Los muros dividen sociedades, alimentan la inquina, multiplican el encono, son –en definitiva– testimonio contundente de una mentalidad política que carece de lo necesario para gobernar.
Hay muros donde un problema político y social no ha tenido la debida solución, se recurre al tapiado para ocultar un fracaso, con la vana idea de que la sola separación arranque las raíces de un conflicto al que no se ha sabido superar en tiempo y forma.
El muro que pretende dividir San Isidro de San Fernando no contribuirá en absoluto a resolver la compleja problemática que aqueja a la zona norte del Gran Buenos Aires, donde conviven codo a codo la opulencia y la marginalidad. Es en un disparatado intento para aislar a los pobres que no dará mayor seguridad a los vecinos. Muy por el contrario, fomenta divisiones que al profundizar la brecha social existente en la zona invitan a la revancha.
En primer lugar, los guetos sólo contribuyen a generar más guetos, los muros dividen, separan, excluyen, discriminan, y el resultado no es más que “violencia” adicional. No ver a los pobres no evita que lo sean. Así, ni la marginalidad desaparece, ni sus efectos cesan de existir. Nadie duda de que los barrios marginales, los asentamientos de emergencia, se han transformado en zonas tomadas por el delito, desde aguantaderos, guardaderos de armas, hasta el fenómeno de la narcoterritorialidad. Lo cierto es que en muchas villas hasta se ha instalado un poder paralelo al del propio Estado.
Ahora también es cierto que en esos mismos lugares viven los ciudadanos más golpeados por el delito. Se trata de sus víctimas más inmediatas, ya que son quienes tienen mayor vulnerabilidad frente al crimen.
Digámoslo con todas las letras, los pobres son hoy rehenes del narcotráfico. Creer que la construcción del muro resolverá el reclamo real, concreto y específico de seguridad de los vecinos de San Isidro es no conocer el territorio y menos aún la problemática interna al mismo.
Lo que está sucediendo fundamenta una vez más la posición que he mantenido en los últimos años en la materia, al afirmar que la descentralización no es el camino para dar mayor seguridad a los vecinos; aún falta mucho por recorrer para que la seguridad pueda ser manejada localmente. Diferente sería romper con la desestructuración urbanística que resulta operativa para el delito, urbanizando, iluminando, asfaltando, construyendo. En síntesis, poniendo al Estado al servicio de la efectiva recuperación de los territorios dominados por el narcotráfico.
Pero ésta es una esgrima política que nunca ha practicado el intendente de San Isidro, quien heredó y profundizó un modelo político de clientelismo que hoy intenta salvar de su propia debacle con una decisión electoralmente calculada, intentando con un golpe de efecto distraer la atención de los vecinos, ocultando tras un escándalo su propia responsabilidad en lo que ha ocurrido en su distrito en los últimos 30 años.
Difícilmente encontremos soluciones si pensamos con la lógica que intenta ponernos de un lado o del otro del muro, San Fernando vs. San Isidro, ricos vs. pobres, buenos vs. malos. Es más, con esa línea argumental sólo se beneficiarán paradojalmente los que alientan y promueven la violencia y el terror en territorio bonaerense.
¿Qué pasaría si todos y cada uno de los municipios del Gran Buenos Aires comenzarán a cercarse? Hoy un muro, mañana un perímetro, y así criminalizando a los más vulnerables, enfrentando a ricos con pobres, lograríamos algo inédito en nuestro país, sólo volveríamos a lo que no estuvo lejos de suceder en 2001, la desintegración nacional.
No creo en las casualidades, ni mucho menos solo en la impericia, más aun cuando ha comenzado la “madre de todas las batallas” en territorio bonaerense.
No permitamos que desde la política se criminalice la pobreza, no alimentemos la discordia, no promovamos los enfrentamientos entre argentinos, alguien se beneficiará con esto y justamente no serán los hombres y mujeres de bien que de uno u otro lado del “muro” trabajan para una Argentina justa y en paz.
*Diputada nacional y experta en Seguridad.