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La canción del inmigrante

Un par de años atrás me recomendaron leer un libro de cuentos que se podía encontrar en las librerías de saldo. Retuve por mucho tiempo el título del libro, Los boys, aunque nunca el del autor, y el día en que me decidí a comprarlo ya no se conseguía por ningún lado. Pero en algún momento de 2008 recibí La maravillosa vida breve de Oscar Wao y ahí, en la biografía del escritor de esa novela que acababa de ganar el Premio Pulitzer, figuraba el dato de que diez años antes había publicado Los boys.

Tomas150
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Un par de años atrás me recomendaron leer un libro de cuentos que se podía encontrar en las librerías de saldo. Retuve por mucho tiempo el título del libro, Los boys, aunque nunca el del autor, y el día en que me decidí a comprarlo ya no se conseguía por ningún lado. Pero en algún momento de 2008 recibí La maravillosa vida breve de Oscar Wao y ahí, en la biografía del escritor de esa novela que acababa de ganar el Premio Pulitzer, figuraba el dato de que diez años antes había publicado Los boys. Junot Díaz (ése era el nombre) nació en República Dominicana en 1968 y con siete años se mudó con su familia a los Estados Unidos. A pesar de su origen humilde (ese pasado entre mítico y desastroso de los inmigrantes hispanoamericanos en el exilio alrededor del que giran sus historias), Díaz logró hacer su educación completa en inglés, idioma en el que escribe, es profesor en el prestigioso Instituto de Tecnología de Massachussets (MIT), y en muy poco tiempo ganó una beca Guggenheim, el Pulitzer y el Dayton Literary Prize.
En su nuevo libro de ensayos, Fantasmas. Imaginación y sociedad, Daniel Link rescata una memorable boutade borgeana: “El mundo, para el europeo, es un cosmos en el que cada cual íntimamente corresponde a la función que ejerce; para el argentino, es un caos. El europeo y el americano del Norte juzgan que ha de ser bueno un libro que ha merecido un premio cualquiera; el argentino admite la posibilidad de que no sea malo, a pesar del premio”. Así y todo, no hubo manera de atravesar la frontera de las primeras páginas de La maravillosa vida breve de Oscar Wao: la exuberancia de los personajes, las reverberaciones del spanglish y las extensas notas al pie pasaban de largo, sin incitar la curiosidad que el libro despertó en buena parte de la crítica local. Pero en los últimos tiempos el nombre de Díaz volvió a sonar por aquí, en parte gracias a las actividades de la Feria del Libro de Buenos Aires. Ayer participó en una mesa titulada “De Santo Domingo a Nueva York: la experiencia de los inmigrantes en los Estados Unidos”, y mañana se presentará a en el teatro Andamio 90, en un diálogo sobre literatura y ficción.
Uno de los beneficios generados por los premios literarios (de los pocos que afectan al lector) es que las editoriales aprovechan la publicidad asegurada y el aura de prestigio adquirido para reeditar los viejos libros de los autores galardonados. Así fue como, finalmente, los cuentos de Los boys (cuánto mejor es el título original: Drown; es decir, Ahogado) fueron puestos de nuevo en circulación. Son diez relatos articulados en torno a una familia de dominicanos y sus vivencias antes y después de dejar la isla. Los personajes están siempre al borde de la ley y tienen una sola meta: sobrevivir. Son retratados en momentos y experiencias fundamentales de su vida (la iniciación de la infancia, el amor y el abandono, la huida del hogar) y viajan de una historia a otra, lo que recuerda tanto en estructura como en atmósfera los textos de Juan Rulfo en El llano en llamas. Y aunque para muchos este tipo de realismo constituye una vía agotada, en los mejores cuentos de Los boys (Ysrael, Bajo el agua, Negocios) resuena el eco de la tradición literaria bien entendida.

*Desde Barcelona.

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