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hipotesis

La antena bonaerense

La historia del complot político parece haber virado hacia la historia del crimen pasional. El problema de los enigmas policiales en el fondo siempre es el mismo: que sean tantas las razones por las que un ser humano puede querer matar a otro ser humano.

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La historia del complot político parece haber virado hacia la historia del crimen pasional. El problema de los enigmas policiales en el fondo siempre es el mismo: que sean tantas las razones por las que un ser humano puede querer matar a otro ser humano.
Asesinan con saña a tres agentes del orden en plena dependencia policial. ¿De qué se trata? ¿De desestabilizar poderes políticos justo en vísperas de una elección? ¿De denunciar ante la sociedad la impericia garrafal del centinela durmiente? ¿O de esto otro: de un hombre que le cobra a otro la felonía de una mujer?
En la hipótesis del asesinato por amor, hay sin embargo un aspecto que no termina de encajar.
Se espera que un hecho así se ejerza más bien a la Borges: un hombre matando a otro hombre, cara a cara y mano a mano. Y en torno de la antena bonaerense, en cambio, fueron varios los que mataron a varios. ¿Razones de operatividad táctica? Puede ser. ¿Sicarios que por dinero prestan servicio de acompañante? También puede ser.
Pero puede ser, asimismo, por qué no, algo distinto, y en cierto sentido más recto: un choque de camaraderías. Los amigos que responden, aun para el hecho bestial, al amigo que ha caído en desgracia. Pacto de varones que atacan a otros varones, para dar una señal feroz a la mujer cuyo corazón ha virado. No al ministro Arslanián, al gobernador Solá, al presidente Kirchner, a la presidenta Cristina Fernández de Kirchner, no a la sociedad argentina, tampoco al pueblo bonaerense; sino a la mujer, a esa mujer, al amor de esa mujer, al desamor de esa mujer.