El 20 la ciudad amaneció mal escrita por Orwell. Las estaciones pregonaban las medidas inconstitucionales del protocolo de Bullrich, amenazando con represión a potenciales ingresantes a la ciudad si osaban ejercer el libre derecho de manifestarse en la cada vez más icónica jornada del 20 de diciembre. Allí se apostó TN buscando vecinos a los que les molestaran cortes y marchas, pero se dieron de narices contra una población enfurecida, que no solo les señalaba la flagrante ilegalidad de la medida sino que subrayaban la complicidad de esos medios al instalar una realidad subvertida en la que los únicos que pueden marchar libremente son los antiderechos, los pañuelos celestes, los antivacunas, los terraplanistas.
¿Y eso de que la libertad avanzaría en qué quedó?
Está claro que comienza a escribirse la campaña del miedo. Los altoparlantes en Once no están orientados a los manifestantes, que tal vez lleguen organizados en columnas, sino al usuario en general, para que tema represalias por cualquier posible idea que le surja para expresar su descontento.
Campaña del miedo también es volar a Bahía Blanca disfrazado de milico para decir que no hay plata y que confía en que la ciudad sabrá salir del desastre. Reemplazar la ayuda por íconos de guerra es lo mismo que hacen los economistas (que ocupan todo lo visible, desde el Ministerio hasta la Cancillería) cuando hablan de economía de guerra y hacen sus negocios. Para el economista, toda variable se comporta como números: pues que se ajusten solas. Los números no sufren.
Pero la naturaleza de la sociedad, de variables infinitas, sensible a la acción y reacción, está muy lejos de la naturaleza del cálculo. Lo veremos.
