Salir del modelo de matriz diversificada productiva con inclusión social parece una tarea casi imposible. La “matriz” se transformó en una bomba que podía explotar inmediatamente a los tres o cuatro años. Desde esta perspectiva, la discusión “gradualismo versus shock” parece una ingenuidad. Lo único que se puede hacer es postergar la catástrofe, ¿o es todavía evitable?
El Gobierno parece apostar a que un milagroso crecimiento la desactive mientras la sigue cargando con más dinamita: este año el déficit fiscal rondará los $ 600 mil millones; el próximo, la cifra puede ser similar, y 2019 es nuevamente un año electoral. La política antiinflacionaria se sustenta en el endeudamiento del Banco Central mediante letras, y en nada más. El monto de Lebacs y pases ronda los $ 950 mil millones y es un 30% superior a la base monetaria.
Las autoridades cifran su optimismo en tres pilares: un triunfo electoral contundente en octubre que robustezca su poder de negociación en el Congreso; una lluvia de inversiones de argentinos e internacionales que expandan el Producto de manera exponencial, y por consiguiente licúen en términos relativos el descomunal gasto público; y una reactivación del consumo de la mano del incremento de los sueldos y la obra pública. Pero analicemos uno por uno estos supuestos.
Es probable que el Gobierno obtenga un triunfo electoral en octubre, aunque de acuerdo con las encuestas actuales puede no ser contundente, lo cual postergará de inmediato la discusión al ya temprano 2019. Lanzado el kirchnerismo, el partido justicialista, las fuerzas de Massa y Stolbizer, Lousteau que dará lucha en Capital más los partidos de izquierda y minoritarios, es dable pensar que nadie supere por mucho un 30% de los sufragios, lo que restará poder de negociación al oficialismo. En el corto plazo, la economía podrá crecer modestamente de la mano de la obra pública y de algún incremento también modesto del poder adquisitivo de los salarios, pero para encaminarnos a un sendero de endeudamiento sustentable necesitamos crecer al mismo ritmo que la deuda pública, o al menos estar seguros de que a comienzos del próximo período de gobierno alcanzaremos el equilibrio fiscal. ¿Es posible crecer en un contexto de atraso cambiario, un menú terrorífico de impuestos, leyes laborales nefastas, inestabilidad política y la dinámica de endeudamiento que describimos? ¿Existe alguna fuerza política que pueda bajar el insustentable gasto público?
El ingreso de capitales obedece a una razón especulativa que puede revertirse de la noche a la mañana por diversos factores, domésticos y foráneos. En dos años y medio el dólar pasó de $ 13 a $ 16, un modesto incremento de 9% anual, menos de 1/3 de la tasa de interés promedio. En ese período la inflación superó el 70%, lo que implica un atraso palmario en el tipo de cambio que invita a la especulación, dificulta las exportaciones, promueve las importaciones y asfixia a las economías regionales, con lo que aumenta el endeudamiento y reduce la recaudación impositiva.
Por otra parte, con todos los ajustes necesarios en el precio de las tarifas de los servicios públicos encarados por la administración Macri, que demagógicamente dejó aplastados el kirchnerismo, no se llegó aún al 50% de lo que deberían subir. Digamos con claridad que bajar la inflación simplemente con el aumento de las tasas de interés y absorbiendo dinero vía deuda pública resulta quimérico. Y continuar aumentando la luz, el gas, el agua, el transporte o el teléfono parece cada vez más difícil desde el punto de vista social.
Con suma valentía el presidente Macri denuncia las mafias sindicales, reduce empleos públicos y pensiones de dudosísima legitimidad, intenta eliminar trabas aduaneras y trámites burocráticos. Pero esto son grageas comparado con la ciclópea tarea de organizar un plan macroeconómico de ajuste.
La idea de que el ajuste será licuado por un crecimiento vigoroso y sostenido parece un pensamiento mágico, un deseo que otra vez podrá estrellarnos contra la falta de financiamiento. No es nuestro objetivo tener razón ni ser reconocidos por haber pronosticado un nuevo colapso; lo que deseamos humildemente es contribuir a evitarlo.
* Ex directivo de Ambito Financiero. ** Economista.