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La creación de Internet

El periodista inglés Hugh Williams traza en 50 cosas que debe saber de la historia mundial (Norma) un panorama amplio y entretenido del pasado. Desfila la historia de personajes religiosos como Jesús, Buda o Mahoma, junto a la de políticos como Napoleón, Mao o Nelson Mandela. También, acontecimientos como la caída del Muro de Berlín. Aquí, un momento que cambió el mundo: la invención de la red de redes.

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En 1867, el autor británico Anthony Trollope renunció a su cargo en la Oficina de Correos. Había trabajado allí treinta y tres años, período durante el cual –de acuerdo con su autobiografía– había prestado más atención a sus deberes en ese lugar que a su trabajo literario.

Se había ocupado de garantizar que “las personas de las pequeñas aldeas pudieran comprar estampillas postales; que pudieran enviar sus cartas; que fueran entregadas sin costo a la hora exacta; que los buzones estuvieran disponibles (...)”. Había disfrutado al redactar sus informes oficiales, con la esperanza de que fueran amenos para quien los leyera y permitió que dejaran su escritorio con sus “manchas y borrones originales”. Trollope creía que la caligrafía era parte esencial de la habilidad de cada persona para comunicarse: “Quien escribe una carta, si desea persuadir con sus palabras al lector, debe enviarla tal como la escribió, de puño y letra, con sus propias marcas, su propia puntuación, correcta e incorrecta, portando la evidencia de que es fruto de su propia mente”. Tres años después de la renuncia de Trollope en 1870, el sistema incorporó un servicio telegráfico. En 1912, un sistema telefónico nacional. A medida que avanzaba el siglo XX, se fue haciendo cada vez más sofisticado y llegaba a cada hogar por cualquier medio posible, desde la bicicleta y las camionetas hasta el tren. Hoy, ese mundo no ha desaparecido por completo pero está retrocediendo velozmente. El Correo Real, alguna vez columna vertebral de una nación comunicada, lucha para competir contra los correos electrónicos y otras formas de comunicación virtual. Ya no escribimos, estamos en línea, impulsados a ello por instituciones que consideran más fácil y barato lidiar con nosotros a través de una pantalla de computadora que por correo. Las cartas de Trollope o el Correo Nocturno de Auden son piezas históricas desplazadas con tremenda velocidad por Internet. Nos hemos rendido gustosos ante el abrazo de la Red global.

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Internet surgió a raíz de necesidades militares. Hasta principios de los años sesenta, la comunicación entre dos puntos se lograba a través de un método conocido como “conmutación de circuitos”, en el cual se utilizaba un solo enlace para establecer una conexión entre distintas terminales, enlace que permanecía totalmente ocupado durante toda la conexión. Esta era la base del sistema telefónico y del resto de los métodos de transmisión de datos. En 1969, una división del Departamentode Defensa de los Estados Unidos desarrolló un sistema de comunicación denominado “conmutación de paquetes” que permitió trasmitir datos de una terminal a varias otras mediante un solo enlace. Se le denominó Arpanet –fue creado por ARPA, sigla en inglés para la Agencia de Proyectos Avanzados de Investigación– y estableció una Red entre cuatro universidades estadounidenses. Pronto se unieron otras universidades y a medida que el sistema crecía, se introdujeron métodos de estandarización o protocolos, para garantizar que se pudiera trasmitir la misma información a computadoras con distintos diseños. En 1971, se inventó el correo electrónico (e-mail). Para 1985 ya existía Internet, una nueva tecnología que proveía servicios a comunidades de desarrolladores e investigadores en diversas posiciones militares, gubernamentales o académicas. Este grupo de usuarios se fue ampliando exponencialmente. Durante la segunda mitad de los años ochenta, la cantidad de clientes conectados al sistema creció hasta llegar a los 200 mil usuarios. Las computadoras se hicieron más pequeñas y baratas. Sin embargo, aunque rápido, su crecimiento estaba restringido. La invención que la llevó a un enorme uso popular llego con tres letras: www. Tim Bernes-Lee trabaja en la Organización Europea para la Investigación Nuclear (CERN) cuando se le ocurrió la idea de la World Wide Web (o Red de redes). Al igual que otros aspectos de la Internet, una ver formulado el concepto, se construyó y desarrolló con una velocidad impresionante. Tim comprendió que podía utilizarse el hipertexto –un método para vincular y acceder a información de distinto tipo– para construir una red a través de la cual los usuarios pudiesen navegar a gusto para encontrar lo que quisieran. En la propuesta que preparó para sus colegas de la CERN afirmaba: “Existe un gran beneficio potencial en la integración de sistemas diversos para permitir que un usuario elija vínculos que apunten de cierta información a otra”. La historia suele estar hecha de afirmaciones humildes. La propuesta continuaba: “Llamaremos navegador al programa que da acceso al mundo hipertextual (…). Los textos estarán vinculados de forma tal que se pueda ir de un concepto a otro hasta encontrar la información deseada. Llamaremos Web a la red de vínculos (…) normalmente, unos clics serán suficientes para llegar desde cualquier sitio hacia cualquier otro sitio en pocos pasos”.

