Patria es la infancia. Esa es la mejor definición de identidad. La persona puede irse a vivir a otro país y pasar toda su vida allí, puede haber evolucionado económica, cultural o intelectualmente pero su subjetividad estará siempre atravesada por aquellos años. Pasa con los idiomas porque el acento de la primera lengua no se borra del todo nunca, o con los gustos musicales, que llevan a los programadores de radio a elegir los temas que fueron exitosos cuando la edad de su audiencia era joven: para los cuarentones, música de los 90; para los cincuentones, música de los 80.
Y es una infancia de hijos de padres empresarios que alcanzaron su mayor esplendor en los años 80, lo que unifica la mirada del mundo que comparten Scioli y Macri, a quienes las circunstancias y oportunidades con las que pudieron construir sus carreras políticas los terminan mostrando como representantes de ideologías económicas contrapuestas –simplificadamente: pro Estado y pro mercado– cuando no hay ninguna frontera que sólidamente marque esas diferencias entre ellos. Hasta no se podría descartar una eventual repetición de cuando en los 90 el candidato peronista, Menem, representaba al pro Estado y el radical, Angeloz, al pro mercado, y luego del triunfo se invirtieron los roles.
Por primera vez desde la llegada de la democracia, en estas elecciones presidenciales los dos principales candidatos vivieron su infancia en un contexto donde el hogar y la empresa familiar eran casi inescindibles.
Esa atmósfera emprendedora será siempre una marca indeleble en la perspectiva de Scioli y Macri aunque no sean ellos mismos empresarios, ni tampoco sus padres hayan podido continuar hasta hoy con sus empresas.
También representa una parábola de la Argentina de las últimas décadas que los padres de ambos candidatos hayan alcanzado su cenit empresario en los 80 para perder sus empresas en los 90: la Casa Scioli de electrodomésticos en el caso de José Osvaldo Scioli, padre del actual candidato, y Sevel más gran parte del grupo Socma en el caso de Franco Macri.
Señal de un país con una clase empresaria poco competitiva, como en el caso de Franco Macri que, cuando con las privatizaciones se le acabó la “patria contratista” del Estado y tanto Fiat como Peugeot decidieron volver al país por cuenta propia, no supo reconvertirse, o como en el caso de la Casa Scioli de electrodomésticos, que tampoco logró atravesar las turbulencias de los 90 (al igual que el otro socio de Romay en Canal 9, Héctor Peres Pícaro), como sí pudieron hacerlo Garbarino y Frávega, creciendo exponencialmente en los años posteriores. Pero más allá de esas limitaciones, que no son todas atribuibles a errores de ellos mismos, sino también a un país que pasó dos ciclos de megadevaluaciones y recesiones, no hay que minimizar el síntoma que significa que la sociedad argentina esté predispuesta a elegir como presidente a alguien que nació rico, que nunca fue empleado ni sabe lo que es vivir de un sueldo, y llegó a la política desde fuera de ella. Tanto Alfonsín como Menem, De la Rúa, Duhalde y los Kirchner alcanzaron la presidencia tras haber tenido sólo dedicación a la política y casi ningún paso por la actividad privada. Algo debe querer decir la sociedad al aceptar como presidenciables a personas que no representan al político clásico y provengan de una familia de empresarios: el abuelo de Scioli también tenía una empresa de venta de materiales eléctricos y entre los ancestros de Franco Macri en Italia hay varios emprendedores.
Es probable que la sociedad argentina, inconscientemente, desee darle un sesgo desarrollista al futuro y aspire a un foco más colocado en el progreso económico, dando por concluida la etapa de las grandes discusiones ideológicas que muy necesariamente llevaron adelante Alfonsín, con la reinstauración de la democracia y el juicio a los ex comandantes de la dictadura, más la segunda parte de esa tarea que completó el ciclo kirchnerista.
Si retrotrajéramos el reloj diez años, nos hubiera resultado increíble que personas con tan poca espesura intelectual e ideológica como Scioli y Macri pudieran llegar a ser presidentes y hoy nos parece algo “normal”. Puede haber algo dentro de ellos que resulte un tácito significante de la época que viene y que el pueblo o la sociedad subliminalmente registra al elegirlos. Es cierto que se vota sólo entre las alternativas que se ofrecen, pero no llegaron Scioli y Macri a ser las preferidas dos opciones de la mayoría sin reiteradas muestras de apoyo de los votantes que los reeligieron en sus puestos actuales.
Hijos de empresarios para presidente, algo debe representar en un país donde calificar a alguien de empresario fue ubicarlo en el bando de los malos y, no pocas veces, casi un insulto.
Continúa mañana con “Hijos de empresarios II”