COLUMNISTAS
LOS 70, EL BOCA DE LORENZO, MENOTTI Y LA IDEOLOGIA FUTBOLERA

Izquierda, derechizquierda

Marchar estrellando la suela del borceguí contra el suelo, siguiendo el rítmico grito del sargento, “¡izquierrrda derechizquierrrda!”, nunca fue divertido para un soldadito de la Patria y mucho menos durante el Proceso. Lo hice siempre horrible; y ni siquiera imaginaba lo útil que sería en el futuro ese bamboleo para la supervivencia política. Era un verde en esos tiempos yo, literalmente hablando.

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“No hay original, el modelo de la copia es ya una copia, el rostro que encubre la máscara es ya una máscara; no hay un hecho, sólo interpretaciones. No hay verdad, sólo pastiches y parodias. Y así hasta el infinito.”
Pierre Klossowski (1905-2001)

Marchar estrellando la suela del borceguí contra el suelo, siguiendo el rítmico grito del sargento, “¡izquierrrda derechizquierrrda!”, nunca fue divertido para un soldadito de la Patria y mucho menos durante el Proceso. Lo hice siempre horrible; y ni siquiera imaginaba lo útil que sería en el futuro ese bamboleo para la supervivencia política. Era un verde en esos tiempos yo, literalmente hablando.
Ese juego ideológico de izquierda y derecha empezó por casualidad, en plena Asamblea Constituyente de París, 1792; poco antes de la Toma de la Bastilla, cuando los moderados se acomodaron a la derecha del presidente –que no era Cobos–, y los más radicales a la izquierda. Tan simple como eso. La simbología sobrevivió a los tiempos y así fue que la gente de derecha y la gente de izquierda fueron aceptando, con más o menos entusiasmo, su lugar en el mundo. En los 70, todo se hizo más evidente. Se notaba la diferencia, a primera vista. Eran los de barba contra los de gorra; los libros contra los cadenazos. Fácil. Hoy la cosa es diferente. El gris lo invadió todo, como las carpas a las plazas.
Los diestros suelen carecer de ese toque excepcional de los zurdos; son más previsibles, más estándar. Son muchos, aunque, víctimas de la mala prensa y su propia historia, no demuestren mucho amor por su camiseta. Disimulan, a veces mal; y se llaman “de centro”, como los de la vieja Ucedé de Alsogaray y los que juegan en el equipo de Mauricio. Feo eso, muchachos.
En boxeo los zurdos tienen fama de incómodos, giran al revés, parten de derecha y reservan su mano hábil para definir. Mucho más complicados son los falsos zurdos, como Marvin Hagler, tipos que engañan con su temible derecha en punta. Ni que hablar de los falsos derechos, zurdos perfilados con guardia ortodoxa como Lausse, Bonavena o Accavallo. Los hay también ambidiestros, gente que cambia de perfil según cómo vaya la pelea, como Scioli o Patricia Bullrich; aunque mi amigo Sergio Palma dice que ése es “el recurso de los que no tienen recursos”. El boxeo, les juro, es una fuente infinita de sabiduría. Sus máximas son aplicables a la vida y, sobre todo, a la política. Vean ésta, si no: “Hay que pegar abajo, que después la cabeza cae sola”. Enorme verdad.
En automovilismo, para tomar una curva a la derecha hay que ganar antes la cuerda izquierda, rebajar, y pisar el acelerador, como la Sociedad Rural. Lo mismo pero al revés, si la curva es hacia el otro lado y maneja Lilita. Hacerlo bien en circuitos trabados es un arte para pocos. Si uno llega jugado en velocidad, se pasa en el frenado y no calcula bien, se va afuera o vuelca. Hay curvas traicioneras, fatales. Las sufrieron grandes pilotos como Jim Clark o Ayrton Senna; incluso Néstor Kirchner. 
¿Hay un fútbol de izquierda y otro de derecha? Suena disparatado, lo sé, pero parece que sí. Recuerdo un viejo dibujo de Fontanarrosa en Satiricón. En una mesa de bar, dos intelectuales rosarinos se entusiasmaban con el Central del ’74. “Bóveda se la da a Poy, Cabral hace la cortina, Kempes entra en diagonal de izquierda a derecha y pum, adentro”, explica uno. El otro advertía: “Sí, sí; pero ahora analicemos ideológicamente esa diagonal de Marito...”.
Menotti, con un discurso que privilegiaba la ética y la estética, impuso un fútbol de izquierdas con el deslumbrante Huracán de Houseman, Brindisi y Babington. Mucho después del Mundial ’78, su estrategia de dar el paso adelante para dejar offside al rival pasó a ser un “achique ofensivo”; ya no el “antifútbol”, como se la llama cuando la usaba Zubeldía en su Estudiantes, un equipo ciertamente materialista, aunque no dialéctico. Esta cuestión semántica dividió aguas y levantó banderas de intransigencia, durante años. Adivinanza rápida: un gobierno que baja el dólar y sube las tasas, con superávit, más de 50 mil millones de reservas y altos índices de pobreza: ¿Es de derecha o de izquierda? ¡Ya! (...) Ah no; si piensan demasiado, no vale.   
El 1º de agosto se cumplen 30 años de la Copa Intercontinental ganada por el Boca de Toto Lorenzo en Alemania, con un “fútbol de derecha” que enfurecía al menottismo más fundamentalista. Ese equipo fue tan ganador como el de Bianchi, pero nunca fue políticamente correcto reconocerle demasiados méritos. Tenía a un arquero genial, Hugo Gatti, tan amado por los hinchas como discutido por la prensa; y a dos talentos, Zanabria y Veglio. El resto –Pernía, Mouzo, Ribolzi, Suñé, incluso Benítez– raspaba y los wines, Mastrángelo y Felman, definían. Un gol, y chau. Si para ganar había que hacer tiempo y tirarla afuera –o tomar “vitaminas”, como los acusaban sus detractores–, lo hacían sin pudor. Borussia Monchengladbach, subcampeón de Europa –el campeón, Liverpool, se negaba a jugar con equipos de lejanos países gobernados por dictaduras bananeras– los peloteó mal en su cancha, pero la táctica del contraataque funcionó a la perfección. Boca terminó el primer tiempo 3 a 0 arriba, con goles de Felman, el Loco Salinas y el Heber Mastrángelo. Listo. Demasiada ventaja para aquellos heroicos jugadores que, tan argentinos ellos, manejaban como nadie el ventajeo, la picardía y la trampita rápida; ese impuesto que le cobramos al mundo por no entender lo geniales que somos.
Lo de siempre. Pragmatismo puro al mejor estilo argento. Partido cerrado, valor entrega, talento y alguna patadita para imponer respeto. Alemanitos al buche y a cobrar. Plin, caja.  
¿Caja dije? ¡Toto Lorenzo conducción!