Hay tres fuentes mayores de incertidumbre política en la Argentina de hoy: quién accederá al gobierno en 2011; como podrá gobernar quien acceda al gobierno –como asegurar la gobernabilidad–; qué hará desde el gobierno –qué políticas querrá o podrá ejecutar–.
Quién puede ganar la elección presidencial es hoy asunto de preferencias de los ciudadanos o de deseos de los posibles candidatos, pero no de pronósticos serios. Hay unos seis candidatos imaginables con alguna posibilidad de llegar al ballottage. Si uno se pregunta qué representan, es difícil responder, a excepción de Kirchner. La gente de la calle los ubica en un mapa de coordenadas: una es gobierno vs. oposición; otra, poco conocido vs. muy conocido; una tercera, peronista vs. no peronista. Los comentaristas se enfocan casi exclusivamente en el primer eje, pero no así la mayoría de la gente (la opinión pública es capaz de desarrollar percepciones sin depender demasiado de los comentaristas mediáticos). Lo nuevo no es muy nuevo; todavía no asoman ‘tapados’, del estilo Enriquez-Ominami, Clegg o Mockus, que a veces aparecen. Tampoco aparece alguno dispuesto a jugarse ofreciendo un programa sustantivo, proponer soluciones distintas de las obviedades de todos (¿se acuerdan de las campañas de 1999, cuando el eje sobre el que se discutía era estabilidad cambiaria vs. devaluación, y los votantes eligieron?). El resultado de la próxima elección presidencial es totalmente incierto.
Con respecto a cómo gobernará quien gane la presidencia existe una sola certeza: ninguno podrá gobernar sin una coalición amplia. Ni siquiera Kirchner. Es improbable que en 2011 se formen mayorías absolutas en el Congreso. En un régimen de gobierno parlamentario, eso no constituye una amenaza a la gobernabilidad; aun cuando el gobierno pueda ser inestable (caso de Cameron en Inglaterra, hoy) la institucionalidad no está en riesgo. En un régimen presidencialista –y tanto más si se trata de la Argentina– la gobernabilidad depende de la formación de mayorías parlamentarias y además de la neutralización de factores de poder no institucionales. El único de esos factores que la Argentina supo neutralizar a partir de 1983 es el militar.
Los políticos hoy se muestran renuentes a pensar seriamente en coaliciones. Por lo pronto, por la alta aversión a todo lo que huele a programático que hoy predomina –lo que hace lugar al excesivo personalismo–. Además, por temor a que el rédito político se lo lleve algún otro integrante de la eventual coalición. Cuando se teme que un gol sea un éxito de quien lo hace y no de todo el equipo, se tiende a no pasar la pelota –perdiéndose un gol–. Ciertamente, se habla de coaliciones, pero la gente no lo toma muy en serio, porque las acciones no son conducentes a ese propósito. Aun más, quienes podrían integrarlas no se privan de hablar mal de otros potenciales socios de su misma coalición.
Acerca de qué hará el próximo gobierno no sabemos absolutamente nada, no sólo porque no sabemos quién llegará al gobierno, sino sobre todo, porque ninguno de los que están en carrera da indicios de qué trataría de hacer. La ciudadanía está confundida al respecto; por ejemplo, muchos argentinos quieren un peso apreciado, baja inflación y bajo desempleo, todo al mismo tiempo; otros agregan a esa fórmula contención del gasto público, pero quieren, a la vez, servicios públicos subsidiados. Esas demandas contradictorias pueden ser tomadas en cuenta en el plano discursivo, pero como el hombre de la calle es más sensible a los hechos que a las palabras, el resultado es inocuo. Claro, ningún eventual candidato sugiere que le gusta un alto nivel de desempleo, alta inflación o gasto público exorbitante; algunos, se dice que creen que un poco de inflación, un poco de gasto público y bastantes subsidios son fórmulas correctas, pero no lo dicen fuerte. Ninguno habla del tipo de cambio; ninguno dice si prefiere una economía abierta o una cerrada. No dicen nada de la educación, ni de cómo combatir el crimen, ni del medio ambiente, ni del transporte, ni de…
El oficialismo define contenidos. Ante todo porque, siendo gobierno, basta y sobra con sus acciones. A veces, la Presidenta explicita discursivamente sus ideas. Está claro que a unos dos tercios de los argentinos, esas ideas no los conmueven demasiado, pero por notable que parezca, ningún opositor a este gobierno sugiere algo distinto.
Gane quien gane la presidencia en 2011, nadie sabe qué hará desde el gobierno. Esa es la mayor de todas las incertidumbres.
*Rector de la Universidad Torcuato Di Tella.