Un 25 de noviembre de 1960, las hermanas Mirabal fueron asesinadas por el régimen dictatorial de Trujillo, por haberse opuesto a la violencia de la dictadura de República Dominicana. Este brutal asesinato, a manos de la policía secreta, marcó el inicio de la caída del régimen. También fue la fecha en que en 1981 se convocó al primer Encuentro Feminista de Latinoamérica y el Caribe, en Bogotá (Colombia), donde las mujeres denunciaron los abusos y las violencias. En 1999, la ONU lo declaró Día Internacional de la Eliminación de la Violencia contra la Mujer.
En nuestro país, desde la Constitución de 1994, cuando se incorporó la Convención sobre la Eliminación de todas las Formas de Discriminación contra la Mujer, se le ha dado la mayor jerarquía legal a esta lucha contra la violencia y por los derechos humanos de las mujeres, niñas y adolescentes. Y mucho se ha avanzado desde entonces: contamos con la ley de cupo femenino, la ley de parto respetado, la ley de Educación Sexual Integral y, sobre todo, la Ley 26.485 de protección integral para prevenir, sancionar y erradicar la violencia contra las mujeres en los ámbitos en que desarrollen sus relaciones interpersonales, más conocida como ley de violencia de género.
Hoy entendemos que es importante reconocer que la violencia de género, dirigida a la mitad de la población, ocurre en todos los ámbitos en que viven y se desarrollan las mujeres y niñas, y que está basada en una desproporcionada y gigantesca desigualdad construida histórica y socialmente, que sustenta y reproduce privilegios masculinos y atenta contra los derechos de las mujeres. A pesar de los cambios, de los avances legislativos y de las luchas populares, en todo el mundo las mujeres tienen menos acceso a la titularidad de la vivienda, a la propiedad de la tierra, a trabajos mejor remunerados y más estables, a la posibilidad de estudiar carreras universitarias, a la participación política y sindical.
En tanto no se luche activamente para erradicar esta violencia, cruel e inhumana, tan extendida que se estima que el 35 a 40% de las mujeres la ha vivido en carne propia, no estaremos en un mundo equilibrado e igualitario.
En el sindicato de trabajadores y trabajadoras de edificios desde hace años venimos llevando adelante acciones en ese sentido. Promovimos y sostenemos la Red vivir Sin Violencia, un servicio integrado por un equipo interdisciplinario que permite que las afiliadas y familiares de afiliados accedan a atención, orientación y acompañamiento en situaciones de violencia de género en el ámbito doméstico. La Red actúa articuladamente con los servicios de salud de la obra social y con las delegadas y delegados gremiales, contribuyendo con capacitación profesional y con atención directa a que las mujeres que sufren el impacto de las violencias en sus vidas puedan acceder a sus derechos: derecho a la salud, a la Justicia, a la autonomía y, sobre todo, al pleno desarrollo y bienestar. Hoy la Red forma orientadoras comunitarias en prevención de violencias, y abre sus puertas para actividades de concientización y educación sobre el tema de la violencia de género. Desde la actividad gremial sostuvimos la necesidad del cupo en las elecciones sindicales, y hoy hay más mujeres ejerciendo efectivamente los cargos directivos del sindicato.
Los cambios que se requieren son culturales, profundos, y nos comprometen a todos. No alcanza con sumar una foto en redes sociales con un cartel de una campaña.
Que este 25 de noviembre estemos todos y todas en la calle, juntos, codo a codo, expresando nuestra necesidad y firme propósito de convivir en paz, sin exclusiones ni discriminación, con cada vez menos violencia y mayor posibilidad de crear un mundo igualitario, acompañando a las mujeres en su lucha, que es la nuestra.
*Secretario general Suterh.