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Gradualidad por prudencia

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La política económica es un arte, no una ciencia. El resultado de un programa económico depende crucialmente del contexto y del modo en que se apliquen las medidas a tomar. La discusión en torno al desmonte del cepo cambiario y el enfrentamiento entre los partidarios de una solución de shock vs. los de otra gradualista se inscribe en este marco. Este debate tiene que ver con cómo abrir la cuenta capital del balance de pagos pero también impacta sobre la cuenta comercial externa, puesto que el desmonte de las restricciones al comercio exterior tendrá efectos sobre los sectores productivos.

Es una discusión que nos retrotrae a la que tuvimos en 2002 sobre cómo liberar el corralón. Muchos de los mismos que hoy plantean el shock en la liberación del cepo lo aconsejaban entonces: emitiendo los pesos necesarios en forma de redescuentos a los bancos, en una situación de reservas internacionales peor que la mala actual. Y razonaban que si todos los pesos de los depósitos liberados iban a comprar dólares, habría un salto megadevaluatorio que generaría un pico de altísima inflación pero que, luego, se alcanzaría un nuevo equilibrio nominal. Afortunadamente, el criterio prudente que primó entonces permitió conducir de modo gradual ese proceso.

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Frente al desmonte en forma de shock, existen dos posibles escenarios de esquina “no deseables” desde el punto de vista de los equilibrios macro. El primero sería la posibilidad, que pregonan quienes recomiendan el shock, de que frente a la liberación y unificación cambiaria “el mundo nos inunde de dólares”, atraído por las oportunidades de inversión financiera que significan los activos subvaluados por la represión financiera. Sería muy difícil para el BCRA colocar el tipo de cambio a niveles competitivos, el actual drama del atraso cambiario se vería magnificado por la presión bajista sobre la cotización. El tipo de cambio recontrabajo, sumado a la liberación de la cuenta comercial externa, que generaría la aparición de oferta importada subsidiada, sería un golpe de gracia a la producción de bienes transables.

El otro escenario de esquina se daría si, consecuencia de la demanda reprimida y el desequilibrio en el mercado de pesos, se produce una estampida de pesos en busca de dólares que reducen las reservas a niveles peligrosos y generan un sobreajuste cambiario. La escalada inflacionaria subsecuente impactaría sobre los ingresos de la gente. Reservas internacionales en mínimos, tipo de cambio recontraalto, inflación descontrolada y caída de ingresos constituirían un cóctel explosivo.

El desmonte del cepo no puede ser aplicado de forma aislada sino en un programa global y consistente. Por lo incierto del resultado de una operación que implica reconducir la economía a la normalidad y su impacto sobre la competitividad de la producción, es que debe ser realizada bajo el criterio de la prudencia. Las distorsiones impuestas al funcionamiento de la economía, que la maniatan, deben ser desmontadas sin nuevos traumatismos sobre un cuerpo social y un aparato productivo ya castigados, permitiendo la liberación de las fuerzas productivas, la recuperación del empleo y la mejora de los ingresos.

 

*Ex jefe de Gabinete del Ministerio de Economía (2002-03).