Aunque no se diga, para no hacer crujir al relato más de lo que éste podría soportar, el Gobierno ha comenzado a reconocer que el dólar blue y la inflación son un problema. El “Aló Presidenta” a última hora del jueves dejó en claro que ambas cuestiones ya no le son indiferentes.
El desconcierto comenzó entre las 12.30 y las 13 del martes. En media hora, el dólar subió 15 centavos y, según afirmaron fuentes del mercado, no se trató de compras al por mayor ni de grandes operaciones. “Hasta hace poco, si una empresa u operador quería comprar 1 millón de dólares, podía hacerlo sin problemas porque había un gran mercado. Hoy quedan operando un puñado de jugadores y no es fácil hacer una operación negra en este contexto”, señaló una voz que conoce lo que sucede en ese mundo. La suba del martes estuvo impulsada por la demanda minorista, ahorristas que volcaron su dinero al blue para asegurarlo. La gente exige billetes. Hace unos días, un dólar a $ 7,50 parecía caro. Hoy ese valor es cosa del pasado. El desmanejo de la economía y la consecuente aplicación de parches han llegado a la calle. Por lo tanto, el que tiene dólares no los suelta y el que no los tiene, los busca con afán.
Minutos antes de las 14 de ese martes, el mercado se frenó. Sucedió que faltaban dólares y sobraban pesos. El comprador ofrecía 8,25 y no había oferta. Algunas operaciones pico tocaron los 8,30. El resto ya es historia conocida: el miércoles se acentuó la tendencia alcista y el dólar cerró a $ 8,75.
Por la noche, la Presidenta convocó a una reunión de urgencia en Olivos. Allí se sentaron el ministro de Economía, Hernán Lorenzino; la presidenta del BCRA, Mercedes Marcó del Pont; el viceministro de Economía, Axel Kicillof; el secretario de Comercio Interior, Guillermo Moreno, y el titular de la AFIP, Ricardo Echegaray.
Fuentes que conocen los detalles del encuentro aseguran que Cristina Fernández de Kirchner estaba furiosa por lo que consideró “la peor medida de los diez años de kirchnerismo”. Se refería al cepo cambiario. La fuerza de su ira recayó principalmente sobre Ricardo Echegaray y Mercedes Marcó del Pont. “El o yo”, planteó la presidenta del Central. Desde el entorno de la economista salieron a desmentir esta situación que, dos fuentes gubernamentales que saben lo que se dice en la Babel de Olivos, confirmaron.
La reunión dejó más dudas que certezas. Hombres disímiles, enfrentados entre sí, con poderes paralelos y orgullos pronunciados, no lograron calmar a la Presidenta y el encuentro apenas alcanzó para establecer un plan de contingencia.
Moreno fue quien apuntó con mayor virulencia contra Echegaray y Marcó del Pont. El secretario de Comercio deslizó la necesidad de acrecentar el ritmo de devaluación para inyectarle algún nuevo brío a la alicaída actividad industrial y desinflar el blue. Ahí la Presidenta se plantó y le hizo saber que “no estaba dispuesta a tomar una medida tan impopular justo en un año electoral”. Igual, todos los presentes se fueron con la convicción de que esto, así, hasta octubre, no aguanta.
Lorenzino ofreció una mixtura de opciones. Habló de una solución de mercado, inyectando mayores divisas y apurando la devaluación mediante la suba de la cotización del dólar oficial para achicar la brecha entre los dos mercados. Además, apuntó a Moreno al proponer liberar gradualmente las importaciones. Mientras esto ocurría, la mano de Amado Boudou asomaba detrás. El vice, en una reunión posterior en Economía, subrayó la necesidad de concretar un gran acuerdo de precios y salarios hasta las elecciones.
Echegaray insistió en que hay que frenar el gasto y controlar la inflación, pero mantener el cepo en forma tajante.
Kicillof, en tanto, se volvió a mostrar partidario de formalizar el desdoblamiento cambiario. Entonces, la Presidenta, demostrando poseer una buena apreciación de la realidad, le espetó: “Eso es lo que viene ocurriendo en los hechos”. El joven economista, cuyo protagonismo parece diluirse, intentó explicarle las ventajas de oficializar la medida y realizar algunos ajustes técnicos para corregir el rumbo. No la convenció.
Marcó del Pont, cansada y debilitada por las peleas internas (sobre todo con Moreno y Echegaray), apuntó contra el titular de la AFIP, a quien responsabilizó por la última suba del dólar negro.
Hoy, el mercado financiero, atomizado y diezmado por las restricciones, puede controlarse con unos diez a 15 millones de dólares. En la City aseguran que esa cantidad de dinero en la plaza alcanza para hacer subir o bajar la cotización del blue.
No es casualidad que la calma llegara el día jueves, antes del discurso presidencial, con una baja del paralelo de treinta centavos. El plan oficial incluyó aprietes telefónicos, gendarmes en las calles y operaciones ilegales que inyectaban dólares oficiales al mercado negro mediante el aporte de algunos bancos y casas de cambio allegadas al Gobierno. El viernes, el blue recuperó tres centavos.
El panorama es claro y, aunque nadie se atreve a decirlo, las llamadas intimidantes de Moreno no bastan para bajar la cotización del blue. “Creer que con un loco diciendo que va a hacer bajar el paralelo a $ 6 se arregla la economía es no tener idea de nada”, se quejaba con preocupación un líder sindical de la CGT oficialista. Fuentes del mercado aseguran que los operadores son pocos y se conocen entre sí. Todos los relatos coinciden en señalar a una entidad financiera que sirve al Gobierno para inyectar dólares en el mercado paralelo a fin de hacerlo bajar de manera inmediata. ¿Será verdad la mecánica que varios operadores de la City describen con precisión, por la que algunas entidades financieras reciben los dólares del BCRA a un precio casi igual al oficial y lo vuelcan al mercado paralelo vendiéndolo a 8,40? Si es así, ¿quién se queda con esa diferencia?
El “Aló Presidenta” del jueves dejó en claro que el congelamiento de precios hace agua. De ahí, el anuncio de la apertura de las importaciones en algunos rubros. Dos de los destinatarios de esa medida parecerían ser Sancor y La Serenísima. El “gran acuerdo” de precios y salarios entre la CGT oficial y los principales empresarios, es –para desagrado de Moreno– idea de Boudou, a quien el secretario de Comercio detesta. En medio de estas pujas e intrigas en la cúpula del poder, la economía navega a bordo de una nave que se va asemejando cada vez más a un Titanic cuyo capitán cree que los icebergs no existen.
Producción periodística: Guido Baistrocchi.