Me duele la columna. Las vértebras cervicales, ni hablemos, ya se sabe, con la gente que escribe y
lee y esas cosas malsanas. Las lumbares no se quedan atrás, aunque allí estén. Pero la que más me
duele es ésta, la columna semanal. Porque las noticias de los último días son de grima, al norte de
nuestro subcontinente y al norte del continente entero, donde las esperanzas demócratas se embarran
mutuamente al punto que van a minar la confianza de sus simpatizantes. Y no hablemos de nuestro
querido país. La fiebre amarilla, el desabastecimiento. Los grandes productores agrarios nos
castigan por tratar de retener los alimentos aquí mismo, donde pertenecen. Ellos quieren exportar y
el resto les importa una papa. Una papa. No quiero hablar de esto y ¡zas! muere Jorge Guinzburg. La
noticia es bien triste pero la columna se endereza. Porque él supo tomarlo todo a risa y con esa
risa muchas veces cruel o sarcástica logró echar luz sobre los espacios oscuros de la forma más
inteligente. Para eso sirve el humor: para decir lo que no puede ser dicho. Y para ser valiente,
como lo fue la revista Humor durante los años de plomo.
El tema me permite mencionar a mi madre, la escritora Luisa Mercedes Levinson, de cuya muerte
se cumplen veinte años este mes. La conmemoración oficial vendrá en mayo, cuando aparezca un
librito tamaño caja de cigarrillos para máquinas expendedoras, con sus cuentos más emblemáticos.
Eso le habría encantado, ella que nunca fumó pero siempre supo encontrarle el aspecto feliz a cada
cosa. Su humor era opuesto al de Guinzburg pero cumplía idéntica función de alivianar lo denso y
lograr expresar lo prohibido. Como escritora sabía calar hondo sin necesidad recurrir a ninguna
tangente, pero en la cotidianeidad su sentido del humor y su alegría de vivir le permitió
sobreponerse a todos los dolores. Más allá de la columna vertebral. Su risa tenía un tono
cristalino y contagioso, y gracias a Norman Cousins (Anatomía de una enfermedad) sabemos que la
risa es como un jogging interno que genera endorfinas y cura los males no sólo del alma.