Fue una noche rara. En un momento dado no se sabía bien el porqué de algunas presencias ni la causa de otras ausencias. Por lo tanto, no debería extrañar que la fallida sesión de la Cámara de Diputados que finalizó en la madrugada del jueves, en la que el oficialismo buscaba con desesperación la media sanción del proyecto de ley del Presupuesto 2011, vaya en camino a convertirse en un escándalo de consecuencias imprevisibles. Las denuncias de las diputadas Elsa Alvarez y Cynthia Hotton sobre el ofrecimiento de coimas por parte de funcionarios del Gobierno amenazan con ocasionar un terremoto político. “Cuando Carrió dijo lo de la Banelco sabía muy bien de lo que hablaba”, reconoce un legislador opositor que conoce la trama de una noche en la que parte de sus secretos aún no han sido develados. “A mí también me llamaron; y como a mí, a otros. Me ofrecieron 50 mil pesos; dije que no”, reconoce otro legislador de la oposición, quien (más allá del off the record) debería asumir la responsabilidad de la denuncia formal ante la Comisión de Asuntos Constitucionales de la Cámara baja y la Justicia. “Empezaban por 50 mil, pero si uno pedía que le agregaran un cero más, te lo daban”, amplía otro legislador que rechazó la propuesta indecente.
El Gobierno hizo, hasta aquí, lo mismo que otros antes: negó todo y se lanzó a descalificar las denuncias y a los denunciantes. La realidad parece ir por otro lado. Las denuncias de las dos diputadas que se atrevieron a hablar públicamente tienen alto grado de verosimilitud. Las otras, también.
La historia reciente es abundante en narraciones de casos similares. Por ejemplo, el del senador Emilio Rached, cuyo voto fue clave para el fracaso de la Resolución 125, quien ante sus allegados confesó que a través de un mensaje de texto le ofrecieron “pedí lo que quieras”. O las denuncias de los aprietes a los que eran sometidos los gobernadores para que presionaran a sus legisladores a fin de que apoyaran los proyectos que interesaban al Gobierno. Ahí se canjeaban voluntades por dinero para obras públicas, que dependían de fondos nacionales.
Con Néstor Kirchner, él se encargaba en persona de monitorear estas acciones. “Su ausencia se notó y mucho; sabía cómo manejar esto”, cuenta un legislador oficialista, azorado ante estos comportamientos a los que califica de “desprolijos”. Y agrega: “El problema es la falta de conducción para hacer estas cosas; ahora nadie sabe bien quién hace qué.” Por las dudas, un vocero de un ministro que tiene despacho en la Casa Rosada intenta aclarar que “en ésta, nosotros no tuvimos nada que ver”.
“Todo era un descontrol”, narra un diputado que también pide anonimato. A otro, también de la oposición, le preguntaron qué quería para aprobar el Presupuesto. “Quiero que levanten el veto al 82% móvil para los jubilados que cobran la mínima y que se blanqueen las cifras de la inflación que dibuja el Indec”, fue su respuesta. El interlocutor se apresuró a cortar la comunicación, con la promesa de un próximo llamado que nunca se concretó.
Uno de los bloques donde este bochorno más golpeó fue en el de PRO. El discurso de su jefe, Federico Pinedo, mostró a un hombre casi abatido por la circunstancia de no haber podido controlar a su bancada. ¿Será verdad que a varios de los integrantes de PRO, el encargado de contactarlos fue la misma persona vinculada al fútbol y los bingos que le ofreció plata a un diputado bonaerense opositor, que la rechazó? Lo cierto es que la conducción de los legisladores del partido de Mauricio Macri quedó muy afectada. Prueba de la gravedad fue la reunión a la que en forma urgente convocó Macri en la tarde del jueves. Hubo allí, pase de facturas y una orden del jefe de Gobierno de terminar con esa interna feroz. Pero la evolución de los hechos parecería ir a contramano de ese pedido.
En la UCR, donde cunde la desorientación, también hay diputados que han quedado bajo sospecha al ausentarse a la hora de votar. “Esto ya lo vivimos”, señalaba amargamente un diputado radical que no encontraba una explicación que pudiera justificar la decisión de abandonar el recinto de sus correligionarios. En el radicalismo, algunos creen que el oficialismo hizo esto ex profeso para que no haya presupuesto y poder así prorrogar el de 2010.
Volantazo. El otro hecho resonante de la semana política fue la decisión que tomó Carlos Reutemann de abandonar la conducción del Peronismo Federal, que quedó gravemente herido. “Nunca se sintió cómodo ahí; no veía la hora de irse”, explica alguien de la hermética cercanía del senador santafesino. En el Gobierno, su actitud fue causa de festejo. Paradójicamente, otro de los que se alegraron con esa determinación fue Francisco de Narváez. Todos se ilusionan con atraer al ex piloto a su sector. “Si el Gobierno cree que Carlos va a ir con ellos, se equivoca. Está muy activo con la idea de armar un Peronismo Federal distinto y para eso, con De Narváez hay mucha química. Reutemann no dio un paso al costado, sino uno adelante”, se entusiasma esa misma fuente.
Lo de Reutemann no parece algo aislado. Es alta la insatisfacción de varios de los que se alejaron de las orillas K para recalar en la disidencia. “Nos fuimos porque no tolerábamos los modos autoritarios de Kirchner, así que no vamos a prestarnos a que nos pase lo mismo con Romero, Puerta, Rodríguez Sáa y Duhalde”, señalan varios dirigentes dispuestos a seguir los pasos de Reutemann. Otro que estaría por hacer lo mismo es el hombre fuerte del PJ de Entre Ríos, Jorge Busti.
Los pocos que hablaron con Reutemann en estas horas dicen haberlo encontrado aliviado y de muy buen ánimo (ver página 2). Lo que lo decidió a alejarse fue la actitud de confrontación con el Gobierno, que se evidenció en la reunión del martes pasado en la casa de Juan Carlos Romero. Le disgustó mucho la frase “se terminó el luto”, que allí se dijo. El senador santafesino no quiere la confrontación. Le molestó que su portazo fuera interpretado como un gesto de acercamiento al kirchnerismo. Está preocupado por la inflación, por eso es que se ha venido reuniendo con un grupo de economistas. Y está a la espera de lo que haga la Presidenta. Sabe que tiene que abocarse a la reestructuración del peronismo santafesino y está convencido de que muchos dirigentes lo van a seguir.
Mientras tanto, recién arribada de Seúl, Cristina Fernández de Kirchner deberá ocuparse de dos temas prioritarios: las internas que despuntan en su Gabinete y la inflación, asuntos de los que solía encargarse su marido, una ausencia de notable presencia en estas horas atribuladas de la política argentina.
Producción periodistica: Guido Baistrocchi