El poder de la Internet es, evidentemente, una característica de la vida moderna. Las compras en línea son una práctica habitual y una porción cada vez más importante de las economías de los países del mundo desarrollado. Descargar libros, música o vídeos es una actividad normal para millones de personas. La industria turística depende de la Internet para la reserva de hoteles y pasajes. Sin embargo, al mismo tiempo provoca diversos problemas. Los niños pueden ser inducidos a distintos peligros por adultos inescrupulosos que utilizan sistemas de mensajería social; los sistemas de intercambio de archivos pueden facilitar el robo de contenidos valiosos; y se puede rastrear información privada mediante tecnología sofisticada e intrusiva. Del mismo modo que Internet ha mejorado nuestras vidas, haciéndolas más fáciles y proporcionándonos información y educación nunca antes disponible, también la ha dañado, introduciendo elementos que habríamos debido prever y que en algunos casos realmente lamentamos. En este aspecto no se diferencia de otros inventos del siglo XX como el automóvil y el aeroplano, que produjeron enormes beneficios y problemas inéditos al mismo tiempo. La Red de redes, sin embargo, tiene cualidades que ningún otro invento detenta y en eso se destaca claramente.

La Internet les brinda a las personas hojas de ruta hacia un mundo virtual de su propia elección, con itinerarios bastante libres. Pueden ir a donde quieran, ver lo que quieran y hablar con quien quieran. Son muy pocas, tal vez ninguna, las invenciones que nos han otorgado tamaña libertad. La imprenta ofreció libertad intelectual a través de la proliferación del libro, pero los libros pueden ser quemados o censurados, como de hecho sucedió con frecuencia. El automóvil nos dio libertad para viajar, pero a medida que su número creció, también crecieron las restricciones para manejarlo. La televisión llevó entretenimiento a nuestros hogares, pero de un modo controlado por las emisoras y por las autoridades gubernamentales. La Internet es íntegramente conducida por sus usuarios y muchos de los principales sitios de la Red han sido creados con material que ellos mismos diseñaron. Todo esto se desarrolla en un mundo “virtual” que no implica traslados físicos ni la sensación de tocar o estar en presencia de otras personas. Todo lo demás, no obstante, se puede alcanzar, ver o escuchar: personas, lugares, voces e ideas. La Red de redes es el hogar de millones de aspiraciones humanas, desde las protestas políticas hasta los descubrimientos científicos. Nada de esto existió antes en el mundo y se desarrolla a una gran velocidad, que parece incrementarse a medida que crece la Red. Es imposible predecir cómo seguirá, pero ya ha cambiado la vida de millones de personas. Marshall McLuhan, un científico canadiense murió en 1980, mucho antes de que la Internet alcanzara su madurez, acuñó sugerentes frases sobre los medios y la forma como las personas se comunicaban. Se refirió en particular a la “aldea global”, donde el mundo comenzó a compartir cierta similitud de estilos a raíz de la omnipresente influencia de la comunicación electrónica. En sus reflexiones había tenido principalmente en cuenta el poder de la televisión, pero la Internet probablemente constituye un mejor ejemplo de lo que McLuhan predijo.

En su autobiografía, Trollope cuenta cómo ingreso en la Oficina de Correos. En 1834 presentó una solicitud para ingresar como empleado. Para evaluar su capacidad, le pidieron que copiara unas líneas de The Times con una pluma fuente “y de inmediato aparecieron una serie de borrones y errores de caligrafía”. Se le permitió regresar a su casa y practicar, y “bajo la supervisión de mi hermano mayor realicé una hermosa transcripción de cuatro o cinco páginas de Gibbon”. Cuando regresó al día siguiente, le asignaron una silla y le indicaron que comenzara a trabajar de inmediato. “Nadie se preocupó por mirar mi hermosa caligrafía”, señaló con pesar. La descripción de Trollope sobre su ingreso a la Oficina de Correos constituye un amable eco literario de un mundo que ha sido completamente arrasado por la tecnología moderna. Estaba a punto de comenzar una carrera en la mayor organización de comunicaciones de la, en ese entonces, nación más poderosa del planeta, donde el manejo de una anticuada pluma se consideraba una habilidad útil. Y así siguió siendo hasta bien entrado el siglo XX, aun cuando la pluma fue sucedida por elementos de escritura más eficientes como la pluma estilográfica o el bolígrafo. Aprendí a escribir a mano, hace más de cincuenta años, con manchas y borrones como el joven Trollope, pero mis hijas ya no lo hacen. El teclado de la computadora es la herramienta de escritura más importante hoy. Es un cambio colosal. A medida que nos adentramos en la segunda década del siglo XX, una de las grandes influencias que afectará el desarrollo del mundo provendrá del universo virtual que existe detrás de las pantallas de nuestras computadoras.

*Periodista.