Marcos Peña dijo el jueves pasado en Intratables que el Gobierno tiene un “equipazo económico” que es liderado por el propio presidente Mauricio Macri. A juzgar por el peso de los nombres, probablemente sea cierto, pero la realidad y la tensión natural de los deberes y obligaciones de cada ministerio, ha desatado los primeros encontronazos que, en algunos casos, han alcanzado dimensiones considerables. ¿Qué es lo que está ocurriendo entre los hombres que manejan el destino de la política económica del país?
Alfonso Prat-Gay es, casi con seguridad, uno de los hombres mejor plantados dentro del Gobierno pero, a la vez, el más expuesto por decisión política del Presidente en el diseño del gabinete. El ministro de Hacienda, debió resignar el poder real –propio de un ministro de Economía–en manos de varios de sus pares: Francisco Cabrera, tomando decisiones ejecutivas desde su cargo de ministro de la Producción, la canciller Susana Malcorra, con atribuciones en Comercio Exterior, Juan José Aranguren –un técnico que optimiza los números a cualquier precio– en el Ministerio de Energía, Guillermo Dietrich con injerencia en obras públicas como ministro de Transporte, y Rogelio Frigerio en su rol de ministro del Interior, emprolijando y administrando recursos que le son propios a las provincias.
A pesar de esto, Prat-Gay no se arredra y mantiene una dura pero necesaria discusión con Federico Sturzenegger, presidente del Banco Central, en lo relativo al nivel de las tasas de interés, la política monetaria y cambiaria. Economistas del Frente Renovador, señalan que, entre el ingreso de dinero proveniente del crédito por el arreglo con los holdouts, y los US$ 5 mil millones de la soja que se esperan para mayo, se terminará produciendo un revalúo del peso o, dicho de otra manera, continuará la quietud de la moneda norteamericana.
Aquí sobreviene la primera diferencia técnica entre las necesidades de ambos. Con inflación alta, peso apreciado, bajo consumo y dólar atrasado, es más difícil atraer inversiones. Para Alfonso Prat-Gay sería un mejor escenario bajar la tasa de interés para reactivar la economía movilizando el consumo. Desde el Banco Central, quienes conocen a Sturzenegger aseguran que mientras no baje la inflación él no tocará la tasa de interés. El partido se juega en el terreno de lo real donde cada uno aplica su mejor receta, esperando ver qué ficha moverá el de enfrente. Otros ministros y funcionarios que miran la contienda desde la platea, creen que el límite para sostener este nivel de tasa y estancamiento no debería superar el mes. Todo un mensaje para el presidente del BCRA.
Rogelio Frigerio es otro de los que camina con aplomo, en un terreno patinoso. Ya tuvo un altercado con Prat-Gay por la meta inflacionaria del 25%. La plata le está llegando en cuentagotas, y aún no ha podido distribuir entre los gobernadores el 15% de coparticipación federal que se les retenía a las provincias y había sido objeto de litigio judicial. El Ministerio del Interior trabaja en una reunión de gobernadores a realizarse en Córdoba para presentarles una oferta. Entre Frigerio, Prat-Gay y algunos gobernadores, habría un principio de consenso en que la devolución del 15% se vaya realizando de manera escalonada a un ritmo de un 3% anual. En Interior aseguran que “el otro ‘dulce’ que el ministro puede mostrarles a los gobernadores es el dinero de fondos federales para obras, que, a decir verdad, viene algo lento”.
Carlos Melconian, de renovada elegancia, juega un partido aparte, para utilizar términos futbolísticos que tanto le gustan. Atrás quedaron los días en que refunfuñaba por lo bajo dada la conformación de los espacios en Economía. Una fuente del Banco Nación resume su situación diciendo que “está contento pero reclamando mayor celeridad y menos gradualismo”. En el PRO fueron algo más duros: “Que ni sueñe con ser ministro, es capaz y rápido, pero de esos tipos de barrio que creen que se las saben todas y terminan abriendo grietas por todos lados”.
Uno de los protagonistas de la semana ha sido el ministro de Energía Juan José Aranguren. El anuncio del aumento –el cuarto en el año– del 10% en las naftas, se vio agravado por su curioso análisis de la situación: “si el consumidor considera que el precio es alto dejará de cargar”. Honestidad brutal. No tiene muchos amigos dentro del Gobierno. Es un técnico capaz pero carente de tacto político y noción de la circunstancia social. “El Indomable” es como lo llaman algunos de sus detractores en el gabinete. Otros, que lo aprecian, grafican su lamento diciendo: “Lo disfrutábamos cuando estaba en Shell plantándose contra Guillermo Moreno. Ahora no sabemos cómo controlarlo” –se resignó la fuente–. “No le hace caso a nadie, pero no es ningún kamikaze, ya va a entender”.
Hipocresía. La alta inflación, la caída de la actividad económica y –más que los despidos– el temor a perder el trabajo, le ha dado sustento al proyecto de ley antidespidos, instrumento legal sobre cuya escasa o nula efectividad hay un consenso mayoritario proveniente, inclusive, de muchos de los que en público lo apoyan. Macri cometió un error al anunciar que vetaría la norma. Eso no hizo más que estimular a los sectores más duros del peronismo afines al kirchnerismo que lo que están buscando, en realidad, es hacerle pagar al jefe de Estado el costo político de una decisión de ribetes impopulares. Son esos mismos sectores los que se han sentido incómodos en estos últimos días con el video en el que aparece Cristina Fernández de Kirchner expresando su rechazo a una norma similar requerida por la CGT en 2010. Curiosamente, los argumentos utilizados por la ex presidenta para oponerse a la iniciativa fueron los mismos que hoy esgrime Macri. La contradicción está en la esencia del kirchnerismo.
En este contexto, la marcha que unió a dos de las tres CGT y las dos CTA hace siete días, continuó reverberando a lo largo de la semana. Ley antidespidos, discursos variopintos, poco margen para el uso político de los trabajadores y un común denominador: una parte grande de la sociedad, aún le da crédito al gobierno del presidente Macri y ha decidido prolongar la luna de miel. Más allá de los aumentos, sinceramiento o ajuste, hay un clima expectante y de tolerancia que es bienvenido como signo de madurez democrática. Una parte del sindicalismo y del peronismo más duro parece haber comprendido esto: al Presidente le debe ir bien; no hay espacio para otra experiencia como la de la Alianza. Al menos, nadie quiere ser el responsable de una crisis que pondría a los argentinos al borde de un colapso de consecuencias institucionales que fueron las raíces a partir de las cuales surgió el kirchnerismo con su impronta de autoritarismo, corrupción y populismo que tantas secuelas han dejado en la sociedad argentina.
Producción periodística: Santiago Serra.