El destrozo del diario Clarín por parte de Jorge Capitanich, captado por los presentes, por las cámaras de televisión y los fotógrafos, y el juego infantil de Twitter por parte de la Presidenta en China, muestran un solo lado de la realidad, pero que está caracterizado por la desmesura. Esa salida de cauce normal fue marcada a fuego por la prensa internacional, que se quedó con la boca abierta. No por las consecuencias protocolares del humor presidencial sino por las eventuales reacciones ante tanto desenfado. En definitiva, es la misma Presidenta que dio consejos económicos, en otras oportunidades, a las principales potencias del mundo. Que exhibió el proceso argentino como ejemplar. Osadía, se dijo entonces. O más que eso.
Muchos se preguntan si en estos momentos no está presionando el miedo, o el apremio urgente por escapar de toda responsabilidad. Evidencia, además, que el Gobierno no tiene la fortaleza de otros momentos, que no se siente dueño de la verdad, como venía ocurriendo, que duda.
El viaje mismo a China abre signos de interrogación. Basta preguntarles sobre algunas consecuencias a las instituciones empresarias argentinas. A este tour le han puesto nombre: Alianza Estratégica Integral, por el cual las inversiones chinas en nuestro territorio tendrán un destino seguro por adjudicación directa, desplazando a empresas argentinas. Todas las obras se harán con personal chino, con insumos chinos. La Cámara de Exportadores, lo mismo que hizo la Unión Industrial en su momento, advirtió que el acuerdo con Beijing tendrá un fuerte impacto en materia de empleo y desarrollo industrial, consagrando “desigualdades importantes” entre las compañías nacionales y las asiáticas.
A simple vista, la Presidenta dejó a un lado eventuales relaciones económicas con las potencias clave del comercio internacional y ha elegido China por sobre todas. Beijing sonríe: Argentina es una nueva interlocutora que posibilita sus negocios, lo mismo que hacen algunos países latinoamericanos y los principales de Africa, junto con la obtención de recursos naturales clave para su país. En estos días, China no es un lecho de rosas. Procura solucionar dilemas inflacionarios, demográficos y políticos de distinta índole y de gigantesca corrupción.
En cuanto a la acción de Capitanich, es cuestionable por salvaje, por generadora de violencia. Es una nueva sorpresa histórica que el Gobierno no tenga otro enemigo más que el periodismo. Se obnubila frente a títulos y notas varias de investigación. Capitanich “condenó” a un medio y a los periodistas que en él trabajan y buscó que eso se consagrara como un ejemplo para otros que se atrevieran a correr el telón de los actos de la Justicia en la Argentina. Por su lado, la participación de la jefa de Estado en Twitter no se diferencia de su conducta antiinstitucional desde que se conoció la muerte de Nisman. Acusando sin tener pruebas a determinadas personas, señalando, marcando, inmiscuyéndose en el área de los otros poderes.
Este primer bimestre del año muestra muchos aspectos del espacio político que permanecían ocultos. Como si varias situaciones hubieran llevado a una explosión de grandes dimensiones tras la muerte del fiscal Nisman. Esa muerte expresa serias reyertas entre los servicios de informaciones, una decisión de los jueces (más allá de algunas actitudes individuales) y fiscales de no callarse, de jugar un papel clave en estos momentos y condenar a quienes son merecedores de castigo. Quedó patentizado que la intención de ciertos sectores es que nadie se anime a destapar la cloaca que rodea el atentado a la AMIA porque el castigo puede ser el silencio definitivo. Un Estado en clave mafiosa.
Pese a todo, el Gobierno sigue teniendo más del 30% de la población simpatizante de sus actos, al que poco le importa lo que hacen y dicen desde la Plaza de Mayo, mientras varios dirigentes de la oposición política siguen mirando el horizonte, en actitud contemplativa, como si no pasara nada.
*Escritor y periodista.