Aunque parezca lo contrario, el análisis político que dispone la atención en las características personales de quien protagoniza lo que se intenta describir, ofrece en realidad muy poco volumen explicativo de los escenarios sociales que rodean a cada persona y a los condicionantes que hacen parecer una cuestión personal y de carácter, algo que se ofrece como limitado y bajo condiciones donde solo algunas cosas son posibles. Justamente, por estos días, la tensión actualizada entre Larreta y Bullrich no debe ser indicada como una cuestión entre sujetos, sino como un producto social complejo y condicionado por el modo de operar del sistema político argentino de los últimos veinte años. No es sobre ellos, es sobre el procedimiento integral del sistema.
Las reacciones al video de lanzamiento de Horacio Rodríguez Larreta ofrecen mucha información sociológica. Aunque la filmación es producto de un proceso de análisis estratégico y de la generación de mecanismos creativos, no es sobre el contenido mismo de ese resultado de trabajo alrededor de lo que se debate. Sobre ese producto se pueden permitir análisis en relación a la viabilidad de una estrategia de centro, del concepto del inicio de un camino, de las posibilidades de integración de lo diverso o incluso de la calidad misma de filmación y de su performance frente a cámara.
Sin embargo, Patricia Bullrich ofrece una reacción en Twitter en formato de acto inmune, como quien regala una respuesta frente a una amenaza externa en relación a un mecanismo de funcionamiento que la tiene como protagonista, y del que requiere su sobrevivencia para que su posible candidatura siga como proyecto real.
Alberto y su regreso a la indecisión
Para Bullrich, el espacio ofrecido a ella por Mauricio Macri ha sido bajo determinadas condiciones específicas que todavía le otorgan sentido. Se trata de liderar un proceso de enfrentamiento con el kirchnerismo, en el que todos los esfuerzos suyos y de sus equipos se orientan hacia todo lo que ofrezca algún posible daño a la contraparte, porque lo que daña a los otros beneficia a ellos.
Bajo condiciones específicas esto supone un esfuerzo considerable para su sostenimiento. Si se piensa en torno a los conflictos, se puede caer velozmente en la cuenta de que forman parte de la vida cotidiana de una manera bastante recurrente. Un conductor que se enoja con otro, una discusión con alguien del trabajo o incluso una tensión con la pareja por no cumplir con expectativas de comportamiento de una de ambas partes, ofrecen un menú amplio de situaciones a mano para el aumento momentáneo de la tensión.
Pero para la mayoría de estos casos, la relación de estos conflictos con el tiempo es escasa, ya que en su gran mayoría no logran extenderse hacia nuevos presentes. Así, junto a la pregunta sociológica debe también ofrecerse una pregunta de nuevo en relación al tiempo y revisar qué condiciones son las que permiten que una situación, que podría ser efímera, logra dilatarse sin cierre y convertirse en un modo de funcionamiento relacional.
La sociedad se esfuerza por lograr mecanismos de sobrevivencia. Esto se ha logrado en su evolución con el registro recurrente de determinadas acciones, que queda claro producen una mejor continuidad en las comunicaciones bajo el uso de recursos disponibles de una manera reiterada y en diversos contextos (a lo que podemos llamar como sentido) y que diferencian con claridad a una situación cordial de una conflictiva.
Si bien los conflictos hacen su aparición de manera sostenida, son esos mismos mecanismos disponibles los que dejan en claro aquello que se puede activar para desarmarlos. Quien pide disculpas, podría avanzar en esa dirección.
A nivel masivo, la sociedad cuenta con una cantidad considerable de recursos que ofrecen prestaciones más allá de situaciones de interacción específicas. Quien tiene dinero suficiente para comprar una propiedad puede prescindir de la lucha por ella, y quien ocupa un puesto en una organización estaría reglamentado para dar órdenes. Aunque podría no decidir vender la propiedad o incluso rechazar la orden de una jefe o jefa, para ambos casos se trata de mecanismos y recursos que prescinden de los detalles biográficos individuales y que representan disposiciones generales cada vez que cualquier persona se encuentre en condiciones similares.
Otro ejemplo es el derecho en Occidente, cuyos elementos normativos se encuentra aplicables a todas las personas y no a algunas. Es decir, que a toda interacción o funcionamiento en contextos diferentes, el engranaje social busca maneras de producir su continuidad logrando que la aparición de un conflicto sea avanzando a una manera que no implique el detenimiento de un determinado ámbito de la sociedad.
Las condiciones que permiten que un conflicto se sostenga en el tiempo son las que logran convertir las posibilidades de interacción en chances de lo contrario, es decir en condiciones que anulan las suertes de un esfuerzo para la continuidad social. A diferencia de convertir un momento “NO”, con mecanismos que lo transformen en un “SI”, el conflicto sostenido hace que todos los esfuerzos sean por mantener los dispositivos de la primera alternativa. Un conflicto en el tiempo adquiere vida propia, y puede ser señalado como un sistema social en el que sus partes viven, no para resolver ese conflicto, sino para sostenerlo. Larreta es un traidor a esa causa.
En el sentido específico del funcionamiento y de la reproducción social, el video de Larreta ofrece un intento de articulación con mecanismos que salgan del sostenimiento del conflicto y que anulen el mantenimiento de una situación sistémica en la que sus protagonistas encuentren su razón de ser bajo la condición de reemplazo del sistema político por el sistema de conflicto que ambas partes construyen.
Larreta es en realidad no solo una amenaza a Bullrich, lo es también para Cristina y La Cámpora y para todo aquel que crea que la vida pública solo es explicable por la ilusión sostenida del proyecto de eliminar a los contrarios. Así, Bullrich se desespera y reacciona ante la posibilidad de término a aquello que le da sentido. Hace, precisamente, lo que haría cualquier sistema inmune: se defiende.
Los efectos de ese sistema social de conflicto se ven en la economía, en la aprobación de proyectos de ley, en la construcción de rutas y en prácticamente todo lo que dependa de acuerdos políticos. El kirchnerismo y el macrismo han convertido el sistema social de la política en un sistema de conflicto, de modo que el tiempo que queda para resolver problemas de la gente es escaso. Solo se admite la disciplina interna y el apego a la reglas de la rivalidad, igual que Montoneros o el stalinismo, algo sencillo de comprender para Bullrich.
Sergio Massa acciona como un equivalente funcional contra el conflicto en un gobierno cuya identidad es todavía heredera de ese sistema. Él y Larreta siguen esperando por el tiempo en que se disuelva el trabajo por la batalla y pase a ser el de la competencia. El problema es la gente, que confunde su necesidad con la desesperación de otros por sobrevivir en un universo de dependencia cruzada y que todavía imaginan su voto en formato de liberación contra los enemigos, sin detectar que paradójicamente es la forma perfecta de la dependencia.
*Sociólogo.