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Imposturas

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En la noche del miércoles 14. Una pequeña muchedumbre agolpada ante el Congreso cantaba y voceaba consignas en apoyo del matrimonio entre personas del mismo sexo. Partidos de izquierda y defensores de los derechos de los homosexuales reclamaban libertad, justicia, amor, equidad, derechos. ¿Quién puede fastidiarse con causas tan nobles?

Pero estas mismas personas henchidas de ideales virtuosos: ¿pueden ser identificadas como progresistas cuando sus ideas se miden con países y sociedades a los que admiran o –al menos– se cuidan de criticar?

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La Presidenta pasó por China y no dijo una sola palabra sobre derechos humanos en esa potencia, donde sólo es legal el partido gobernante. Exaltó, además, las similitudes entre maoísmo y peronismo, justo cuando la prensa de todo el mundo ratificaba que la censura y la falta de libertad de prensa en la superpotencia asiática son absolutas. El conocido escritor Yu Jie, activo promotor de los derechos civiles, fue detenido por la policía política china el día que Cristina Kirchner iniciaba su visita en Beijing, y amenazado con quedar preso si seguía adelante con su proyecto de publicar un libro crítico del primer ministro Wen Jiabao. El artículo 92 del Código Penal de China estaba siendo infringido, le dijeron los esbirros. Cuando el escritor respondió que, si el premier chino se sentía difamado, lo debería demandar ante la Justicia, los agentes le aclararon que no es un ciudadano común, ¡es el primer ministro del país!

El anuncio reciente de que una mujer estaba a punto de ser ejecutada por lapidación en la República Islámica de Irán agitó a los medios de todo el mundo. La ejecución está pendiente, pero la ley islámica aplicada en Irán define como delito punible con la muerte el adulterio en parejas casadas, aunque –como ciudadanas de segunda categoría– a las iraníes se les reserva un desenlace mucho más horrible que a los varones.

La lapidación (muerte a piedrazos) es una ceremonia pública. El Código Penal de la república islámica define en sus artículos 102 y 104 cómo debe ser consumada la muerte. “Las piedras a utilizarse para provocar la muerte por lapidación no deberán ser tan grandes como para que la condenada muera tras recibir una o dos de ellas, ni tan pequeñas como para que no se las pueda llamar piedras. Se eligen, generalmente, piedras de tamaño medio para que la pecadora expíe su culpa sufriendo”, puntualiza el Código Penal islámico de Irán.

Aunque se ignora el número exacto, se sabe que unas dos decenas de mujeres iraníes han sido condenadas en estos años a morir por este método salvaje: la sentenciada es enterrada hasta la altura de su busto, para así recibir los piedrazos que la asesinan, lenta pero inexorablemente.

El domingo 11, mientras el seleccionado de España derrotaba 1 a 0 al de Holanda por la final de la Copa del Mundo 2010 en Sudáfrica, 76 personas que veían el partido en la ciudad africana de Kampala, la capital de Uganda, fueron destrozadas por dos bombas que hicieron estallar sendos terroristas suicidas de la milicia islamista Al Shabab, de Somalia, grupo cavernícola afiliado a Al Qaeda que, en el nombre del Corán, ha declarado que jugar y ver fútbol va contra el designio de Alá.

Esta misma semana, Omar al-Bashir, el presidente de Sudán, régimen tiránico del Africa afiliado al fundamentalismo islámico, fue encausado por el Tribunal Internacional de Justicia de La Haya por genocidio en el obsceno conflicto de Darfur, donde decenas de millares de negros y cristianos han sido asesinados.

Casi no movió la aguja del amperímetro un ataque del terrorismo talibán que la semana pasada mató a más de cien personas en Mohmand, en el noroeste tribal de Pakistán. Como siempre, los atacantes eligen mercados callejeros, mezquitas no sometidas a ellos, o terminales de transporte para liquidar la mayor cantidad de gente, al igual que en Irak y Afganistán.

Aproximadamente unos 200 mil presos políticos fueron detectados en Corea del Norte hacia agosto de 2009. Amnistía Internacional denunció que muchos de ellos sufren tortura y malos tratos, además de trabajos forzados. La pena de muerte es habitual y sistemática en esta estólida dictadura dinástica, en la que el actual jefe es el hijo de quien condujo el régimen comunista ortodoxo entre 1948 y 1994. Tiranía hereditaria, el papá Kim Il Sung mandó durante 46 años, y su hijo Kim Jong Il lo reemplazó hace apenas dieciséis.

En La Habana, entretanto, Fidel Castro, en el poder hace 51 años y que admira y respeta al régimen norcoreano, dijo el 11 de julio que el gobierno islámico de Irán “resiste al yugo” de los Estados Unidos y “defiende intereses nacionales, absolutamente justos”.

La liberación de unos cincuenta presos políticos, tras pacientes y exitosas gestiones de la Iglesia Católica cubana y del gobierno socialista de España, reveló dos realidades insoslayables: (a) la llamada “legalidad socialista” es una farsa y los indultos o excarcelaciones son facultades discrecionales del régimen establecido en 1959; (b) los liberados no eran presos comunes, como pregonaba el gobierno cubano. Su expeditiva salida de la cárcel demostró que eran opositores políticos.

A La Habana fue esta semana el zar kirchnerista de los medios, Gabriel Mariotto. El cable de la agencia estatal Prensa Latina es regocijante. En Cuba, donde sólo existen medios oficiales que bajan la línea del partido único, el Comunista, Mariotto aseguró que la Ley de Medios aprobada en la Argentina “permite por primera vez (sic) vivir en pluralidad y diversidad”. Esa ley, dijo, es “la madre de todas las batallas, porque aporta a las expresiones culturales de los pueblos. El monopolio frustra la posibilidad de la diversidad en democracia”. ¿En Cuba habló de diversidad? ¿De monopolio? ¿De pluralidad?

Quienes se definen progresistas y partidarios resueltos de las transformaciones sociales: ¿vivirían y militarían políticamente en regímenes como los de Cuba, China, Corea del Norte o Irán? ¿Los denuncian y repudian aquí, al menos? ¿Cuál será el “progresismo” de estos reaccionarios?


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