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Javier Milei y la sociedad invisible

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Libertario. Su fuera de tono suena espontáneo y eso lo hace sólido entre los nuevos electores. | Pablo Cuarterolo

Mientras la mayoría de los funcionarios y políticos profesionales, responsables de dar alguna señal sobre la organización de esta sociedad parecen comportarse regidos por leyes físicas desconocidas y ajenas al resto de los mortales, según todos los estudios, Javier Milei, rebota en un piso del 15% de las preferencias en intención de voto para el cargo de presidente de la Nación. Pareciera que, sin proponérselo, sin inversión en pauta publicitaria, ni estrategia maquiavélica en redes, ni carteles en vía pública, ni pintadas en los puentes, ni abrazando a infantes, ni manejando cajas misteriosas del PAMI o Anses, o de Aerolíneas Argentinas, ni con militantes rentados, el libertario ha logrado capturar, en poco tiempo, una porción nada despreciable del share electoral.

Sin dudas, la industria del voto tiene mucho que aprender de esta historia. Como salido de un animé, su imagen, para un segmento en crecimiento, parece recortarse con brillantes colores e irradiando chispas estrelladas dentro de un universo sepia. Sin duda, Javier Milei, se ha convertido en una pieza cuya sustancia es incierta, pero los números que arroja e impulsan los niveles de adhesión en el electorado no lo es y una y otra vez, los resultados de las encuestas, a esta altura, no nos permiten ignorarlo. Analicemos algunos aspectos del caso. En la época de los no binarios es difícil desentonar. Ya nada asombra. Ni siquiera el esfuerzo o las tácticas de posicionamiento sirven porque enseguida se nota que solo son eso: una pieza de marketing político. El fuera de tono de Milei suena espontáneo y eso lo hace sólido entre los nuevos electores y convierte al resto de la dirigencia en un gas y por ello inasible, oculto. Él está todo a la vista. Así que habla rápido con un gesto de, ¿en serio, necesitás que te lo explique? y sus mensajes contienen pocas palabras, utilizando frases cortas dirigidas a una sociedad a la que, con discursos enormes redistributivos, pocos venían reconociendo. Una sociedad a la que acusan de autoconstruir su fracaso. Milei ha sabido interpretar un concepto que surge, en la percepción de una amplia franja del electorado, y que consiste en creer en la existencia de un elaborado plan para, a partir de la decadencia de muchos, lograr el beneficio de unos pocos ubicándolos claramente en el sector público, y que parece no tener plazo de finalización en manos de ninguno de los clásicos. En la construcción de su posicionamiento, Javier Milei, deja un aprendizaje para el resto de los candidatos que empiezan a ofrecerse en la campaña 2023, vinculado a la nada despreciable ecuación lograda por el libertario de costo por intención de voto, lográndola a partir de, además de una imagen exótica, de un discurso crítico a la dádiva en el trillado sentido de nuestra política tradicional.  No habla de lo que va a dar, sino que señala lo que sobra, aquello que piensa sacar. Alrededor de este eje, su narrativa, no requiere muchas explicaciones porque solo muestra lo que está a la vista, lo que la gente ve en el almacén, en la escuela de su hijo, en su casa. Si bien como fenómeno urbano, y específicamente, del Conurbano, Milei ha logrado hablar en el idioma de los invisibilizados. Esquiva el lenguaje político y en su discurso solo elige destruirlo definiéndolo con el patetismo que de por sí tiene para un electorado al que le piden que siga votando a quienes vienen rompiéndole su presente y su futuro.  Les habla a los informales y a los jóvenes atravesando todas las estructuras partidarias de derecha a izquierda. Ambos segmentos fuera del radar de la política, sin nada qué ganar y todo para perder en el sistema actual. En este sentido contribuye a mejorar su alcance la estructura mediática por la que distribuye su mensaje y que acompaña esta transversalidad aportando una gran ventaja que es la de su rápida y homogénea circulación. En un sistema de medios cuyas posturas ideológicas han sido reordenadoras de audiencias, Milei no registra restricciones ni barreras para saltar de un canal o publicación a otra, con lo cual los vehículos de distribución de su mensaje son más amplios y diversos, así como los públicos en los que impacta. Este no es un tema para nada menor ya que los niveles de confianza de las audiencias depositada en los programas/publicaciones/ periodistas a los que siguen supera el 70% de valores positivos (Fopea: 2022). Su crítica al sistema abrió una nueva categoría que él solo habita, diversificando su paleta ideológica y logrando visibilidad en todos los espacios de información política.

Su figura, entre Dragon Ball y Elvis Presley, leonina con campera negra y actitud naíf, lo muestra como es, y le viene dando muy buen resultado. Cabe preguntarse, ¿puede llegar algo vacío en términos de estructura a llenar espacios políticos? La respuesta es que solo basta ver cómo todo lo lleno se viene vaciando y flota sin norte sobre la superficie argentina. Pero Milei juega en el borde, hasta el delirio, cerca de la sociedad invisible y su desaparición del mapa político puede ser tan repentina como lo es su aparición con chispas estrelladas.

*Politóloga.