Ahora que va quedando claro para propios y extraños que Cristina Kirchner tiene más de 45% de popularidad y que de presentarse a elecciones ganaría una vez más (!) en primera vuelta frente a una oposición otra vez derrotada política, electoral y conceptualmente, es pertinente discutir acerca de las candidaturas del FPV.
Se trata de una discusión de dimensión nacional, ya que es el oficialismo la fuerza que se encamina a repetir el sendero triunfante del PSUV en Venezuela o del PT en Brasil y concretar sus 16 años ininterrumpidos de gestión. Impecable gestión, por otra parte, ¿no?
El kirchnerismo es un encuadramiento de las fuerzas populares que no está investido de ninguna calidad extraterrenal que le confiera vigencia perenne; no posee otros valores que los que él mismo va acreditando con sus acciones, su gestión cotidiana.
No se vean, entonces, en este toque de alerta prefiguraciones catastróficas ni dudas en cuanto a su capacidad para cumplir su mandato histórico, sino el llamado para que lo preservemos como eje de un frente de nacionalidad.
Sostenemos que el régimen económico-social que proponen los referentes centrales del sciolismo, como Miguel Bein y Mario Blejer, son variaciones de la “neoheterodoxia” que se desarrolló tras el menemismo con la Alianza Frepaso-UCR, hasta estallar en 2001, neoliberalismo con bemoles reformadores que no da para más.
Veamos algunas de sus “certezas”.
-Eliminación de retenciones a la renta extraordinaria del sector agroexportador, contradictoria con la supuesta preocupación por la inflación, en tanto la pérdida del desacople que aquéllas suponen entre precios domésticos e internacionales implicaría, por ejemplo, que los argentinos paguemos 23% más por el kilo de pan.
-Caracterización de que salarios altos y redistribución, lejos de ser un objetivo principalísimo, junto con la generación de empleo, y el principal combustible del crecimiento económico, son elementos que deberían limitarse en pos de un ajuste antiinflacionario (recesivo y regresivo).
-Llamado a abandonar la “agenda de la demanda” (o sea, el retorno a los principios fundantes de la ortodoxia, para la que todo problema económico obedece a un exceso de demanda) y, con ella, la de la inversión –que tanto se declama– porque no hay posibilidades de expansión de la inversión sin demanda efectiva.
Afirmación del supuesto de “desempleo natural” y, en consecuencia, rechazo de los objetivos de pleno empleo, cuando aún el 7,5% de compatriotas no tiene trabajo y el 33% lo tiene en condiciones de informalidad.
No sólo no creen los economistas “neoheterodoxos” en las políticas kirchneristas que define desde el Poder Ejecutivo Cristina Kirchner. Peor aun, abiertamente las sabotearon participando, por ejemplo, del festival de atesoramiento de divisas en medio de las siete corridas contra el peso que resistió el gobierno de Cristina Kirchner desde 2007.
En su libro Economía a contramano, Alfredo Zaiat brinda dos listados con los principales compradores de dólares, de personas y de empresas en el período que va del 10 de enero al 31 de octubre de 2011, compras abultadas de dólares que terminaron provocando el diseño de un nuevo sistema de administración de divisas de mayor control. Las operaciones fueron en pesos, convertidas al tipo de cambio de 4,30 pesos por unidad.
No sorprende, entonces, que mientras la única y verdadera restricción objetiva de la economía es la externa, se plantee como problema una supuesta sobre expansión de los salarios e ingresos de los argentinos y, como solución, el ajuste recesivo para equilibrar el balance de divisas, de la mano del endeudamiento, pero que no se cuestionen causas endémicas de la escasez de divisas, como la fuga de los sectores concentrados que dolarizan y restan al circuito productivo su excedente.
El año 2015 es una bisagra. Lejos de relajar la perspectiva iniciada en mayo de 2003, se trata de profundizar el proyecto kirchnerista.
Estamos en un equilibrio: el régimen corporativo no tiene fuerza para institucionalizarse pero sí para mantenerse, mientras que el kirchnerismo y la masa popular tienen suficiente potencia para no dejarse institucionalizar, pero no para cambiarlo. ¿Quién tiene que romper ese equilibrio? Nosotros; a las corporaciones, con durar, les basta. Argentina no puede retroceder.
*Director de Consultora Equis.
**Economista de la Gran Makro.