Sofía, 24 años, estudiante universitaria, clase media (baja), además de estudiar trabaja algunas horas para juntar unos pesos. Hace unos meses se enteró de que estaba embarazada, de poquito. Lo primero que pensó fue qué hacía con su carrera, cómo le decía al chico que había conocido aquella noche. Estaba sola, muy sola. Consultó a una amiga, se asesoró. Fue a la farmacia con la receta y compró misoprostol. Por supuesto, la miraron mal. Nada salió como esperaba, tuvo que repetir el procedimiento tres veces.
Martina, 24 años, no tiene trabajo y proviene de una familia humilde. No puede comprar el misoprostol ni puede pagar una intervención quirúrgica en condiciones seguras. Ella ya tomó la decisión pero las experiencias que conoce no son buenas, una conocida no sobrevivió.
Conocí ambos casos y conozco otros. No hay culpas, hay realidades, hay soledad, hay una sociedad que juzga, hay religiones, hay una cultura que te hace sentir el peso cuando tomás la decisión.
La verdad de la milanesa es que hoy el aborto es una realidad y se ha convertido en una cuestión de salud pública.
El aborto en la Argentina es hoy la principal causa de muertes maternas y, según el último estudio, los abortos realizados superan los 400 mil anuales.
Ahora bien, acá lo que tenemos que discutir es el rol del Estado, discusión que ha llevado a que teóricos y académicos escribieran páginas y páginas con visiones distintas que luego aplicaría la política. Aquí estamos hablando de un Estado que interviene y debe garantizar el bienestar de todos los ciudadanos, el acceso a derechos básicos.
Y cuando hablamos de un Estado que interviene, hablamos de un Estado que actúa satisfaciendo las demandas y necesidades de la población sancionando leyes o generando políticas públicas concretas en esta dirección.
Lisa y llanamente, si mueren mujeres por realizarse abortos en situaciones de inseguridad e insalubridad, es imperante que se generen las herramientas para resolverlo y que no miremos para otro lado. ¿O acaso alguien cree que porque no hablemos del aborto y no se sancione la ley, estos van a dejar de existir?
En países como Holanda (¡en los 80!) o Uruguay se despenalizó el aborto porque efectivamente la manera de resolver la problemática no es desde la prohibición, y acá derribamos otro mito porque, en contra de lo que a veces se dice, no aumentó la tasa de abortos desde su implementación.
Por supuesto que el primer paso es la educación sexual integral, que en las escuelas públicas, y privadas, se hable de educación sexual y reproductiva.
Por supuesto que el sistema de salud pública debe estar acorde con los tiempos que corren, garantizando el acceso a métodos anticonceptivos de manera gratuita.
Así es que el lema de la Campaña Nacional por el Aborto Legal, Seguro y Gratuito dice “Educación sexual para decidir, anticonceptivos para no abortar, aborto legal para no morir”, porque el aborto es el último paso.
Es que todo va de la mano y tal vez lo que tengamos que entender los argentinos y argentinas es que el Estado debe legislar y actuar por el bienestar general, sin preceptos ni mandatos religiosos.
Tal vez tengamos que entender que Sofía o Martina pueden ser tu vecina, tu prima, tu hermana o tu hija, solo que viven en una sociedad que no siempre escucha y tantas veces juzga.
Aun así, yo soy optimista y creo que vamos por el camino correcto, que la lucha de tantas y por tanto tiempo dará sus frutos.
Soy optimista y estoy convencida de que soy parte de una generación que elige no hacerse la distraída, que elige debatir, intercambiar y poner el diálogo por encima de las diferencias. Como dije antes, si al menos no lo debatimos, los abortos seguirán existiendo y más mujeres seguirán muriendo, sobre todo aquellas que no tienen recursos.
*Diputada nacional UCR.