte del grupo terrorista ISIS, cuyo origen atribuyó a su amistad con el papa Francisco y a su reconocimiento de los estados de Palestina e Israel.
Y así podría continuarse, recorriendo ese tránsito mental que conduce desde lo macro a lo micro, desde lo estructural a lo detallado. Geografía discursiva que incluiría definiciones estratégicas como la crítica a la política de Barack Obama contra el terrorismo o la actitud hostil de Alemania que favorecería a los buitres, junto a hechos anecdóticos como los regalos al papa Francisco o el acompañamiento de La Cámpora en toda la gira presidencial.
Por el tenor de sus declaraciones y su puesta en escena, Cristina Kirchner insiste en mostrarse ante el mundo como una estratega global capaz de elaborar profundos diagnósticos y revelar las claves del mundo que se avecina.
Ante tanta pretensión, todo lo demás aparece como detalle menor; como mero epifenómeno de una causalidad profunda cuyo conocimiento está reservado a unas pocas mentes privilegiadas.
El discurso y la realidad. Sin embargo, a veces no resulta tan evidente donde terminan las estructuras y donde comienzan los detalles. Como tampoco resulta clara la diferencia entre la inteligencia declamativa y la austera pericia capaz de resolver los problemas domésticos que, aunque parezcan menores, son los que afligen a los ciudadanos.
Así, mientras Cristina Kirchner desplegaba sus dotes de oradora brillante, uno de los líderes de La Cámpora, se despachaba sentenciando que en Argentina a nadie le preocupa el valor del dólar blue, al tiempo que relativizaba con argumentos pueriles el flagelo de la inseguridad.
Y mientras que lo estructural y lo particular se yuxtaponían en Nueva York, en Buenos Aires ese dólar rozaba los 16 pesos, mientras que la inseguridad endémica seguía cobrándose su cuota de víctimas diaria.
Cuando Cristina Kirchner exclamó apasionadamente que “en épocas de buitres económicos y halcones de la guerra necesitamos más palomas de la paz”, su discurso pretendió mostrar a una presidente profunda y magnánima.
Pero cuando esa misma Presidenta y sus adláteres de turno insisten en soslayar el aguijón de la inseguridad y la inflación irrefrenable no puede dejar de pensarse que, a veces, los “detalles” son el modo más simple en que se expresa la patética realidad oculta tras las magníficas estructuras discursivas.
*Director de González y Valladares Consultores en marketing político.