Ante la marea de protestas que hoy enfrenta la Revolución Cubana, lo primero a señalar es el modo en que, con las debidas excepciones, los medios occidentales tratan el problema. Cuba sería algo así como cualquiera de las dictaduras que asolaron América Latina. En el mejor de los casos, un populismo a la venezolana o argentina: autoritario, corrupto y corruptor, distribuidor de lo que no produce y timonel de un barco navegando hacia el naufragio económico, político y social.
La historia y el presente de esa Revolución apenas se evocan: el bloqueo económico, las agresiones militares, operaciones de inteligencia política y mediática que ha sufrido y sufre el proceso cubano. Los populismos e incluso dictaduras de la región no padecen de esos modales, ya que allí siempre se pueden hacer negocios. La excepción fue Venezuela, justamente porque el chavismo apuntaba al modelo cubano; aunque después, con Maduro, acabó donde hoy se encuentra, a pesar de sus enormes riquezas naturales. En fin, que la mayoría de los medios no respeta las reglas profesionales ante un asunto no circunstancial, sino inscripto en la evolución histórica.
Es cierto que, desde el punto de vista republicano, Cuba es una dictadura. También que no produce lo que necesita y que cuando cesó la ayuda soviética, en los ‘90 del siglo pasado, la distribución se estancó. “En 1989, a treinta años de la Revolución, fuentes confiables estimaban que Cuba había recibido 80.000 millones de dólares de ayuda de los países socialistas (…), sin incluir la ayuda militar. Sin embargo, seguía siendo básicamente monoproductor y monoexportador y aún no podía alimentar debidamente a su población. El número de camas y los ingresos por turismo eran casi exactamente iguales a los de antes de la Revolución. El país no se había desarrollado en el sentido cabal del término, a pesar de que la ayuda soviética representaba un ingreso equivalente, en términos relativos, a la renta colonial obtenida por los países industrializados”, escribí en 2014 (https://bit.ly/cubacapitalissta). También, por qué negarlo, que el régimen exhibe manchas de corrupción, aunque nada comparables a las de los populismos regionales.
Un sueño casi cumplido… y roto
Pero aun así, Cuba es otra cosa. A pesar de los bloqueos y agresiones sufridos desde que Fidel Castro y sus guerrilleros derrocaron al dictador Fulgencio Batista, el país dejó de ser el “prostíbulo de lujo” del turismo occidental, como se lo conocía, para devenir una nación mucho más igualitaria, ilustrada y saludable; desarrollada incluso en ciencias y tecnología. Decenas de miles de médicos cubanos prestan servicios en América Latina y países del Tercer Mundo. ¿Acaso no es hoy el único país latinoamericano que ha producido vacunas anti covid?
La crisis económica, precipitada por la pandemia. El tiempo y la historia han hecho que otras “dictaduras del proletariado”, como Rusia, Vietnam y especialmente China, hayan devenido grandes potencias capitalistas bajo dictaduras que podría calificarse de “sociales”, ya que han sacado a esos países de la mezcla de feudalismo y monarquía en que se hallaban. Pero a diferencia de Cuba, son países inmensos, con enormes mercados internos potenciales, riquezas naturales y además orientales. O sea que tienen con qué desarrollarse y competir económicamente y una cultura que no añora ni aspira a la democracia republicana; aunque por supuesto, les va llegando la hora.
Cuba ha hecho lo que ha podido, pero ya no tiene con qué y está en Occidente; o sea sin recursos y bloqueada. Su ahora educada población mira hacia donde su cultura le indica y puede mirar; una apertura republicana. Tal como están hoy las cosas, es eso, o el caos.
¿Qué ocurriría entonces si el régimen cubano propusiese a Estados Unidos, a cambio de un levantamiento inmediato de todas las sanciones, convocar a elecciones libres, bajo supervisión de la ONU, en un plazo determinado?
El presidente Biden, ex vicepresidente del iniciador de una apertura con Cuba, Barak Obama, no podría hoy contestar hasta pasadas las elecciones legislativas de medio mandato, ya que necesita del voto latino anticastrista. De allí que se coloque, aunque ambiguamente, del lado de los que exigen sin más la caída del régimen. Y luego, aun habiendo ganado, habría que ver. Esas decisiones dependen de tantas cosas
Pero, en cualquier caso, la situación daría un vuelco. Los medios y la opinión occidentales no podrían seguir ignorando las consecuencias del bloqueo y las agresiones, ya que la propuesta las habría colocado en el centro. Tampoco la realidad cultural y social cubanas, tan distinta y aún mejor que las de la mayoría de los países de la región y el Tercer Mundo. Si la situación se polarizase interna e internacionalmente, la ONU podría verse obligada a intervenir.
Hasta es posible imaginar que, llegado el caso, el actual oficialismo ganase las elecciones. O que, aun perdiendo, deviniese un partido importante. Cuba, ¿un país socialdemócrata a la escandinava?
En fin; que imaginar, como soñar, es gratis.
*Periodista y escritor