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SELECCION GASOLERA

Hace bien los deberes pero no se saca 10

Con el 3-0 contundente y previsible ante Bolivia, con goles de Agüero y Riquelme, en dos oportunidaes, el equipo de Basile sigue con puntaje ideal en las Eliminatorias. Pese a los números que marcan eficiencia, al equipo le sigue faltando ese plus que se le exige por contar con un plantel lleno de figuras. El martes visita a Colombia, que ayer venció a Venezuela.

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Gonzalo Bonadeo |

Antes que nada, confieso que no aspiro a que el Coco Basile preste la mínima atención a esta columna. Es más, ni siquiera creo que vaya a leerla. Más aún: como profesional y como hincha, espero que, a la hora de tomar decisiones, prescinda de aquello que opinamos los periodistas. Entiendo que el trabajo del técnico del seleccionado pasa por muchos lados; jamás por el de dejarse influenciar por los medios. Con esto quiero decir que las líneas que vienen responden mucho a la necesidad de hacer catarsis luego de semejante bodrio, y nada a la presunción de que Basile se haga cargo de ellas ni tantito así, como decía Ernesto.
Soy de aquellos que creen que ni el más afamado de los cronistas futboleros puede discutir profundamente sobre la construcción de un equipo con alguien de la talla del Coco. También creo que ni el más modesto de los cronistas futboleros debe reprimir su opinión sobre el mal denominado “equipo de todos”. Desde ya, asumo la ingenuidad de formar parte de tan selecta minoría: comemos de un mercado tan lleno de periodistas que creen que podrían poner en cancha un equipo, como de periodistas que prefieren guardar para la mesa de café la menor crítica, a cambio de evitar que algún protagonista les retire el saludo.
Por lo pronto, luego de tres partidos y a 72 horas de jugar en Eliminatorias por última vez en SIETE meses, la Argentina se aferra engañosamente a números que históricamente la favorecen; al menos desde que se instaló este sistema para llegar a los mundiales. Ante Chile y ante Venezuela regulamos. Apenas hicimos tres pases bien, encontramos el par de goles que convirtió esos partidos en una función de cine de la cual el público se va después de ver menos de la mitad de la película.
Ante Bolivia, al menos, se invirtió la ecuación y nos fuimos de la cancha con la sensación de que lo menos malo se había hecho en el segundo tiempo. Pero no tanto porque el segundo tiempo haya sido fantástico, sino porque el primero remite a 20 años atrás, cuando paradójicamente un seleccionado campeón mundial nos quitaba pronto la ilusión de ver fútbol creativo y de ataque.
Da pena que haya salido tan mal la sana intención de juntar tanto talento de media cancha hacia adelante. Y usted sabe que en este fútbol contemporáneo, basta un partido de prueba para bochar el esquema de tres delanteros y un creador. No importa si después jugamos mal torneos enteros probando con hasta siete jugadores más duchos hacia atrás que hacia adelante. Es un hecho que el formato no se repetirá en lo inmediato, al menos de entrada. Y, francamente, no creo que el inconveniente pase por el esquema sino por el rendimiento y la actitud de algunas individualidades. El caso más emblemático de la paradoja es el de Riquelme. Roman volvió a ser en los números el jugador más influyente: dos goles y un tiro libre que casi lo fue lo habrán convertido en figura para más de un chauvinista. Pero este equipo, con tres o dos puntas, de local o de visitante, no puede jugar con 10 todo un tiempo y que, justamente, el ausente sea el fenomenal Román.
A esta altura, está claro que Riquelme es la usina de un equipo que necesita otra intensidad ante los rivales fáciles, si quiere aceitar un funcionamiento que permita ganarle a Brasil o soñar en el Mundial. Visto lo difícil que es afinar cada instrumento cuando las piezas se juntan muy de vez en cuando, entiendo fundamental jugar al mango cada vez que toca. Y la Argentina no lo hizo en ninguno de los tres partidos.
El riesgo es que nos ceguemos volviendo al asunto de un invicto que no siempre permita analizar cómo se juega. Recordemos que en la anterior era Basile se celebró la racha invicta sin que eso significara marcar las diferencias entre la brillantez de la Copa América del ’91 y la chatura de la Copa América del ’93. Para colmo, desde las tribunas no llega un mensaje hostil ni mucho menos (por cierto, es bueno que así sea). La gente que llena el Monumental pareciera irse satisfecha con las pinceladas de Román y el vértigo de Messi, como a quien le alcanza que los Stones toquen Start Me Up, sin importar si el resto del show fue playback.
A favor del sopor de ayer: es inaudito que la Argentina haya jugado en ese campo de juego. Y por más que digan que reglamentariamente no se podía cambiar, no tengo registrado que se haya propuesto a Bolivia jugar en algo más parecido a una cancha de fútbol.
Así estamos. Sabemos que buena parte de las joyas que tiene el mundo del fútbol usan la celeste y blanca. Ahora falta que esas joyas se muevan con la misma coordinación y con la misma intensidad que cuando la camiseta que usan es la de quienes les pagan el sueldo.