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no hay milagros

La difícil ética pública

Alberto F 20230305
ALBERTO. Solo, ante un dilema: llegó por Cristina y por ella lo echarán si no muestra independencia. | CEDOC

Si las cosas siguen así, esta nota será obsoleta cuando usted la lea. Igual, hagamos el esfuerzo de repasar algunos hechos y dichos de los últimos días. 

En nuestra querida patria suceden milagros. Doy un ejemplo, que me vino a la cabeza mientras escuchaba el discurso presidencial del 1 de marzo, donde no se habló de la inflación, seguramente porque pareció un tema trillado. En cambio, los medios informaron que los aumentos de salario y la inflación han desactualizado el límite debajo del cual no se paga impuesto a las ganancias sobre el salario. Se había actualizado el monto a partir del cual se pagaba ese tributo en enero. Hoy, ha quedado atrás. 

Si esto sucediera en otros países, la gente saltaría de contenta. Acá nadie se alegró porque implica que la suma no imponible que ahora recibe ha quedado también rebajada en su poder adquisitivo por la inflación. No hace falta explicar una experiencia cotidiana. Ni los asalariados ni el Estado reciben un dinero que ambos necesitan, ya que tanto como los asalariados, el Estado depende de lo que se pague en impuestos para financiar las escuelas, los hospitales, la seguridad pública y otros detalles de lo que cae bajo su responsabilidad administrativa. 

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Una curiosa dimensión de la ética pública es que siempre se trata de los otros

La inflación desfinancia al Estado, aun cuando mucha gente culpe a ese Estado por el aumento de la inflación y piense que falta plata porque cae en la bolsa de los políticos. Una porción de esa plata que falta puede usted buscarla en las cuentas de sectores prósperos, políticos incluidos, aunque para revisar esas cuentas deberá tener acceso a la banca internacional o al registro de propiedades y los nombres de los testaferros, que no solo encubren a burócratas estatales.

En este tema, la Argentina no tiene hipócritas. Si un amigo nos cuenta que acaba de conseguir una considerable evasión del impuesto a las ganancias gracias a las sutilezas intelectuales de la contabilidad, nuestro reflejo es pedirle el teléfono del estudio donde se hacen esas maniobras exitosas. 

La ética de los demás. Esta es una curiosa dimensión de la ética pública de la que se habla siempre cuando se trata de la ética de los otros. Tanto hemos dicho que el Estado es ineficiente, que nos sentimos libres para no pagar esa ineficiencia, aunque lo que pagaríamos no solo se destine a financiar los lujos de los políticos, sino también los partos y los primeros cuidados de niños de las nuevas generaciones en las villas, sobre quienes declamamos nuestra voluntad de ayuda. 

Pero aflojamos plata, si una institución nos obliga a ello. Y esa institución, en todo el Occidente que se respeta, es el impuesto. En Alemania o Dinamarca son importantes los sentimientos, pero el cobro de impuestos es inflexible. Pagué impuestos en ambas naciones y sé de lo que hablo. Hace unos años trabajé durante un trimestre en una universidad de Dinamarca. Lo que ofrecían como sueldo me sonó principesco. Cuando cobré el primer mes, la suma, después de impuestos, fue casi la mitad. No me costó mucho aprender por qué tienen esa calidad de instituciones educativas y de salud pública. 

Alberto tiene miedo de todo, y siempre siguió a un jefe que diera órdenes

Naturalmente, es posible contestar que el Estado argentino es incapaz y corrupto. Los médicos que trabajan en las instituciones estatales pueden informarnos de sus deficiencias. Pero también conocemos su alta formación profesional, que buscan muchos latinoamericanos para aprender lo que en sus países de origen resulta demasiado caro para los hijos de la pequeña burguesía o directamente inaccesible por el número de seleccionados y admitidos. ¿A quién no le tocó un diestro médico argentino en la guardia de un servicio prepago? ¿Y junto a ese argentino, quién no lo vio acompañado por un colombiano o un venezolano? Claro, se me dirá, acá todo el aprendizaje es público y gratuito hasta la graduación. Simplemente pregunto si esto mejora o empeora la calidad de nuestra medicina; y si la vuelve más accesible o más cerrada para quienes son pobres.    

Pero saltará alguna directora de un secundario para decirme, con razón y pesadumbre, que tal es nuestro mapa de excelencia. Lo demás son excepción nacida del esfuerzo gigantesco de responsables locales. Y tiene razón. La vituperada educación secundaria argentina no produce alumnos bilingües, pero logra gente con el orgullo de haber aprendido a arreglarse con lo que fue recibiendo, que no era poco. Cuando se charla sobre la decadencia de la educación, se olvida que han cambiado costumbres sociales que hacían más sencilla la tarea. 

Por ejemplo, que las familias adoptaran la perspectiva de los docentes, como forma de consolidar el respeto a la institución. La democracia funciona en todas partes. Sin embargo, hay instituciones cuya democracia no debería estar basada en el igualitarismo descabellado entre alumnos y profesores. 

Golpe civil

Tal igualitarismo, que no existe en Francia o Gran Bretaña, parece primo hermano del populismo político argentino.

Pegar donde duele. Hace tiempo se anunciaba la violencia en Rosario, donde atacaron el supermercado de la familia política de Messi, hecho que suscitó la frase de Aníbal Fernández: “Los narcos han ganado”. Parece sacada de una novela donde se busca caracterizar la derrota de quien debe estar a la cabeza de la batalla. Es una descripción cínica y un reconocimiento de que el Estado ha perdido allí su fuerza imprescindible para garantizar la seguridad. Como en otras secciones del Estado, se habla de tierra de burócratas y de corrupción, de formación deficiente y de reglas que en el ámbito privado serían rechazadas.

Si se buscan titulares que interesen a todo el mundo, acá está el que concierne a la familia de Messi. Quizás con este gran golpe, los criminales buscaban también la renuncia de Aníbal Fernández, o del responsable de seguridad de Santa Fe. No es una fantasía. El narco actúa con objetivos y plazos. Hacerle la vida imposible a alguien cuya renuncia parece convenir a sus intereses puede ser una táctica. Por un camino así, el narco puede tener la ambición de reconfigurar secretarías gubernamentales de las que dependan sus negocios. 

Pero tocarlo a Messi es pegar donde duele. Quizás el fútbol se convierta en un arma contra el narco, que extiende poder a las tribunas. Se puede pensar cualquier cosa. Y si lo tocan al Lío, será nuestro el desafío, se cantará en las canchas.

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En cuanto a la ética pública, las cosas se le presentan más difíciles para los integrantes de este gobierno. En su discurso del 1 de marzo, frente a los miembros del tripartito, Alberto Fernández dio su letrada opinión de que la Justicia busca la “inhabilitación política” de Cristina Kirchner. Y miró a los dos integrantes de la Corte Suprema que estaban muy cerca y muy visibles. La mirada era portadora de un aviso; si la tocan a Cristina, que quilombo se va a armar.

Alberto tiene miedo de todo, y siempre siguió a un jefe que diera órdenes y seguridad a quien las acataba. Ese fue Kirchner. Sabe que, en caso de peligro, Cristina se ocupará de ella, de su familia y de su fortuna en dinero, joyas y propiedades. No va a tirar al canasto de los sacrificios políticos lo que le costó tantos años. Pero Cristina quiere también preservar la limpieza de su nombre, la tarea más complicada que debe cumplir.

En consecuencia, nuestro presidente está solo y su sobrevida dependerá de cómo resuelve un dilema: llegó por Cristina y por ella lo van a echar si no da algún signo de eficacia e independencia.