La sobreactuación del conflicto para fingir epopeyas lleva al matrimonio Kirchner a quedarse muchas veces sin el pan y sin la torta. En su voracidad, pierden todo cuando podrían quedarse con una parte. Les pasó con el balcón vacío que dejó Maradona, con la media sanción del matrimonio gay que ya no es seguro que se convierta en ley y con el enfrentamiento con Hugo Moyano por la baja de Ganancias. Mucho de lo que el kirchnerismo toca lo divide entre amigos y enemigos y se queda arrinconado entre los obsecuentes en lugar de buscar consensos para ampliar su base de sustentación.
La calculadora que Néstor lleva en la cabeza para ver si logra llegar al 40% en la primera vuelta le hizo perder de vista el triple papelón que hizo el Gobierno tratando de ponerle la camiseta kirchnerista a Diego Maradona. En el partido de despedida contra Canadá, en River, Claudio Morressi (secretario de Deportes, militante de los derechos humanos, desgarrado por la desaparición de su hermano y mediocampista de buen pie) se quedó pagando porque Maradona se negó a recibirlo. Diego gambeteó la posibilidad de que lo utilizaran políticamente y se fue derechito al vestuario. Ahora, Cristina K no tuvo empacho en confesar que el Diego de la gente no le quiso atender el teléfono. “Estaba llorando”, lo disculpó, y volvió a la carga, casi como un ruego, diciendo que “las puertas de la Casa Rosada están abiertas”. Tal vez armen algo a la vuelta de China pero ¿para qué someter a ese desplante a la Presidenta? ¿Nadie se atreve a decirle que es peligroso kirchnerizar el fútbol en general y a la Selección en particular? La ansiedad que les juega en contra. El diario Crónica, amigo de los K, olfateó el clima y tituló “Diego diputado”. El mismísimo Aníbal F. tuvo que sacarle tarjeta roja a una idea que mostró la impotencia oficial. Encima, Martín Palermo, tal vez con Diego y Tevez uno de los más queridos por el pueblo, fue a un acto organizado por Mauricio Macri donde se instaló un mural de su gol, rematado a beneficio de una ONG que combate la pobreza. Todos goles en contra para los K, tan asociados con Julio Grondona y con una barra brava pingüina que sólo les trajo costos políticos, deportaciones y una muerte al final. El colmo llegó cuando el legislador Juan Cabandié, hijo de desaparecidos recuperado, propuso construirle un monumento al más grande jugador de todos los tiempos. Fue justo después del testimonio jurásico del reo Jorge Rafael Videla. ¿No hubiera sido más coherente proponer una estatua para Azucena Villaflor, fundadora de Madres y luego desaparecida?
Lamentablemente, hubo silencios demasiado parecidos a la complicidad por parte de muchos artistas populares y organismos de DDHH respecto de dos situaciones graves, una ocurrida en La Matanza y otra en La Habana. Una militante de 24 años fue secuestrada por cuatro hombres en un auto y golpeada mientras le decían que su jefe, un concejal que trabaja con Felipe Solá, debía dejarse de joder. Dirigentes opositores de casi todos los partidos denunciaron el peligroso incremento de la violencia política en el territorio. La otra semana un grupo de patoteros de la Uocra con banderas kirchneristas impidió un acto de Felipe Solá en San Nicolás. A Eduardo Duhalde lo escracha un elenco estable que el ex presidente vincula a los servicios y a Máximo, el hijo presidencial. Nadie del oficialismo dijo nada por esto ni por la liberación de los presos políticos en Cuba, que hasta condenaron Ana Belén y Victor Manuel, al firmar un manifiesto pidiendo el fin de la persecución política en la patria de Fidel.
El retroceso que el conglomerado oficialista sufrió desde el triunfo del proyecto de Vilma Ibarra para permitir el casamiento entre personas del mismo sexo sólo debe atribuirse a esa lógica maniquea de vida o muerte que tensa la cuerda al límite y que no permite un debate enriquecedor, maduro y plural y pone todo en términos de antinomia. Ni son fachistas oscurantistas todos los que se oponen ni son revolucionarios todos los que apoyan tal como lo planteó Néstor Kirchner. No ayuda a nadie que sectores del Gobierno y la Iglesia hayan tomado esto como una cruzada contra los infieles. Kirchner acusó a la Iglesia de presionar por no tener argumentos y fue como si se estuviera mirando en el espejo. El apriete que se comieron varios senadores del FpV fue fenomenal. Y Néstor, con la bandera de la diversidad en alto, no pudo explicar los motivos por los que casi ningún gobernador peronista abrió la boca para apoyar un proyecto que reconoce la realidad de personas que se quieren y que deben tener igualdad de derechos más allá de su elección sexual. El cardenal Jorge Bergoglio citó a la “envidia del Demonio por la que entró el pecado en el mundo que arteramente pretende destruir la imagen de Dios” y pronosticó infiernos y hogueras como si estuviéramos en la Inquisición.
El canciller Héctor Twitterman (como lo definió Darío Gallo en Perfil.com) se ha convertido en una especie de muletto naif de Aníbal Fernández, con menos o nula calle. Un peronista más de New York que de Quilmes que no logra apagar el “telenovelón de cuarta” (Néstor dixit) de Venezuela. El Gobierno hace más que el periodismo opositor por tener el tema en los títulos de los diarios y en cualquier momento Eduardo Sigal pega un portazo o se lo pegan. Eso no le permite al canciller sacarle el jugo a un éxito notable como es el camino razonable y pacífico que tomó el conflicto por la ex Botnia.
Finalmente el anuncio de Amado Boudou fue con los dientes apretados al expresar su inconcebible acusación de que por culpa de los trabajadores se pierden de construir 31 mil viviendas. La CGT dijo que el aumento del mínimo no imponible de Ganancias fue “claramente insuficiente”: lo consideran un impuesto al trabajo. Quedó demostrado que la decisión de CFK fue tomada a los apurones y bajo presión de Moyano, que a su vez sentía la respiración en la nunca de los otros gremios. Fuera del tarro cayeron las recomendaciones de Kirchner para que los jubilados “no se dejen manosear por oportunismos lamentables” con el 82% móvil que impulsan los opositores pero también Moyano, Hugo Yasky y Martín Sabbatella, todos aliados del Gobierno. Otra vez todo pérdida para el oficialismo que en su desesperación por ir al ataque se descuida en defensa y se come goles de contragolpe.