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La batalla de Recoleta

Cristina Kirchner
Cristina Kirchner | cedoc

Vivimos una extraordinaria batalla por el sentido. El territorio donde esa batalla sucede es designado como Recoleta. Aplicado a un lugar, “recoleta” significa que es solitario y poco transitado (“calles con pequeñas y recoletas tiendas”) y aplicado a las personas, que guarda una observancia más estrecha de la regla que la que comúnmente se guarda (“fraile recoleto”). Por extensión, designa al que vive retirado y con modestia.

Esa “madre de todas las batallas” repercute en todos los ámbitos y ya habido desgarramientos en varias instituciones menores que pronto se replicarán también en las alianzas políticas, porque todo se juega a todo o nada, a esto o aquello. 

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Estamos ante un caso de arbitraria persecución judicial-mediática, una intolerable provocación (con mates y escuditos incluidos) de la derecha internacional contra los sectores nac&pop, o estamos ante un necesario “Nunca más” de la corrupción, a partir del cual caerían, en sucesivos juicios, también los culpables dentro del macrismo (aunque, justo es decirlo, esta hipótesis es bastante ilusoria).

A lo mejor, desde el punto de vista histórico, un sentido no anula al otro (porque hay perspectivas): hubo corrupción, hay ensañamiento y parcialidad judicial. O a lo mejor, como ha sucedido, las batallas por el sentido se transforman en guerras asesinas, y entonces ya no importan las palabras sino los cuerpos que penden de un hilo siempre a punto de quebrarse. 

Pasado mañana volveremos a discutir sobre el sentido, pero hoy conviene refrendar que la semántica no habilita el asesinato, ni siquiera en grado de tentativa. Que la señora Fernández viva.