Ciertos acontecimientos últimos de la política argentina lo llevan a revisar sus lecturas de infancia. Así las piensa él, pero en verdad fueron sus lecturas de los veinte años, el primer tercio de su vida.
Al tercer intento encuentra lo que buscaba. En 1957, el año de su nacimiento, Jacques Lacan había dicho que “el emisor recibe del receptor su propio mensaje bajo una forma invertida. Así, lo que quiere decir ‘la carta robada’ es que una carta llega siempre a su destino”. Si una carta “puede sufrir una desviación, es que tiene un trayecto que le es propio”. ¿Qué hay de propio y de impropio en el Correo Argentino, empresa del Estado, no importa quién la maneje, porque sin Correo no hay Estado?
Piensa que su amiga, con la que juega al tenis cada quince días, se equivoca: Trump y Macri no se parecen tanto. El primero es un empresario desbocado, el segundo es algo peor: un contratista del Estado que, cansado de lidiar con el interés común, decide llevarse al hombro lo que le sirvieron en bandeja. Al ideal (horrendo, pero ideal al fin) del primero se oponen las estrategias de zorrito del segundo.
Las historias heredadas siempre ponen al sujeto en un punto de inflexión. Parece que éste ha llegado a un momento trágico en el que se juega no tanto la suerte del país (a eso estamos ya muy acostumbrados) sino, como corresponde en una tragedia, el de una familia soberana. Macri ha recibido su propio mensaje, “No saquearás”, de forma invertida. Habrá que ver qué hace con ese sobre envenenado.