En primera impresión, la asamblea de ministros de Relaciones Exteriores de la OEA ha dado un paso histórico, al votar a favor del reingreso de Cuba al organismo internacional, excluida del mismo en 1962, cuando se reuniera en Punta del Este.
Entonces, la mayoría de los países de la región, liderados por los EE.UU., cuyo presidente era John Fitgerald Kennedy, votaron por la exclusión en el contexto de la Guerra Fría, que había llevado al régimen de Fidel Castro a transformarse en un aliado político y militar de la URSS.
Como reflejo de la época, en la Argentina, el voto del país en contra de la exclusión en la presidencia de Frondizi, junto con el triunfo del peronismo en la provincia de Buenos Aires, se combinaron para producir el golpe que terminó con el gobierno.
La totalidad de los países que integran la OEA votaron por el reingreso, pero el gobierno cubano y en particular Fidel Castro se siguen mostrando críticos del organismo y manifiestan no tener interés por retornar por ahora.
Esto parecería reducir el carácter de histórica que se da a la decisión, que sólo exige un proceso de diálogo para efectivizarse. Para el presidente de Venezuela, Hugo Chávez, cuya influencia en la región es importante, como lo mostró la Cumbre de Presidentes del continente realizada en Trinidad y Tobago en abril, el paso que se ha dado no es suficiente.
La clave del problema la dio la secretaria de Estado de los EE.UU., Hillary Clinton, quien manifestó que el reingreso está condicionado a que el régimen cubano dé pasos concretos en materia de democratización, incluyendo el reconocimiento de la oposición y la existencia de medios de comunicación privados e independientes.
En su opinión, una vez satisfechas estas condiciones, se dará el mencionado reingreso y el Congreso de los EE.UU. recién comenzaría a tratar el levantamiento del discutido embargo.
Los hermanos Castro ven así con realismo que en el mejor de los casos se inicia un proceso largo y complejo, en el cual el gobierno cubano será sometido a exigencias que no le será fácil cumplir.
Es que el modelo del comunismo asiático, que ha permitido a China y Vietnam un gran crecimiento económico, en el cual la inversión externa ha jugado un rol importante, sin alterar el autoritarismo político, no se traslada tan fácilmente a un país latinoamericano, que integra una región en la cual los valores de la democracia son relevantes, y ello se ve reforzado por la proximidad de los EE.UU.
Pero el gobierno cubano se encuentra en una situación económica delicada. Sus exportaciones de níquel han caído drásticamente, al igual que el turismo a consecuencia de la crisis global, y el suministro de petróleo venezolano se ha visto reducido por los problemas que enfrenta el régimen chavista.
Ello llevaría a pensar que el gobierno cubano se vería obligado a ceder en el campo de la democracia a cambio a inversiones y apertura económica. Ello no resulta tan sencillo. Es que los casos de democratización de regimenes comunistas entre fines de los años ochenta y comienzos de los noventa, mostró que una vez iniciado el proceso de apertura éste se vuelve incontenible.
Por esta razón, el régimen castrista no se apresura a aceptar la aparente decisión de la OEA, situación que lo obligaría a comenzar a discutir una agenda política que puede complicar un sistema de partido único en el cual la oposición no tiene posibilidad de expresión ni participación, justo en momentos en que la economía se complica, obligando al gobierno a adoptar medidas de ajuste de emergencia, que no son populares.
De acuerdo a ello, la decisión de la OEA puede iniciar un proceso, que llevará tiempo y varias etapas, que los hermanos Castro por ahora no tienen interés en acelerar.
Para el gobierno de Obama, ha podido dar una señal concreta de cambio en la política hacia América latina, sin renunciar a su exigencia de que se avance hacia la democratización en Cuba.
Es así como la Asamblea de la OEA celebra lo que considera una votación histórica, el beneficiario de ella no muestra interés en aprovecharla y es Hillary Clinton quien da las claves de esta aparente contradicción, al explicar que la posición de su país ha cambiado algo, pero no tanto.
*Director del Centro de Estudios Unión para la Nueva Mayoría.