La crisis financiera internacional, que se evidenció en la segunda mitad de 2008, alentó el debate sobre la inmigración en todo el mundo. Se trata de una discusión siempre presente, pero que se exacerba cuando aumentan los niveles de desempleo. Entonces, surgen las posturas más conservadoras que proclaman la expulsión de los extranjeros para dejar a los “nacionales” el monopolio de la oferta laboral. La xenofobia que se escuchó por estos días, en medio de la tensión por la toma de terrenos porteños y bonarenses, no es exclusiva de los argentinos. Lo curioso es que las voces que hasta hace un tiempo se lamentaban por el deshumanizado trato que recibían los latinos en Europa o los hispanos en Estados Unidos, son las mismas que en las últimas horas alertaron sobre los niveles de flujo migratorio que llegaban desde los países limítrofes: la Argentina es el país latinoamericano que más inmigrantes recibe.
Desde que los mercados financieros estallaron por el aire, Europa comenzó a cerrar las puertas a la inmigración. Se trata del continente que más está sufriendo los embates de la crisis y también el lugar que más cantidad de migrantes recibe en todo el mundo. De acuerdo con las cifras publicadas por las Naciones Unidas en el último informe sobre población mundial presentado en 2005, son europeos seis de los diez países que más inmigrantes presentan en todo el planeta. No es casual, por lo tanto, que en ese mismo suelo europeo haya sido donde se sancionó a mediados de 2008 la cuestionada Directiva de Retorno que criminalizó la migración, permitiendo a las fuerzas de seguridad enviar a Centros de Detención a los “sin papeles”.
Desde entonces, los inmigrantes ilegales que son detenidos en un país de la Unión Europea pueden pasar hasta 18 meses retenidos en los “centros de internamiento” mientras se tramita su expulsión a sus países de origen. Esos lugares de detención (Alemania y Francia, con una veintena, son los países que más presentan) han sido cuestionados por las organizaciones de derechos humanos por el trato que reciben los migrantes. Pero allí van a parar los sin papeles que pueden ser detenidos con una simple orden administrativa y una vez expulsados no pueden regresar a la Unión Europea por cinco años. Los inmigrantes menores de 18 años no acompañados de un mayor, también pueden ser expulsados, sin importar su condición.
Cuando las alarmas sobre la recepción que tenían los indocumentados que llegaban a Europa recogía la protesta del Mercosur, de gobiernos de Africa y también de las Naciones Unidas, Europa volvió este año a subir la apuesta con la persecusión de Francia e Italia a los gitanos rumanos. Ya no se trataba de indocumentados extracomunitarios, sino de ciudadanos de Europa que no eran bienvenidos en Europa. La discriminación de los gobiernos de Nicolas Sarkozy y de Silvio Berlusconi llevó a la Comisión de Justicia de la Unión Europea a advertir que no se veían tales tratos xenófobos desde las nefastas épocas del nazismo. Como la directora de ese organismo nació en Luxemburgo, la respuesta de Berlusconi fue patética: pidió que los gitanos fueran enviados a ese país.
Fue en ese lamentable contexto donde comenzó el debate sobre la inmigración ilegal en Estados Unidos. En medio de la campaña de medio turno, Arizona tomó la iniciativa y el Estado norteamericano que limita con México promulgó una ley racista que fue cuestionada hasta por el propio presidente Barack Obama. Gracias a esa polémica norma, la Policía de Arizona puede detener a cualquier persona que presente “sospecha razonable” de ser un indocumentado. La controvertida ley también otorga el derecho a la población civil a instar a los uniformados a realizar controles en caso de sospechar que alguien no se encuentra de manera legal en el país. Y la medida también obliga a los inmigrantes a portar siempre documentación que compruebe cuál es su estatus.
El movimiento ultraconservador del Tea Party fue uno de los más fervientes defensores de clausurar el ingreso de latinos a Estados Unidos. La xenofobia y la intolerancia de los defensores del Tea Party a la inmigración fueron algunos de los baluartes en la discusión contra Obama. Y, otra vez, el aumento del desempleo le jugó una mala pasada a los inmigrantes: los candidatos del partido del te fueron la sorpresa de la campaña.
A fines de 2000, y atendiendo la cada vez más preocupante situación vivida por los inmigrantes de todo el mundo, la Asamblea General de las Naciones Unidas proclamó el 17 de diciembre como el Día Internacional del Migrante. Entonces, la ONU adoptó la resolución 55 para invitar a los países de todo el mundo a aplicar la Convención Internacional sobre la Protección de los Derechos de los Trabajadores Migratorios. Esos que siempre son señalados en época de crisis.