Por qué gente inteligente toma decisiones tontas es un tema que motivó cientos de libros de distinta espesura intelectual. Creer que las personas inteligentes deciden racionalmente maximizando sus beneficios hizo equivocar hasta a los economistas Myron Scholes y Robert Merton, quienes crearon el fondo de inversión Long-Term Capital Management aplicando el modelo con el que ganaron el Premio Nobel de Economía (Black-Scholes-Merton Model), que suponían infalible para predecir la evolución del valor de distintos activos, pero como los tomadores de decisión no actuaron siempre como era esperable, terminaron fundiéndose. Parte del problema ya lo había explicado Freud, hace casi cien años, al publicar en 1920 Más allá del principio del placer y a lo largo de toda su obra. No somos sólo racionales, pero menos aún quienes están expuestos a las tensiones de la suma del poder público. La única vacuna contra las disfunciones emocionales de quienes gobiernan es la combinación de la división de poderes, la presión de la opinión pública y los medios de comunicación responsables.
En octubre, Cambiemos ampliará su triunfo: el riesgo es su solipsismo
La defensa indubitable de todos los gendarmes que hizo Patricia Bullrich basando su seguridad en la inocencia institucional de la Gendarmería, como si hubiera instituciones donde todos sus miembros fueran perfectos por el solo hecho de integrarlas, fue un argumento tan carente de lógica que no puede atribuirse a que la complejidad del tema haya excedido su capacidad.
Patricia Bullrich hizo lo que veía que satisfacía a su jefe. Y su jefe, el presidente Macri, tiene una traba intelectual con todo lo relacionado a los derechos humanos. Injustificada, porque no apareció nunca una prueba que lo acusara de relaciones con la dictadura, pero las fobias lo son precisamente porque el temor es desproporcionado y no obedece a una amenaza real.
Algo le pasa a Macri con el tema de los derechos humanos porque, de manera recurrente, viene chocando con el mismo fantasma desde que comenzó su carrera política, al demostrar su desinterés por la desaparición de Julio López en 2006, y al asumir la presidencia, por la cantidad de desaparecidos, al igual que ahora cuando desapareció Santiago Maldonado. No pudo siquiera disimularlo, como hace con tantos otros temas en los que no coincide con la mayoría de la sociedad pero se esfuerza por mostrar algún grado de empatía, lo que hace evidente la existencia de un síntoma. Probablemente tenga que ver con su secuestro, y el hecho de que sus captores hayan sido miembros de fuerzas de seguridad que una década antes se dedicaban a desaparecer gente. Lo que sería comprensible, pero en ese caso sus ministros y su jefe y vicejefes de Gabinete tendrían que ayudarlo compensando su falta. Que no lo hagan es otro síntoma que quizá preanuncie problemas mayores porque, de ser así, el celo con que Macri tanto busca extirpar primas donnas de lo que él llama “equipo” más que obedecer a una necesidad de coordinación metodológica perseguiría una homogeneización que expulse a todo aquel que discrepe, por ejemplo Alfonso Prat-Gay, Carlos Melconian o Isela Costantini, del área de conocimiento preferido de Macri.
Si el Gobierno hubiera reconocido desde el inicio como posible la hipótesis de que la desaparición de Santiago Maldonado podía haber sido producida por un miembro de la Gendarmería, sólo eso, se habría evitado gran parte de las críticas que recibió en estos cuarenta días sin haber debilitado a la Gendarmería como institución sino todo lo contrario, demostrando que la determinación para hacer cumplir la ley y el orden vale para todo. Eso hubiera terminado jerarquizando a la misma fuerza de seguridad, que después tiene que tener autoridad para validar la pericia del asesinato de Nisman, por ejemplo.
El kirchnerismo murió de Hubris: ¿otros trastornos narcisistas afectarán a Cambiemos?
Este diario tiene un ombudsman que publica críticas y marca errores porque contribuye a aumentar la credibilidad del medio: si se reconocen las equivocaciones, se hace más verosímil todo lo demás. El primer ombudsman de PERFIL, Nelson Castro, por su doble condición de médico y periodista escribió mucho sobre cómo afecta el síndrome de Hubris a los jefes de gobierno, lo que en el caso de Cristina Kirchner sigue siendo muy evidente. Si bien el caso de Macri es diferente, como algún grado de trastorno narcisista es habitual en todos los presidentes, lo ayudará a gobernar mejor rodearse de funcionarios que se atrevan a llevarle la contra. Más aún si, como anticipan las encuestas, en octubre tiene un triunfo electoral mucho mayor que en las PASO. La mayoría de los jefes de Estado mueren de éxito, por Hubris.
Continúa en: “Inteligencia emocional en quienes deciden (II): Cristina Kirchner y Scioli”