Más allá de lo que trascendió sobre la reunión con Schiaretti en Córdoba, en su entorno siguen pensando que Lavagna debe insistir en ir a las PASO como candidato único de un frente que aglutine al peronismo no kirchnerista de Alternativa Federal más las fuerzas tradicionalmente progresistas: el Socialismo, el GEN de Stolbizer y el ala alfonsinista del radicalismo. Especialmente el Socialismo no quiere competir en una “interna peronista” porque en Santa Fe enfrenta al peronismo, que gobernó la provincia desde el regreso de la democracia, en 1983, hasta 2007 y de volver cortaría la racha de tres gobernadores consecutivos del Socialismo. Las PASO en Santa Fe son el 28 de abril y las elecciones, el 16 de junio pero cuatro días antes, el 12 de junio, ya habrá vencido el plazo para formar alianzas nacionales.
Los lavagnistas aspiran a que Sergio Massa cumpla la promesa que varias veces le habría hecho al ex ministro de bajar su precandidatura y se formalice la de Lavagna. Pero si así fuera (no surge del reportaje a Massa que se publica en página 40), aún quedaría la candidatura de Urtubey y, así como el gobernador de Salta tiene sospechas sobre un eventual tándem entre Massa y Lavagna, los lavagnistas tienen sospechas de que Urtubey aspire a ser el jefe de Gabinete de un segundo gobierno de Macri como prenda de unión entre Cambiemos y el peronismo ideológicamente más cercano. Y para ello cumpla el papel de Randazzo en las elecciones de 2017 cuando, presentándose como candidato, aun con pocos votos impidió que Cristina Kirchner fuera la ganadora.
Fantasmas propios del tamaño de lo que está en juego: el deseo esta íntimamente vinculado a la paranoia. Protagonizar, etimológicamente, significa ser el primero en una contienda, y no podrá ganar quien no se arriesgue también a perder. Aquel que precisa todas las garantías para ir a la batalla nunca la emprenderá. O en la búsqueda de confianza absoluta le pasará lo de Orfeo, a quien se le concedió resucitar a su amada si cumplía con recorrer el largo camino de salida del reino de los muertos sin darse vuelta a mirar si realmente su amada Eurídice iba detrás y, cuando ya estaba por ingresar al mundo de los vivos, quiso confirmar que ella estuviera detrás y en ese acto la hizo desvanecer.
Si la política no es diálogo, será violencia. Lavagna no quiere a los actores de la grieta en su acuerdo nacioonal.
Lavagna, hombre culto, sabe que no hay premio sin riesgo y, por más que argumenten en su entorno que, por su edad, este es el último acto público de su vida y no quiere dar el paso definitivo sin estar seguro de contar con todos los apoyos necesarios, no solo para ganar una elección sino luego para gobernar, debe tener tomada la decisión. Por eso quienes estuvieron en la comida del jueves pasado en la sede de la Unión Ferroviaria con un decena de gremialistas de la CGT, entre ellos Antonio Caló y Juan Carlos Schmid, cuentan que Lavagna dijo: “Ni en pedo me bajo de la candidatura”, lenguaje que parece más una traducción sindical de las palabras que haya pronunciado el ex ministro.
El mismo día Lavagna había recibido el apoyo de los radicales críticos de Macri: Ricardo Alfonsín, Juan Manuel Casella, Jorge Sappia (presidente de la Convención Nacional de la UCR) y Federico Storani (no físicamente). Y el miércoles se lo había dedicado a Córdoba, provincia testigo para Lavagna porque fue allí donde, en 2007, le ganó como candidato a presidente a Cristina Kirchner y Carrió, porque en Córdoba es donde Macri, en 2015, ganó por mayor diferencia y porque el peronismo de Córdoba lleva veinte años de éxito en el gobierno desde que, en 1999, De la Sota ganó la primera de sus tres gobernaciones y ahora Schiaretti se encamina a ser reelecto para su tercera gobernación.
Especial esmero puso Lavagna en su relación con Schiaretti porque las antípodas de sus ideas económicas las representa Cavallo, quien surgió de la Fundación Mediterránea de Córdoba, y Schiareti fue subsecretario de Integración Latinoamericana cuando Cavallo era canciller, y secretario de Industria y Comercio cuando Cavallo fue ministro de Economía de Menem. Paralelamente, Schiaretti es el gobernador peronista con mejor sintonía con Macri por haber sido director de Fiat en Brasil cuando Fiat Argentina era de la familia Macri.
Las elecciones en Córdoba serán dentro de un mes y medio (12 de mayo), el escenario más probable es que Schiaretti sea reelecto y a partir de allí, como decano de los gobernadores peronistas, sea el gran ordenador del panperonismo a nivel nacional. La química entre Lavagna y Schiaretti (siete años menor que el ex ministro) se fortaleció pero no impidió que el gobernador le recomendara participar de una interna en las PASO, lo que los lavagnistas tomaron como una formalidad: en Córdoba precisamente no hay PASO y Schiaretti es candidato de la unidad del panperonismo.
“Formalidad” que –creen– podría cambiar si en junio Lavagna duplicara en intención de voto a los demás candidatos de Alternativa Federal y todos (gobernadores, sindicatos) le pidieran a Massa, Urtubey y Pichetto que bajaran sus candidaturas.
Massa y Urtubey no muestran disposición a bajar sus candidaturas, pero el lavagnismo insiste sin internas.
A quienes consideran que es mejor para Lavagna intervenir en unas PASO, como las que hicieron surgir a Cambiemos en 2015, donde Ernesto Sanz y Elisa Carrió funcionaron como “sparrings” de Macri sumándole votos que le permitieron alcanzar el 30% total (24,5% Macri, 3,3% Sanz y 2,2% Carrió), los lavagnistas responden que no deben distraer fuerzas en una eventual disputa interna donde los argumentos que, por ejemplo, utilice Urtubey contra Lavagna sean los que después potencie Macri. Que si Macri no compitiera en internas y eventualmente tampoco lo hiciera Cristina Kirchner, sería una desventaja para quien tuviera que disputar con Macri y Cristina que ellos no tuvieran internas y Lavagna no pudiera dedicar todo su tiempo a confrontarlos. Cuando Macri fue a las PASO en 2015, sus oponentes no eran el presidente de turno y el ex presidente, eran Scioli y Massa. Muy distinto es competir con Macri y Cristina, los dos mayores referentes de la política contemporánea y de la grieta.
Opinable y cambiante como todo en política. ¿Cambiará el cambio en octubre? Nadie lo sabe pronosticar.