Nos apuramos a ver Sandman en Netflix, porque como estamos colgados de la cuenta de mi hija ya se nos acaba la gratuidad y no pensamos pagar por una adhesión a un servicio mediocre. También porque es obra de uno de mis autores de género predilecto, Neil Gaiman. Comparto su crítica al estilo de actuación del protagonista (“¿Por qué hablás como Batman?”, le dijo Neil) y admiro sus diálogos de una belleza inverosímil.
Pero además, Gaiman escribió para su esposa, la performer y cantante Amanda Palmer (The Dresden Dolls), un poema extraordinario que siempre enseño, “La cazadora de hongos”, que cuenta la historia de la tribu humana poniendo al varón en el lugar idiota del cazador que persigue a la presa (muchas veces sin resultado) y a la mujer como inventora de la ciencia (la mecánica, la anatomía, la física, la química) a través de las pequeñas tareas “domésticas” (elegir los hongos comestibles, conocer cómo se transforman químicamente al cocinarlos, diseñar herramientas e instrumentos portantes para las crías, relacionar la regla con las posibilidades reproductivas y recordar las propiedades curativas de las plantas).
Entregados al streaming, descubrimos en Star+ (otro cuelgue), una película trash que retoma este argumento antropológico-feminista deformándolo tontamente: Predator: la presa.
En este universo que no se atreve a salirse de la heteronormatividad, no hay personajes trans
Naru, la protagonista, es inteligentísima y sabia dentro de la tribu comanche que integra. No sólo es la mejor rastreadora y domina las propiedades medicinales de las plantas sino que es capaz de deducir el funcionamiento de la tecnología alienígena en dos minutos.
Eso, sin embargo, no le garantiza el lugar de privilegio que merecería y la obliga a ser la mejor cazadora (es decir: a convertir al predador en su propia presa).
Es como si la superioridad de la mujer solo pudiera entenderse en una dialéctica donde debe verse en el espejo del varón (con su misma fuerza y sus mismos predicados) y no en un plano diferente (como han protestado los feminismos de la diferencia).
Desde ya, en este universo que no se atreve a salirse de la heteronormatividad y el orden patriarcal, no hay personajes trans o de género fluido (chamanes) como sí sucede, para escándalo de muchos trogloditas, en esa ensoñación llamada Sandman.