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Inquietando la banalidad del sentido común

Reflexiones sobre la obra y la vida de uno de los mayores sociólogos del mundo, Zygmunt Bauman, fallecido el lunes pasado.

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El padre de la posmodernidad. El sociólogo polaco Zygmunt Bauman, en su casa de Inglaterra, donde fue entrevistado por PERFIL y acaba de fallecer a los 91 años. | roddis

Hace 16 meses, pude realizar el último reportaje extenso de su vida a Zygmunt Bauman, quien compartió hasta su muerte el lunes pasado, a los 91 años, el título de mayor sociólogo del mundo junto a Jürgen Habermas, de 87 años.

Pero Bauman había logrado mayor popularidad que su colega alemán por su acierto al sintetizar la posmodernidad en la metáfora de la liquidez, dando lugar a varios best sellers como Amor líquido, que trascendió el campo de interés de la sociología.

Para Bauman, las instituciones e ideas sólidas se derritieron en una acuosidad que arrastra, en su movimiento, a un presente cada vez más aceleradamente convertido en pasado. Una sucesión de nuevos comienzos donde todo es precario. Incluso denominó “precariado” (en lugar del proletariado marxista) a la clase social que abunda en las redes sociales, donde todo fluye y se confunde el uso de una herramienta facilitadora con verdadera participación, envolvimiento y acción comunicativa (la definición de Habermas en su teoría crítica de la modernidad).

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"El capitalismo triunfó porque encontró el punto sensible de las personas al explotar el fetichismo de la mercancía." (Bauman)

En palabras de Bauman: “La cultura líquida moderna ya no siente que es una cultura de aprendizaje y acumulación, como las culturas registradas en los informes de historiadores y etnógrafos. A cambio, se nos aparece como una cultura del desapego, de la discontinuidad y del olvido”.

El reportaje a Bauman fue publicado el día de las primeras elecciones presidenciales de 2015, las primarias del 9 de agosto, en las que sorpresivamente ya se comenzaba a insinuar el triunfo de Macri porque Cambiemos había obtenido 30% de los votos contra 38% de Scioli, brecha que dos meses después se redujo a la mitad en la primera vuelta. Por entonces, Bauman anticipaba que la gente “hace equivocarse a los encuestadores porque los ciudadanos son cada vez menos previsibles”, anticipando un año el error de las encuestas frente al triunfo del Brexit y luego de Trump. “Sociología no es sólo acumulación de datos” y “las redes son una trampa”, le gustaba repetir.

Bauman decía: “La cultura de la modernidad líquida ya no tiene un populacho que ilustrar y ennoblecer, sino clientes que seducir”, lo que explica el fenómeno de los presidentes empresarios. “El progreso ha dejado de ser un discurso sobre la mejora de la vida de todos para convertirse en un discurso de supervivencia personal”, agregó. Como cuando una pareja deja de ser rentable y se tiene una nueva privilegiando la búsqueda del beneficio personal. Lo mismo se aplica para: “En la era del consumismo, lo importante no es conservar objetos, sino renovarlos constantemente”.

Explicaba que en todas las épocas siempre hubo pobres y en el siglo XX se creó la ilusión de que la educación iba a establecer una verdadera igualdad de oportunidades, pero hoy más de la mitad de los jóvenes sin trabajo en Europa pasaron por la universidad.

"La alianza capitalismo-internet parece no tener fin: el individualismo y el yoísmo amplían su reino." (Bauman)

Zygmunt murió en su casa, la misma donde se hizo el reportaje de PERFIL, acompañado de su mujer, quien nos había preparado los blinis de caviar, almendras, jugo de frutas y dulces caseros al fotógrafo inglés, Nigel Roddis, y a mí. En otro gesto de hospitalidad, Bauman fue a pagar nuestro taxi a la estación de tren de la ciudad de Leeds para regresar a Londres.

Espero poder volver a hacer un reportaje como el que hoy PERFIL publica nuevamente. Al año siguiente de reportear a Bauman, pude entrevistar a Noam Chomsky en Boston y no fue lo mismo; quizá la plena efervescencia de la campaña presidencial norteamericana impidió la profundidad de lo perenne. Conseguir a Bauman llevó cuatro años de correos, cuestionarios y cancelaciones; por su parte, el professor Habermas responde que con sus 87 años muy raramente concede entrevistas, pero nos queda la posibilidad del otro seguidor de la Escuela de Frankfurt, Peter Sloterdijk, con quien, como llevamos ya dos años de correos y posposiciones y tiene sólo 68 años, es probable que terminemos consiguiéndolo.

García Márquez decía que ser periodista era la mejor profesión del mundo; haber tenido el impagable privilegio de compartir dos horas a solas con Bauman lo confirma.