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FUTURO INCIERTO

Good bye, Juan Domingo

Sin figuras ni reacción, el justicialismo paga errores políticos y económicos. Una oposición en el vacío.

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‘FIRST WORKER’ | Dibujo: Pablo Temes

Un fantasma recorre la Argentina, es el fantasma del fin del peronismo.

Los resultados negativos de las elecciones de este año, que confirman la derrota de 2015, sumado al ascenso de Cambiemos como partido hegemónico, han colocado al peronismo en una inédita encrucijada.

Flexible y mutante, el movimiento creado por Juan Domingo Perón hace más de setenta años, transita una circunstancia inesperada. Esa marea política multiforme cuya fuerza gravitacional le permitió reponerse de derrotas, prohibiciones, y persecuciones, (y que parecía imbatible hasta hace poco tiempo atrás) hoy se percibe agotada, sin ideas ni fuerzas.

Invertebrado, y de conducción escindida, le toca ocupar el lugar de ser oposición en estos días, y quizás por un largo tiempo, debiendo afrontar, además, una imagen muy dañada por los casos de corrupción y por una operación político-mediática eficaz que lo sindica como el culpable de todos los problemas del país.

El peronismo ya hace muchos años que abandonó su carácter rebelde, transgresor e innovador, para pasar a ser una estructura política burocratizada y anodina. Ausente de militancia y de mecanismos legítimos de democracia interna, su sello electoral, el Partido Justicialista, tiene un significado vacío para la mayoría de los argentinos.

En este marco se transformó en huésped de simbiontes como el menemismo en los 90 y el kirchnerismo en los 2000, espacios políticos que luego de crecer en su interior lo confrontaron.

Al margen de los procesos políticos macro, una dirigencia local peronista fue construyendo bastiones en provincias –con mayor fuerza en las zonas más pobres– con escasa articulación entre sí, pero con capacidad de negociar con el poder federal.

Estos poderes locales de carácter conservador se convirtieron con pocas excepciones en estructuras donde su principal objetivo es su propia reproducción, y se enfrentarán a un Cambiemos todopoderoso en los próximos años.

Economía peronista. Buena parte del desprestigio que hoy tiene el peronismo se vincula al manejo de la economía. En una economía fuertemente trasnacionalizada resulta de gran complejidad establecer modelos proteccionistas y de crecimiento sostenido en el consumo interno.

Dependiente como nunca de la venta de productos agropecuarios en el mercado mundial, no puede evitar bruscas devaluaciones, altas tasas de inflación y un estrangulamiento externo por falta de dólares. Ya no cuenta con las herramientas estatales que tuvo Perón en la década del 50 para controlar el comercio exterior, y brindar en forma directa bienes y servicios. En definitiva, no existen los mecanismos que incentiven la inversión de los privados.

El mejor ejemplo de esto fue el gobierno de Néstor Kirchner que logra un crecimiento veloz de la economía (desde 2003 a 2008 el PBI se multiplica por 2,17), sin la contraparte de las inversiones necesarias para acompañar ese crecimiento sin ajustar por precios, problema que ya es inocultable en 2007 cuando se agota la capacidad ociosa de la industria, y comienzan las polémicas sobre la veracidad del Indice de Precios al Consumidor del Indec.  

Peronismo o kirchnerismo. A lo largo de los gobiernos K se pudieron observar diversos esfuerzos para superar las estructuras políticas del peronismo, conservando algo de su simbología y de sus prácticas. La transversalidad de los primeros años apuntaba a subsumir al radicalismo, suspendida luego de la derrota en conflicto con los sectores agrarios.

Tras la muerte de Néstor Kirchner, diversas organizaciones políticas fueron escalando posiciones en el Estado Nacional como La Cámpora, el Movimiento Evita, Nuevo Encuentro, Kolina, etc., así como las agrupaciones piqueteras y de derechos humanos que dotaron al kirchnerismo de una capacidad enorme de movilización que le permitió a Cristina tensar la relación con la “rama sindical” hasta el punto de romper la relación con la CGT de Hugo Moyano. Una clave de este aspecto es que mientras la columna vertebral del peronismo era el movimiento obrero, para el kirchnerismo ese lugar lo ocuparían otros actores: los pobres y los excluidos.

¿Hoja de ruta o desbande? El futuro próximo del peronismo y sus organizaciones políticas son una incógnita. Se suele argumentar que como el Ave Fénix renacerá de las cenizas como identidad política-cultural, más allá de sus dirigentes. Sin embargo, no es impensable que algunos dirigentes de relieve tengan un acercamiento a Cambiemos, tanto por cercanía ideológica como por interés pragmático. Las declaraciones de Juan Manuel Urtubey sobre su deseo de ser parte de un espacio colectivo “en donde sea”, van en ese camino. Luego se observa la emergencia de un peronismo “republicano”, cercano al oficialismo, que de la mano de los gobernadores –que negociaron los cambios en el sistema de recursos, casi como una rendición incondicional–, le proveerá una mayoría legislativa al oficialismo, que fortalecerá el proyecto de Cambiemos. En otro plano es posible que Cristina decida dar el portazo final para pasar a conformar un espacio de centroizquierda al estilo Podemos de España, que además de trasladar sus votos, se llevaría a una extensa red de militancia y de simpatizantes, inexistentes en otras zonas del peronismo.

Mientras los halcones de Cambiemos ya están trabajando en la reelección de Mauricio Macri 2019-2023, el peronismo no parece haberse enterado de su estado vegetativo. La próxima elección de autoridades del partido en la provincia de Buenos Aires probablemente siga la tónica de las pequeñas roscas para repartir los cargos de una estructura vacía. Sin una figura destacada y competitiva electoralmente, que se abra a la sociedad con un proyecto de gobierno creíble, se reiterará la situación de 2017, donde todas las fichas se agotaron en la decisión de Cristina.

Curiosamente algunos dirigentes peronistas atentos al desbande actual sostienen que el regreso del justicialismo estará marcado no por sus logros, sino por el fracaso de la actual gestión. Plantean por lo bajo que con el ritmo de endeudamiento actual la capacidad de pago del país encontrará un límite en tres o cuatro años, y tras la crisis concomitante, el peronismo va a construir un nuevo líder en condiciones de recuperar la conexión con la sociedad. Un deseo riesgoso.

*Sociólogo. @cfdeangelis