Fuck abstraction! (cuya traducción adecuada puede ser: ¡Violando la abstracción!), es una pintura de la artista plástica suiza Miriam Cahn (nacida en 1949, en Basilea). La obra se exhibe desde el mes de febrero en el Palais de Tokyo de París, dentro de una muestra de la artista bajo el título Ma Pensée Sérielle (Mi pensamiento serial), que incluye doscientas piezas y concluye el 14 de mayo.
La pintura mencionada representa a una pequeña figura humana con las manos atadas, arrodillada, frente a otra mucho más grande, musculosa, que la obliga a realizar una felación. Según Cahn, esta representación surgió en respuesta a la Masacre de Bucha (suburbio de Kiev, capital de Ucrania), donde más de 420 civiles ucranianos fueron asesinados por las tropas rusas, con cadáveres abandonados en las calles o en fosas comunes, crimen de guerra ocurrido entre el 27 de febrero y el 31 de marzo del año pasado. Esto incluyó denuncias de violaciones, abusos y torturas de mujeres y niños.
Entonces, Fuck abstraction!, está a tono con el estilo en la trayectoria de Miriam Cahn, quien desde joven se vinculó a movimientos antinucleares y feministas, recalcando la violencia bélica y la humillación hacia los desvalidos, en conflictos como la Guerra del Golfo, la de los Balcanes, la llamada Primavera Árabe, más las crisis humanitarias que llevan a las migraciones masivas.
Fuera de esta puesta en contexto, ni bien se abrió esta exposición, el cuadro se convirtió en “materia controversial”; vale decir que vieron en él una representación explícita consagratoria de la pedofilia, algo que está penado por ley en Francia.
Estos “visionarios”, que percibieron a un niño donde tal vez no existe o resulta confuso, ofendidos, operaron como denunciantes bajo asociaciones denominadas Juristas para Niños, Pornostop, Inocencia en Peligro, Contra el Incesto, incluyendo un Colectivo Feminista contra la Violación, desestimado en tribunales. Esta demanda recibió el apoyo de los legisladores del partido de ultraderecha de Marine Le Pen, hija de Jean-Marie, nazi recalcitrante, fundador del Frente Nacional.
A fines de marzo el tribunal de primera instancia determinó que “la pintura no es pornografía infantil. Las libertades fundamentales en juego son la libertad de expresión y la libertad de creación.” Los denunciantes, más indignados aún, recurrieron a la instancia superior para prohibir su exhibición. Finalmente, el Consejo de Estado o Tribunal Supremo, dictaminó el pasado 14 de abril que es válido el fallo del tribunal administrativo, porque la obra no es pornografía infantil y puede exhibirse, más aún con todos los recaudos que el museo tomó para que, si acceden menores a ella, sea en compañía de mayores, con textos de advertencia sobre su contenido.
En una carta abierta publicada en Le Monde, acaso tardía, los directores de museos franceses expresaron: “Nuestra responsabilidad no es censurar ni permitir la censura, sino luchar para ofrecer un espacio de libertad, de cuestionamiento, para que el arte siempre encuentre lugares donde pueda florecer sin miedo”. Entre los firmantes se encuentran el belga Chris Dercon, presidente de la Reunión de Museos Nacionales-Grand Palais, Laurent Le Bon, presidente del Centro Pompidou, y Christophe Leribault, presidente del Musée d’Orsay y del Musée de l’Orangerie.
En el texto también señalan la reciente expulsión de una maestra de arte de una institución educativa en Florida, Estados Unidos, por exhibir imágenes a los alumnos del David de Miguel Ángel. Esto demuestra que la censura y la autocensura sobrevuelan las conciencias solidarias, mientras que el sistema legal puso un límite real a la ceguera moralista en beneficio del arte. Es atinente señalar una pieza de humor gráfico respecto al tema que circuló en las redes sociales: la madre apurada casi arrastra a su hijo para que no vea el David de Miguel Ángel en el aula mientras la atraviesan esquivando los cuerpos de otros niños tiroteados por algún intruso.
El antecedente más cercano de “censura social” sobre una obra de arte es lo que ocurrió hacia finales de 2017 en el Museo Metropolitano de Arte de Nueva York (conocido como Met). Ante la exhibición del cuadro Thérèse soñando del artista francés Balthus (1908-2001), una “empresaria” buscó firmas para que se retirara la misma porque “el Met está haciendo romántica la idea del voyerismo y la cosificación de los niños”, argumentando que el artista era conocido por pintar niñas de manera obsesiva. Con diez mil firmas en su haber, Mia Merrill tuvo como respuesta la oposición férrea del Met.
El vocero del museo, Kenneth Weine, no solo aseguró que la obra seguiría en exhibición sino que la “misión [del Met] es recopilar, estudiar, conservar y mostrar obras de arte que han sido significativas de cualquier época y cultura, con el fin de conectar a la gente con la creatividad, el conocimiento y las ideas”. Como concesión solo aceptó poner un cartel en la puerta de la sala advirtiendo que lo que se vería a continuación pordía herir la sucesptibilidad de las consciencias moralistas. Y que abandonaran la campaña, porque no sacaría la obra de exhibición ni aunque le hicieran ver una solicitada con cien mil firmas. El arte no es materia de censura. Punto.
Debemos recordar que Entartete Kunst (o Arte Degenerado), fue una exposición nazi de 1937, donde obras incautadas en museos y colecciones privadas se exhibieron como muestra de la decadencia humana. Hay que evitar las reiteraciones, llevan a un horror imposible de representar.