“Treinta y tantos años imperó aquí don Alberto Barceló; con el fervor electoral de los muertos y la empeñosa prepotencia de los vivos.”
Rodolfo Walsh (1927-1977), de “¿Quién mató a Rosendo?” (1969), capítulo 2: “Avellaneda”.
Cada vez que dos adultos discuten sobre un penal, un offside, una jugada, vuelven a tener 10 años. Esta idea, más todo lo que saben los más chicos sobre los futbolistas gracias a la Play, fue la clave del planteo de Tiki Tiki, la revista infantil de fútbol que hice hace algunos años. El hombre infantiliza su humor, se enfurece por nada, argumenta con excusas ridículas. Como un nene. Así, el humor de una revista infantil futbolera es muy fácil de hacer. Sólo hay que dejarse llevar. Es muy divertido.
Con los años he perdido lo que tenía a mis 10, cuando quería ser Perfumo. Racing ganó todo y lo viví a la mejor edad. Después fueron décadas de frustraciones, un descenso, y lo peor: las dolorosas victorias del vecino. Y aquí es adonde quería llegar. Al vecino, Independiente.
Jugaremos dos partidos, ida y vuelta, el 29 y el 6, para saber cuál de los dos se clasificará a la Copa Libertadores. El que pierde, ¡out! Glup. Ya encargué las pastillas.
No hay partido que me afecte más que el clásico de Avellaneda. Es inútil. Trato de ser racional pero no lo logro. Nací allí y recuerdo haber escrito en las paredes “Dale Rojo” con mis primeros palotes del jardín porque mi mamá, Aída –por Verdi–, me decía que había que apoyar a los compatriotas. El Inter le ganó dos veces la Intercontinental y me entristecí. Pero cuando Racing tuvo que jugar por la misma copa con el Celtic en 1967… ¡los del vecino hinchaban para ellos! Horror. Rabia. Furia. ¡Ruptura de relaciones de por vida!
Desde los 12 años fui todos los domingos a la cancha. A ver a Racing, por cierto, y cuando jugaba afuera iba a la popular visitante de la Doble Visera, esperaba a que subieran la cortina y entraba a alentar a los rivales los minutos finales. Lo más gracioso es que aquel pensamiento infantil de alguna manera sigue presente en mí. Qué notable. Recuerdos de un mundo naif, pachorriento, amable.
El errático Independiente de Almirón le dejó paso a un equipo equilibrado, dirigido por un tipo de bajo perfil que habla lo necesario y exige el máximo de lo que pide: Mauricio Pellegrino. En un curioso enroque, Gabriel Milito, héroe de los vecinos, se fue a Estudiantes, y Pellegrino, que ni siquiera jugó en el club, llegó a Avellaneda. Resistencia, primero. Asombro, después. El equipo sumó y se metió entre los de arriba. No fue un milagro. Fue trabajo. Mucho de lo que Pellegrino aprendió trabajando en la cantera del Valencia primero y siendo, desde 2008, segundo entrenador del Liverpool dirigido por Rafa Benítez.
Cocca ha sido un buen futbolista, siempre titular, pero en equipos de mitad de tabla. Once en 16 años en Argentina, España y sobre todo México. Ganó un solo título siendo un juvenil, con River en 1992. Fue en México donde hizo suyas las ideas de Ricardo La Volpe y, ya como técnico, intentó plasmarlas con suerte variada en CAI de Comodoro, Godoy Cruz de Mendoza, Gimnasia, un breve paso por Santos Laguna y Huracán; hasta su rush 2013-2014, una temporada en la que le salió todo. Subcampeón del Nacional B con Defensa y Justicia, contrato con Racing y ¡campeón a los seis meses! Un milagro que nadie esperaba. El suyo y el de Bou.
Cocca supo cambiar a tiempo, lo que no deja de ser una virtud importante. Supo sobrevivir. Cuando llegó a Racing habló de estilo, de posesión, de una estética. Empezó bien y pronto perdió el rumbo. Tigre, que había perdido sus dos primeros partidos y que pronto despediría por malos resultados a su técnico Fabián Alegre, lo vapuleó en Victoria, 4 a 0. Después llegaría su célebre boutade frente a la prensa: cambio clásico por campeonato. Si hacía falta algo más, un Riquelme otoñal, con toque maestro de derecha, lo echó de la Copa Argentina. Había que cambiar y cambió. Por convicción personal, o tal vez bien aconsejado por los referentes que más peso y decisión tienen en el plantel. Bien hecho.
¿Racing era el mejor equipo hace un año? No. Lo era River, claramente. Pero ellos estaban tan metidos en su duelo personal con Boca que ningunearon el torneo local. Ahí aprovechó Racing. Resucitó con Boca y luego hizo todo para ser un justo campeón. ¿Cocca logró que el equipo evolucionara? No. Se desmintió a sí mismo y, luego del mal arranque, armó un 4-4-2 clásico apoyado en la calidad de sus puntas: Milito y el Increíble Bou. Sin capacidad de posesión, los hizo sólidos atrás, con un medio que presiona e intenta por las bandas, siempre buscando a sus dos solistas. Un equipo sin misterios, que rompe por la calidad de sus delanteros.
A Racing lo dirige, lo impulsa, lo eleva Diego Milito. Es su conductor real. Una pena que, por un error, Pitana lo haya dejado afuera del primer duelo como visitante. Pero estará en el definitorio, en el Coliseo. Con él en la cancha será otra cosa.
¿Sabrá Pellegrino cómo jugarle a este Racing? Me temo que sí. Es un técnico estudioso, detallista. ¿Sabrá Cocca cómo jugarle a este Independiente? Ojalá. No he visto cambios sustanciales en sus planteos, salvo cuando pone a Romero de enganche. Todos lo elogian. Es bueno, pero le falta. Me recuerda –más allá de las diferencias físicas y técnicas– a Gio Moreno, un jugador largo, frágil, bien vendido, que sedujo a muchos haciendo chiches en la mitad de la cancha. No a mí. No hubo Europa ni Mundial para él. Aún vive en China y cobra fortunas. Lo bien que hace.
¿Quién gana? Bueno, soy de Racing pero no confío en su técnico. El que me parece un profesional serio es Pellegrino. ¡Justo el que dirige al equipo que puede arruinarme la digestión hasta 2017! Oh, no. Es un dilema. ¿Qué puede pasar? Mm…
Algo más mágico que lógico.
Entonces sí, ganamos nosotros, cómodos; y a llorar a la iglesia.