Durante los últimos días, la agenda pública y las conversaciones sociales han puesto el foco en el abuso sexual contra los niños y niñas. A partir de diversos testimonios y de la propuesta #MiraComoNosPonemos, distintos relatos sacudieron a la sociedad. Para poder contarlo, quienes fueron víctimas de este delito tuvieron que atravesar el dolor que obstruye la palabra y encontrar la fortaleza para enfrentarse a los hechos y a la mirada de la opinión pública.
Cada vez que una persona logra poner en palabras la situación que atravesó, el proceso de reparación del daño comienza a vehiculizarse. Hablar es importante pero no por el detalle de cómo y cuándo sucedió sino porque las víctimas de abuso sexual se encuentran siempre en una situación de sometimiento que al poner en palabras puede comenzar a desarmarse. Esa vulnerabilidad y sometimiento se da en el marco de una relación desigual de poder y es lo que lleva a que, en muchos casos, deban pasar años hasta que la persona logra romper el silencio y poner en palabras su sufrimiento.
En más del 80% de los casos de abuso sexual contra niños y niñas el abusador es un familiar o una persona del entorno cercano, un referente afectivo importante para el niño o niña, y para todo el grupo familiar. Hablar de lo sucedido requiere atravesar la barrera del temor a quedarse solos/as, a que no les crean, a la vergüenza, a perder el afecto de sus seres queridos, a perder un sueño o una oportunidad, entre otros. De todos estos sentimientos se sirve el adulto para utilizar al niño o niña para satisfacer su propio deseo sexual y sostener su conducta, aprovechándose de la fragilidad emocional de sus víctimas.
Vivimos un momento histórico. Que el abuso sexual contra niños y niñas esté en la agenda pública generó un considerable aumento de consultas y denuncias en organismos especializados.
Existen diversas señales de un niño que sufre abuso sexual. Lo fundamental es habilitar la palabra, hacerles saber que cuentan con nuestro apoyo, que siempre les creeremos y que no pondremos en duda su sufrimiento. Lo más importante es escuchar, contener y convertirse en el soporte emocional que permita poner en marcha el andamiaje jurídico e institucional que corresponde.
Sensibilizar sobre esta problemática es el primer paso para que la sociedad replantee sus vínculos y relaciones. El abuso sexual contra niños y niñas es transversal y ocurre en todos los grupos sociales. La única constante es que el adulto abusador es alguien cercano y con acceso a la víctima.
Poner en agenda el tema y darle espacio a la problemática debe ser una constante, más allá de los casos puntuales, porque ello permitirá que las víctimas encuentren su voz y puedan ponerla en palabras con la certeza de que hay una sociedad intransigente con el abuso sexual.
Estamos convencidos de que nuestro presente es un momento bisagra, que hay un camino que se ha iniciado, que seguramente queda mucho por andar pero que ya no puede haber marcha atrás. #MiraComoNosPonemos.
*Directora Nacional de Aldeas Infantiles SOS Argentina