COLUMNISTAS
guionista de los 70 y 80

In memoriam

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Dicen que, gracias al on demand, Netflix y YouTube, la televisión que conocemos está muriendo.
Para los que nacieron en los 60, el televisor era un artefacto que “naturalmente” formaba parte de la cotidianidad. Con sus sintonizadores, sus antenas y su escala de grises. Y con saberes extraordinarios, como que los blancos más blancos de la pantalla eran amarillos en el canal o que los helados estaban hechos de puré para que no se derritieran con las luces del estudio.
Lo más interesante del aparato, sin embargo, era que inauguraba un contrato entre ese espacio guionado y la vida real. Qué chico de por entonces no luchó con sus amigos jugando a ser la Momia o el Caballero Rojo mientras cantaba “Martín es el titán de Titanes en el ring”. En qué primaria de los 70 las chicas no bailaron una coreografía mientras hacían el playback de una canción de moda, como Silvana Di Lorenzo o María Esther Lovero en Música en libertad, enamoradas perdidamente de Raúl Padovani. Qué estudiante secundario de los 80 no soñó con ganarse el viaje a Bariloche de Feliz domingo y que Leonardo Simons o Silvio Soldán le palmearan la espalda.
Los tres programas, símbolos de esas tres etapas fundacionales para quienes nacieron en los 60, conforman un recuerdo, dormido pero entrañable, que tendría que despertar por estos días. Y es que su creador o productor o generador –o como quieran llamarlo los especialistas– acaba de morir.
No sé si Alejandro Romay fue feliz o no lo fue. No sé si Alejandro Romay tuvo muchos amigos verdaderos o no los tuvo. Pero sé que para nosotros, los que nacimos en los 60, fue –aunque sea indirectamente– una figura relevante.
Y también sé que, con su partida, la televisión (al menos como la conocimos) está dejando de existir.

*Doctora en Lingüística y directora de la Maestría en Periodismo de Universidad de San Andrés.