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La desconexión

Para cuando salga esta columna, Eluana seguramente habrá legalizado su situación con la vida y la muerte. Ojalá las piruetas de Berlusconi no impidan que familia y médicos logren poner en su lugar lo que ese dios que habla por boca del Vaticano se niega a arreglar por sus divinos medios.

Rafaelspregelburd150
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Para cuando salga esta columna, Eluana seguramente habrá legalizado su situación con la vida y la muerte. Ojalá las piruetas de Berlusconi no impidan que familia y médicos logren poner en su lugar lo que ese dios que habla por boca del Vaticano se niega a arreglar por sus divinos medios.
Sobre la vida y la muerte, que hable con peso de ley quien sepa algo que valga la pena. No es mi voluntad resolver semejante dilema. Pero creo que, una vez identificado como trauma, la solución aparece cuando se evaden los supuestos universales y se leen con razón y humanidad los concretos particulares. Acabo de estar en Italia, que arde, y me pregunto hasta qué punto “el Estado de Derecho” pretende elaborar leyes de comportamiento civil allí donde sólo operan las voluntades de lo temido y lo desconocido. ¿Cómo “representa” semejante Estado las condiciones particulares de un dolor tan íntimo?
Eluana está en un coma irreversible, perdidas ya todas las funciones que la identifican como un ser humano desde hace 17 años; sus padres llevan adelante una dolorosa odisea judicial para que se la desconecte de la máquina que mantiene vivo su viejo cuerpo. ¿En qué medida es esta triste historia asunto de la agenda del primer ministro Berlusconi? ¿O por qué?
En la Italia de Berlusconi todo es politizado hasta la aberración. Izquierda y derecha (abstracciones que –se nos dice– ya habían entrado en desuso) operan como universales desconectados. Como polos de opuestos generales que se traducen en algunas sorprendentes reincidencias concretísimas. Por qué la derecha se enrola siempre contra el derecho de eutanasia y por qué la izquierda insiste en privilegiar el sentido común, es un misterio automático parecido al de los imanes. Berlusconi intenta incluso modificar en tiempo relámpago la Constitución italiana para satisfacer un orden político que emana de las rancias alcantarillas del Imperio Vaticano. Si triunfa, la religión católica deja de ser una opción espiritual de las personas: sus azarosos y dogmáticos presupuestos poéticos pasan a convertirse en una religión “civil”, que opera con fuerza de ley. Y si no triunfa, me parece que igual el daño ya está hecho.