La Argentina enfrenta una de sus más delicadas crisis institucionales desde el advenimiento de la democracia. Si bien en el año 2001 hemos pasado por circunstancias más complejas en lo político-económico, los mecanismos republicanos y democráticos se encontraban organizados sólidamente para responder en forma responsable. Los partidos políticos funcionaban y le daban sustento de legalidad y legitimidad al Parlamento que fue el que pudo resolver el vacío de poder.
En la actualidad, se ha producido una implosión en la lógica de los partidos –entre otros desmanes– dejando un vacío político institucional, en el que aparecen formas primitivas y esporádicas de representación mediática y alternativa, que se alejan –cada vez más– de la organicidad requerida y de la esencia de la política: la representación.
Esto da como resultado el absurdo de una democracia que ha quebrado el Estado de Derecho, la seguridad jurídica y la previsibilidad para generar producción y trabajo para los argentinos. La pérdida de seguridad jurídica y de la previsión para las inversiones ha expulsado la posibilidad de nuevas fuentes de trabajo y de un crecimiento sostenido mayor, capaz de distribuir genuinamente la riqueza producida con valor agregado. El alejarnos del mundo significó que el mundo se alejara de nosotros.
Nos encontramos sin política exterior, con una errada política económica y con el principal partido político en un estado de acefalía real.
En relación a lo internacional, hemos perdido la gran oportunidad que se nos ha presentado en relación a las condiciones del comercio mundial.
En lo económico, vemos que todos los índices micro y macroeconómicos comienzan a sincerarse: aumento de la pobreza y la indigencia con todas las enfermedades relacionadas, crisis del sistema nacional de energía, aniquilamiento del sistema productivo, y así podríamos seguir con muchos otros ítems.
En esta coyuntura, dos desafíos se presentan como fundamentales:
*Diseñar una política exterior y económica para aprovechar las incomparables oportunidades de la economía internacional e insertarnos definitivamente en el tren del verdadero desarrollo. Esto debe ir acompañado de una modificación estructural de las condiciones favorables para la inversión, que permita generar empleo genuino y distribución de la riqueza sustentable en el largo plazo, saliendo rápidamente del sistema prebendario y de subsidios distorsivos que sólo se sostiene con endeudamiento y transferencia de recursos.
*Construir un sistema institucional sólido con todos los sectores representativos, donde sean los partidos políticos el corazón de una democracia madura y plural que permita darles legitimidad y sustento a las reformas que necesitamos de cara al Bicentenario.
Estas bases de la cultura política argentina, generarán un círculo virtuoso hacia una institucionalización republicana que dará como resultado las condiciones económicas para una justicia social definitiva.
Reestablecer plenamente la República, en la que los tres poderes del Estado cumplan sus deberes libremente, fomentando la transparencia, la eficiencia y el control, tanto en el manejo de la cosa pública, desde el Poder Ejecutivo, como en el ámbito Legislativo y de la administración de Justicia.
Una República que a poco de cumplir sus 200 años de vida debe volver a pensar y trabajar mancomunadamente en su futuro, con un espíritu fraterno y solidario, que deje atrás rencores y enfrentamientos que no ayudan a generar progreso y desarrollo para el país y su pueblo.
Debemos pensar y hacer aquello que el pueblo nos demanda, teniendo como horizonte un futuro cercano de crecimiento productivo armonizando el capital y el trabajo, una política ética y republicana que sustente como meta y razón de ser a la justicia social en toda su magnitud y significado.
*Ex gobernador de Misiones, diputado y senador nacional y ex presidente provisional del Senado a cargo del Poder Ejecutivo Nacional.