COLUMNISTAS

Identidad revelada

Esta semana una mujer norteamericana que tiene un blog o bitácora en Internet decidió querellar a Google por revelar su verdadera identidad.

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Esta semana una mujer norteamericana que tiene un blog o bitácora en Internet decidió querellar a Google por revelar su verdadera identidad. La mujer se dedicaba a difamar anónimamente en su blog a una modelo canadiense llamada Liskula Cohen, insultándola de todas las formas posibles. Como el blog había sido abierto valiéndose de la herramienta Blogger (que pertenece a Google), la Justicia ordenó a Google revelar la identidad de la usuaria. Ahora la bloguera desenmascarada demanda a Google por 15 millones de dólares en daños y perjuicios por considerar que su intimidad fue violada. La postura de Google al respecto es clara: defienden a todas aquellas personas que sean víctimas de intimidaciones pero también toman medidas para respetar la vida privada de los usuarios al no difundir información sobre ellos, a menos que lo exija la Justicia.

Lo que no es claro es en qué casos la Justicia puede solicitar esos datos. Es discutible dónde se traza esa línea, qué se considera intimidación o difamación, cuándo es lícito solicitar la identidad de un usuario. Con la paranoia y la susceptibilidad general que hay, si dieran cauce legal a todos los que se sienten insultados por blogs u otros espacios anónimos de Internet, no darían abasto con las demandas.

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Internet es un espacio más mental que real, es el espacio de la proyección. En la Web la gente se inventa a sí misma, se inventa amigos, enemigos, amantes, aliados, y lo hace con una mínima respuesta del otro lado. Si, por ejemplo, un hombre conoce a una mujer por chat y empieza a tener un diálogo erótico con ella, esa identidad femenina se convierte en depositaria de los deseos del hombre. Claro que esto sucede también en los encuentros cara a cara, pero en Internet el cerebro tiene más libertad para inventar al otro a gusto propio, hay menos realidad estorbando la imaginación. El otro es más que nunca una proyección personal, no es totalmente inventado pero casi, y tiene la cuota de reacción inesperada necesaria para que parezca un otro fuera de nuestro control. Lo mismo sucede muchas veces con los enemigos en Internet, los inventamos nosotros, o mejor dicho, los completamos, los recubrimos de carne y hueso, les ponemos cara, suponemos que quien nos insultó es fulano de tal, nos enojamos con nuestros enemigos imaginarios, elucubramos las razones del insulto remontándonos a nuestros propios conflictos. Internet es el territorio más fértil que existe para la paranoia y la baja autoestima. Pero se complementa porque es también propicia para la celebración ilimitada del yo. Quizá el narcisismo y la baja autoestima son caras de una misma moneda.

Con respecto al tema de los datos privados que manejan las empresas de Internet, este año ante la presión de los usuarios, la red social Facebook tuvo que dar marcha atrás con las cláusulas donde se establecía como dueña de la totalidad de la información publicada por la gente a través de su programa, ya fueran fotos o mensajes, incluso si uno decidía borrar su propia cuenta. Hace cinco años, los familiares del soldado Justin Ellsworth –muerto en la Guerra de Irak–, solicitaron a Yahoo la clave de su correo electrónico para recuperar sus e-mails. La empresa Yahoo se negó aduciendo que los datos son intransferibles y confidenciales. Los términos y condiciones de Yahoo aclaran, en una cláusula aparentemente absurda, que con la muerte del usuario terminan los derechos sobre su identidad en la cuenta y los datos que en ella guarda. Aunque parezca como una regla de club que resuelve negarles el acceso a los socios muertos, fueron estos términos los que esgrimió la empresa para no revelar la contraseña del soldado Ellsworth a sus familiares.

En los próximos años, los términos y condiciones de las empresas de Internet tendrán probablemente cada vez más alternativas de confidencialidad ante la posibilidad de que muera el usuario. El usuario podrá decidir si revela o no su contraseña en caso de muerte, y hasta podrá enviar mails años después de haber dejado esta vida. De hecho ya existe ese servicio, bastante macabro, que envía mails de muertos con saludos a sus familiares y amigos (hay muertos muy previsores). Falta poco para que se pueda crear una conciencia que nos sobreviva, que tome decisiones, que conteste preguntas, que mande saludos, que dé nuestra opinión, todo esto vía Internet. Una conciencia inmortal que nos actualice el blog, y que mande twits a Twitter contando lo que no estamos haciendo, o lo que estaríamos haciendo si estuviéramos vivos.