A la memoria de Pepe Eliaschev
La máxima la tiró en una entrevista a Clarín, en 1997, el tristemente célebre empresario Alfredo Yabrán, que se mató al ser señalado por la Justicia como el autor intelectual del asesinato de José Luis Cabezas: “El poder da impunidad”.
Esa frase tan brutal como poco académica explica casi todo. Y más si se emparenta el poder con el dinero, aunque no sean sinónimos o que no necesariamente se interrelacionen. Cuanto más poder, menos posibilidad de castigo. Y viceversa, claro. Si encima esa lógica se aplica en una sociedad poco amante de la ley y de las reglas, como es la nuestra, el resultado es explosivo.
Decíamos ayer que son tan escandalosas las fortunas de la Presidenta y del vicepresidente como las maniobras o el nivel de vida de ciertos administradores de justicia que deberían ser paladines contra la ilegalidad, y no acomodarse según para donde vaya el viento.El sistema se regenera y retroalimenta.
Gran parte de la política se financia de manera espuria. Carrió, a su particular modo (el de una impune oral), volvió a ventilar casos conocidos exentos de penalidad. Cuando buena parte de la prensa hoy crítica del Gobierno lo cobijaba, PERFIL reveló el financiamiento irregular de la campaña presidencial de Cristina Kirchner-Julio Cobos: hubo dinero hasta del tráfico de efedrina.
El jefe de aquella campaña no fue indagado por juez alguno (bueh, la causa la tuvo Oyarbide), se pasea actualmente por esos medios críticos como analista implacable de la Presidenta y nadie le pregunta por ese escándalo. Alberto Fernández, actual operador de Sergio Massa, tampoco tiene nada para aportar sobre la fortuna de los Kirchner o los negocios con Lázaro Báez. Y esta semana ni siquiera lo llamaron para consultarle sobre si hacía alguna autocrítica por haber hecho despedir a José Ricardo Eliaschev de Radio Nacional en 2006, como siempre se encargaba de recordar Pepe.
La grieta de K o anti K además redirecciona los misiles. En el campo sindical, Moyano dejó de ser un acoplado de fondos oscuros para convertirse en líder de la resistencia (y al revés desde la platea oficialista). Es el caso más evidente, no el único. El gremio bancario hizo un paro de 48 horas por el impuesto a las ganancias al mismo tiempo que dilapidaba los recursos de sus afiliados en un festejo desmesurado (conducido por un trabajador de los medios de indignación fácil ante la corrupción). O el millonario jefe de los colectiveros de la UTA (otra revelación de este diario), que apoya una minihuelga madrugadora para esta semana mientras se va a Europa por diez días, con visita al Papa incluida, faltaba más.
El engranaje perverso tiene su pata privada, cómo no. Particulares con dinero sin declarar aquí o en el exterior. Empresas nacionales y multinacionales que eluden y/o evaden sus obligaciones impositivas, o que crean mecanismos irregulares para funcionar y/o conseguir negocios. Brasil –no Suiza– nos está mostrando una cara intolerable para nuestra negación: la connivencia obscena entre lo público y lo privado para corromper y corromperse.
Empresarios argentinos conocedores de que el mundo mediático de hoy otorga más poder (esto es, impunidad) que dinero para consolidar el capitalismo de amigos post 2015 desembarcaron sin disimulo en la propiedad de los medios. Algunos de ellos ya dan señales de realineamientos, nuevas alianzas y apuestas arriesgadas hacia el mejor postor.
Impunes hay en todos lados. Y mientras escribo esto y usted lo lee/vos lo leés, se nos cagan de risa. Porque parece que siempre ganan.