COLUMNISTAS
ante medidas desagradables

La demagogia no ayuda

Seguramente hay bastantes diputados que, en su ignorancia creen que luchan por algo y están convencidos de que el Gobierno debe regalar todo. Los electores que entienden lo que pasa, aunque les disgusta, no se dejan engatusar. Creen que están haciendo política sin preocuparse de la gente.

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. | Cedoc Perfil

En las simulaciones electorales que se hacían a fines del 2012 Sergio Massa estaba por el 40%, Daniel Scioli  por el 25% y Mauricio Macri por el 13%. Macri debía decidir si el objetivo de la campaña que iba a encabezar sería ganar la Presidencia, o posicionarse para una elección futura. A diferencia de la mayoría de los políticos del continente Mauricio está acostumbrado a planificar, analizar estudios, pensar, no decide las cosas guiado por intuiciones o emociones irracionales. Tras muchos análisis decidió que debíamos diseñar una estrategia para ganar, presentándonos como una nueva opción, distinta de la política tradicional. Como había pasado siempre antes de sus anteriores éxitos, muchos analistas dijeron que eso era una locura, que Macri no tenía ninguna chance de ganar.

Por su relación con Cristina Kirchner, Scioli contaba con una base dura de un 20%, pero también con un techo: un 50% de los encuestados decían que nunca votarían por un candidato auspiciado por la presidenta. La estructura de imagen de Massa era inversa, era un candidato con un uso y un techo flexibles. Podía ganar o salir tercero, según cómo hiciera la campaña. Su voto duro era mucho menor que el de Scioli, pero también su “nunca votaría”. Tenía buena imagen, no se lo veía como un miembro típico del kirchnerismo y tenía espacio para proponer una alternativa. Había conseguido en 2003 un triunfo importante en la provincia de Buenos Aires con el apoyo del macrismo, pero tenía problemas.

Cuando se planifica técnicamente una campaña se analizan detenidamente algunas variables y se redactan diagnósticos. En el de Massa había varios temas. El primero de ellos era que la imagen de algunos de los que lo rodeaban chocaba con su propuesta de armar algo distinto del cristinismo porque se asociaban a los peores defectos del kirchnerismo. Massa contaba con un encuestador político profesional que podía evaluar a sus voceros de manera objetiva para que cumplan con los mejores roles en la campaña. Si lo hubiese hecho no se habría apoyado tanto en la imagen de la señora de un sindicalista y de un ex gobernador de la provincia de Buenos Aires al que hubo que esconder en 2009 para ganarle las elecciones al kirchnerismo. Es posible que ambos sean estadistas brillantes, pero caen muy mal a la mayoría y le hicieron daño a Massa. El tema era medir objetivamente la situación.

Cuando se escribe un plan de comunicación para una campaña electoral o para un gobierno, hay que medir cómo ve la gente a los principales voceros y protagonistas. Algunos tienen buena imagen y su presencia ayuda, otros la tienen mala y ahuyentan votos, otros simplemente son desconocidos. A los primeros hay que darles protagonismo, a los segundos hay que pedirles que no se asomen mientras no logren cambiar su situación y a los terceros hay que ayudarlos para que sus imágenes se desarrolle y puedan colaborar. Dichas así las cosas parece sencillo trabajar, pero las cosas suelen volverse complejas por las actitudes de los líderes anticuados y el ego de los personajes. Algunos creen que cuando un técnico dice que tienen mala imagen los están atacando, sin darse cuenta de que solo está  señalando un problema para superarlo.

En  diciembre del 2016 las fantasías del club del helicóptero calentaban todavía las mentes de algunos diputados de una corriente política que creía que solo ellos pueden gobernar. La discusión de la Ley de ganancias logró unificar a peronistas y kirchneristas de todas las pelambres. Hicieron mayoría para “defender los intereses de la gente”, exhibieron su fuerza, al final celebraron una reunión con sushi en la casa de Sergio Massa. La foto fue debidamente retocada por una de sus secretarias para que parezca más nacional y popular. Se repitió una escena que es frecuente en América Latina: los legisladores hacen maromas demagógicas creyendo que engatusan a un electorado torpe y salen golpeados porque la gente suele ser más astuta que ellos. En una pregunta hecha en ese momento en una encuesta, un 65% dijo que los legisladores actuaban por hacer política, un 15% que lo hacían por defender a la gente. La mayoría se dio cuenta de que los diputados pretendían desestabilizar al Gobierno con el pretexto de una ley que no les importaba en lo sustancial. Ese fue el momento del desplome de Sergio Massa que encabezó visiblemente la operación: todas las mediciones dijeron que perdió entre 15 y 20 puntos en la provincia de Buenos Aires.

