La clase media está con el agua al cuello. Si eso le ocurre a los que vivían bien es imaginable el cuadro que surge de los sectores populares. La inflación ha mermado. Aunque se siente, poco, no termina de convencer que vendrán tiempos mejores en el muy corto plazo. En definitiva: será un obstáculo para el Gobierno mostrar grandes éxitos hacia fin del 2016 como viene prometiendo.
La contundente realidad no se cambia de la noche a la mañana. Enfrentarse con ello es practicar la omnipotencia, sentirse “ iluminados”, como varios integrantes del equipo de trabajo que rodea a Mauricio Macri. Ver la realidad tal como, es no como uno quisiera que sea, es tema de adultos. Son “iluminados” (creen tener la verdad) los que sólo se contentan con que las palancas del Banco Central modificarán las expectativas del mercado y la falta de escrúpulos de los formadores de precios.
Iluminados que se defienden detrás de un escudo imaginario llamado “optimismo” aunque luego resulte que es tan sólo una cortina corrediza. Es posible que terminen entendiendo que un “equipo económico”, con funciones y bajadas de líneas contradictorias puede llegar a volverse impotente. O enredarse. Quizás la existencia de un solo ministro, con un ideario clave contrastado con otros integrantes del Estado y avalado institucionalmente resultaría más eficiente, resuelto, contundente.
Si el mundo espera las movidas de Argentina antes de tirarse a la pileta y traer inversiones productivas que den empleo y no sólo inversiones meramente especulativas, los hechos aún dejan bastante que desear. No hay infraestructura, falta mano de obra muy calificada, no hay una Justicia férrea.
Los números importan pero es decisivo cómo se correlacionan con las expectativas sociales, con las movidas de la administración pública y el aguante de la población. Se insiste en un agosto agitado, a cargo de la CTA kirchnerista y agrupaciones de izquierda. Y de otros costados de la vida diaria del país. Más ollas populares en distintos puntos del país para coincidir con los apremios por trabajo. El nuevo factor de poder sindical, el triunvirato, que unifica las centrales piensa ir con pies de plomo en los primeros tiempos. Ello ayudaría a apagar varios fuegos. Pero ¿las condiciones se lo permitirán?
Frente a esto se plantan los que ven otros factores a tener en cuenta. Aseguran que Scioli no hubiera hecho nada distinto a lo de Macri. Aunque es muy probable que la lentitud, las negociaciones paso a paso, el amiguismo acendrado y una conocida ineficiencia habrían sido sus características.
Miguel Kiguel quiere ser más directo. Pronostica una inflación anual de bastante más del 40% para 2016 y del 27% para 2017. Otros de sus colegas coinciden en descartar la recuperación inmediata. Y recalculan las posibilidades que existen ante la ausencia de inversiones inmediatas y pobres exportaciones. ¿Quizás un poco de consumo interno en un 2017 con elecciones parlamentarias? Pero, para pensar, ¿no sería una propuesta populista? Por supuesto que hay técnicos que se aferran a la salvación de un agro abundante de productos y un Brasil que puede despertar con bríos tras un letargo de años alarmante. Por el momento hay pocos indicios.
¿El buen tiempo se dará con una mejora considerable del tipo de cambio que ya está atrasado perjudicando a las economías regionales?
Hay un arrastre de mala praxis que dejó el kirchnerismo-cristinista, más saqueo, más negación, más alteraciones de variables. Eso se instaló, como una enfermedad que corroe las tripas. Este cargamento se recibió y ya sería tiempo de ir preparando movidas ciertas y no soñadas para terminar con la recesión, la inflación, la falta de trabajo privado y los pésimos criterios oficiales de comunicación
*Escritor y periodista.