Fue domingo en las claras orejas de mi burro, de mi burro peruano en el Perú (perdonen la tristeza), empieza diciendo César Vallejo en uno de sus mejores poemas, escrito muy lejos de su tierra natal, esos versos que no paré de repetirme durante la semana que pasé en la Feria del Libro en Lima, aunque el domingo no vi burros sino surfers en una playa invernal y ventosa, de cantos rodados que ensordecen la orilla y casi no dejan hablar, porque el Pacífico no hace honor a su nombre, es revuelto y belicoso, y esa mañana hamacaba a los surfers domingueros que de lejos parecían focas, flotando en manada, esperando la séptima ola, la ola buena, adentro del mar gris. Enrique Molina definió el gris limeño como estar metido dentro de una perla porque en Lima no sale el sol, llovizna todo el tiempo y la bruma perlada envuelve la ciudad como el alcohol a los autores invitados. Después del pisco y la cerveza Cusqueña uno puede quedar bastante perplejo frente al billete verde de 10 soles que tiene de un lado un aviador y del otro un avión volando sobre el agua, pero el avión está al revés. El taxista explica que Quiñones Gonzales fue un héroe de la aviación que hacía vuelos invertidos a pocos metros de las olas y que en la guerra peruano-ecuatoriana terminó inmolándose contra las baterías enemigas como un kamikaze. Cuando le pregunto si habrá sido por la fuerte influencia asiática que tiene el Perú, no entiende el chiste o no le hace gracia, así que escucho al presidente que anuncia planes por la radio en cadena nacional mientras por la ventana veo las peluquerías abiertas a la calle, las mujeres policías conduciendo el tránsito en garitas auspiciadas por Inca Kola, los carteles que dicen oro, plata, brillantes, peinados unisex. Perdonen la tristeza.