En el Norte los seres humanos se refugian en sus casas y celebran el renacimiento del Sol en Navidad, mientras en el Hemisferio Sur nos ponemos agresivos por el solsticio de verano. En diciembre de 2017 el Congreso ardió nuevamente, esta vez por las reformas a la Ley previsional. Un respetable periodista de Clarín contó con lujo de detalles cómo fue una reunión de los principales dirigentes de la oposición, en la provincia de Santa Fe, para preparar el ataque al Congreso. No asistieron al encuentro especialistas en el tema previsional o personas que tuviesen interés en el destino de los jubilados. Fueron políticos que organizaban un operativo para desestabilizar la democracia, con grupos de sicarios con mochilas llenas de piedras y herramientas para intentar tomar el recinto de los Diputados. Como dijo uno de ellos, la que debía legislar era la calle y no la mayoría de diputados. El ataque fue brutal, hubo decenas de policías heridos, destruyeron la Plaza del Congreso, y algunas edificaciones de valor histórico. La discusión sobre el tema reveló la ignorancia de la mayoría de los diputados sobre un tema complejo que hay que estudiar. Solo un diputado de la oposición habló del problema de fondo: la crisis que revelan los cálculos actuariales en todo el mundo del futuro de la previsión social. La prolongación de las expectativas de vida, los cambios en los medios de producción generados por la tecnología y otros factores, hacen tambalear a los sistemas más sólidos. En un país con una proporción baja de trabajadores en blanco, con la incorporación de millones de no aportantes que ahora tienen derecho a recibir su jubilación, hay que repensar el sistema para que no tenga que mantenerse gracias al subsidio del Estado. Eran temas demasiado complejos para la mayoría de los legisladores. Repetimos en una encuesta la pregunta que habíamos hecho un año atrás: ¿los diputados están preocupados por lo que pasa con los jubilados o simplemente hacen política? El resultado fue abrumador: la inmensa mayoría de la gente dijo que ésta era otra maniobra de los políticos de siempre.


La gente sabe que la electricidad, el gas y otros insumos energéticos son indispensables para que el país se desarrolle y sus hijos puedan vivir mejor. Se da cuenta también de que el subsidio del kirchnerismo era artificial e iba a terminar mal, pero la economía tiene que ver más con sensaciones que con razonamientos. Los trabajos de Daniel Kahneman y de Malcolm Gladwell acerca de nuestras relaciones con los objetos demuestran que en nuestras actitudes en la microeconomía no prima la racionalidad. Si tenemos algo gratis, nos duele aceptar que debemos pagar por ese objeto aunque alguien nos lo explique y entendamos que eso debe ser así. Las tarifas de los servicios estaban congeladas desde hacía tiempo, era inevitable ajustarlas y eso iba a tener un costo de popularidad. Algunos podían creer que era el momento para que una oposición que siente que está caducando tome una bandera para detener su derrumbe. Por tercera vez en este período se arma una mayoría parlamentaria para defender a los usuarios, anclar las tarifas, retrotraerlas a lo que eran hace un año. Algunos diputados de la oposición habrán estudiado algo de economía y deben saber que una medida de ese tipo es demagógica y atenta contra el desarrollo del país. Seguramente la impulsan por el deseo de que fracase el Gobierno y eso les permita volver. Seguramente hay bastantes que en su ignorancia creen que luchan por algo y están convencidos de que el Gobierno debe regalar todo. Los electores que entienden lo que pasa, aunque les disgusta, no se dejan engatusar. Nuevamente, cerca del 70% dice que los diputados están haciendo política sin preocuparse de la gente. Macri cae en las encuestas unos puntos, como cayó durante su primer gobierno en la Ciudad cuando subió por primera vez el ABL y se produjo un enojo que se superó cuando los porteños vieron cómo transformaba su ciudad.


En nuestros países hay muchos dirigentes que todavía no entienden para qué sirven las encuestas y el análisis político que emplea herramientas científicas. Se entusiasman porque Mauricio cayó algunos puntos en su imagen, pero no averigüan las actitudes complejas y contradictorias que se establecen con una parte importante de la población a la que no le gusta que suban las tarifas, pero sienten que esto puede ser parte de una transformación que les permita vivir mejor.


Medir, analizar, pensar. Verbos poco usados por los políticos que viven del olfato y el entusiasmo en toda la región. En el país existen muchas encuestadoras que miden constantemente variables políticas, a nivel provincial y a nivel nacional. Sería muy bueno que los partidos y grupos de todos los colores aprendan a usar este tipo de herramientas. Harían que su trabajo sea más exitoso y que la política del país mejore. Es bueno que tengan encuestas, en las que puedan confiar porque dicen la verdad. Así se podrían explicar porqué el Congreso es la segunda institución más desprestigiada del país, solo mejor que los partidos políticos. Podría explicarse también porqué personas que han permanecido muchos años en las Cámaras no son conocidas por nadie o tienen mala imagen. Es bueno que los protagonistas de las asonadas en “defensa de la gente” sepan si alguien les creyó y si su imagen mejoró con esas luchas. Es legítimo que un político quiera hacer carrera y pretenda que su trabajo le traiga la aprobación de los demás. Averigüen si con lo que hacen en el Congreso su imagen mejora o se deteriora. Se toparán con que en este momento, las siete imágenes mejor evaluadas del país están vinculadas a Mauricio Macri y solo una líder de la oposición asoma entre los importantes: Cristina Fernández de Kirchner. No se trata de mis apreciaciones personales, en la actualidad estas cosas se miden. Contraten una encuestadora honorable y averigüen. El balance de este enfrentamiento es semejante al de las dos gestas de los meses de diciembre: la gente está resentida con un gobierno que toma medidas desagradables, pero al mínimo refuerza sus sentimientos negativos con los demagogos: creen que no deben volver más.
 
*Profesor de la GWU. Miembro del Club Político Argentino.