Hace muchos años un viejo filósofo me aconsejó distinguir entre lo que se dice o se recomienda y lo que efectivamente se hace o sucede. Esto en materia política es fundamental para interpretar cuestiones simples o complejas y eventualmente para emitir un juicio equilibrado sobre algún particular. Esa lección de realismo, metódico, si se prefiere, sirve para entender qué está pasando en la economía internacional y en los foros convocados para corregir cursos de acción inquietantes. Las expectativas sobre la reunión de Londres celebrada el 2 de abril y sus conclusiones revelan algunas cosas interesantes cuyos resultados concretos se verán con el tiempo.
Vayamos a lo permanente o estructural, si gusta. La configuración de la reunión confirma una importante fragmentación del poder económico mundial. Nuevos actores ahora presionan y exteriorizan discrepancias con más fuerza y energía que nunca. El universo anglosajón enfrenta a una Unión Europea ostensiblemente liderada por Alemania y Francia, en este orden, y China, destempladamente, desafía el liderazgo del dólar aunque no le convenga. Japón y Rusia se expresan sin influir y los emergentes subrayan incomodidades sin patear el tablero. Para simplificar, la cuestión está polarizada entre las ofensivas fiscales financiadas con deuda pública para detener la caída de la actividad económica y del empleo, de un lado, y, por el otro, la apremiante necesidad de disciplinar el sistema financiero internacional y los regímenes nacionales fragmentados, considerados responsables de la actual situación y también de las turbulencias que sacuden al planeta.
Los EE.UU. encabezan la primera estrategia y los europeos liderados por los países mencionados la segunda, siempre en un contexto conflictivo. Todo esto es conocido y anuncia o, mejor, confirma un debilitamiento del proceso de globalización que si fue financiera y cultural, ahora muestra el rostro de un camuflado proteccionismo comercial. Por eso China pasó a la vanguardia en defensa de la libertad de comercio que resulta vital para sus intereses. Japón y Rusia parecen observadores antes que actores importantes. Empero, juegan el partido desde el lado de la política. Ambos miran a los EE.UU. a partir de las particularidades de sus respectivas relaciones. Japón es socio y su seguridad está vinculada con la superpotencia desde los tiempos del general Mac Arthur. Siempre teme alguna ofensiva china o rusa que pueda comprometer sus intereses. Finalmente, Rusia y China tienen cuentas pendientes que actualizan la mutua desconfianza. Los EE.UU. en el medio arbitran en silencio. China ha irrumpido con fuerza y temperamento. Saltó desde respaldar al dólar hasta cuestionar el hecho de que una sola moneda sirviera de referencia principal para las transacciones internacionales y reservorio de liquidez. Otra manifestación de proteccionismo maquillado, porque lo que busca es presionar para neutralizar la influencia de los intereses sindicales del partido gobernante, íntimamente asociados con el proteccionismo histórico estadounidense. En sentido estricto, este tema estaría de más dada la especificidad de la agenda del G-20, pero también revela la simbiosis que anima una relación ruidosa pero mutuamente provechosa.
Brasil, ahora abanderado de la región, denuncia también la marea proteccionista que, como es de rigor, afectará sus posibilidades exportadoras, debilitando las autonomías externas de países endeudados. El significativo refuerzo que recibirá el FMI, apenas podrá aliviar las dificultades que las justifican si otras cosas no cambian. Según se desprende de esta descripción, la realidad denuncia un escenario donde actores y espectadores se llevan algunas ilusiones y compromisos. Empero, la crisis sólo se podrá doblegar con tiempo, perseverancia y siempre que el compromiso solidario evite la desintegración que hace más de medio siglo denunció Gunnar Myrdal, aquel sueco injustamente olvidado. El resultado definitivo de la reunión se verá con el tiempo. Lo que es seguro es que el rostro maquillado de la globalización será más transparente.
*Economista.