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La Cámpora

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Son muchos los que se preguntan cuál será el destino de La Cámpora una vez que el cristinismo se vaya del poder. ¿Desaparecerá? ¿Perdurará? ¿Se transformará? ¿Los famosos militantes se irán a sus casas? ¿Mantendrán eso que ellos llaman ideología? ¿Pesarán en los tiempos que vienen ? ¿Seguirán considerando como patriarca y mentor a Máximo Kirchner o se identificarán con otros?
Es difícil predecir el futuro de La Cámpora. Ni sus hombres lo saben, incluso en estos días de cierta euforia cuando los congregan en la Casa de Gobierno cada vez que la Presidenta los necesita, conmovida con sus cánticos. La opinión pública tiene un concepto muy concreto de La Cámpora: en estos días están en todos los ministerios, han ocupado todos los sitios posibles y pese a la falta de experiencia de la mayoría de sus integrantes opinan, discuten, bajan línea, se consideran patrones del pensamiento y de la acción.
¿Tienen noción de la Historia? Puestos a prueba lo dudo. Simplemente repiten conceptos de sus líderes y no tienen criterio formado sobre el tiempo pasado.

Hace menos de un mes dicté una clase sobre los procesos políticos en la Argentina desde el siglo XIX. Al concluir, un oyente de menos de 25 años levantó la mano y preguntó con cierto tono de suficiencia: “¿Tiene futuro La Cámpora?”. Le contesté que todo dependería de quien o quienes ganaran las elecciones presidenciales. Los dirigentes opositores, en general, han expresado su deseo de dejar a los funcionarios de la agrupación en la calle, el primer día de gobierno. Inmediatamente fui yo quien le preguntó: “¿Usted sabe quién fue Cámpora”. Sí, por supuesto, contestó el aludido: “Fue un general del Ejército peronista”.
No pequeña fue mi sorpresa y desconcierto.

En actitud docente y con paciencia pasé a explicarle que fue un dentista de San Andrés de Giles, de origen conservador, parlamentario en los años 40 y 50, amigo de andanzas nocturnas de Juan Duarte, el hermano de Evita, un hombre ligado por extrema lealtad a Perón. Que llegó a la Presidencia de la Nación por un enroque, habida cuenta de que el gobierno militar liderado por el general Alejandro Lanusse vedó al viejo líder el acceso al sillón de Rivadavia. Rodeado de la Juventud Peronista, con el entusiasmo de los grupos guerrilleros, Cámpora, el “tío” para sus seguidores, alcanzó a gobernar poco menos de un mes y medio porque llamó a elecciones donde triunfó Perón. Es decir: Cámpora cumplió órdenes, fue un obediente servidor, hizo los deberes como le habían ordenado. En eso consistió su participación en la historia nacional.
Es decir: Cámpora no fue un general de Perón. Sí fue un hombre que recibió instrucciones y las llevó adelante. A eso lo calificaron de “lealtad”. Por lo que siempre me he preguntado por qué esta juventud, que se califica de “nacionalista”, con algunos superficiales toques marxistas, que consideran a Néstor Kirchner un héroe revolucionario transformador de la República, que admiran a la “juventud maravillosa” que dejó su vida en los años extremadamente violentos de los 70 estampó el nombre de Cámpora a su congregación. ¿Porque Cámpora fue alguien que sin chistar, casi ciegamente, siguió los pasos que le ordenó el caudillo ya enfermo y con muchos años encima?
¿Fue digna esa postura? ¿La elección del nombre estuvo a cargo de Máximo Kirchner, el hijo de la Presidenta? ¿A los de La Cámpora no les dieron lugar en los otros partidos políticos? ¿Porque exaltan el valor de la participación en las decisiones públicas, ya, sin dilaciones, sin esperar su turno y con buenos sueldos?

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En la soledad de sus actuales decisiones la Presidenta se respalda en La Cámpora y en su hijo, quien hasta ahora lleva portación de apellido, pero con poca experiencia política, poca lectura, poca travesía y recorrido por la República, con poca calle, el que ha asegurado que seguirán adelante pase lo que pase, con sus hombres decididos a perdurar. ¿No es una muestra de la extrema soledad actual de Cristina Fernández?  

*Escritor y periodista.